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Thaile.

El conflicto entre hacer lo que debes y lo que quieres es una mierda que te ahoga, especialmente cuando lo que deseas retener no lo mereces.

—¡Ange, soy mamá, por favor, no hagas esto y sal! —dice Blanca con la voz quebrada. —No quiero que te hagan daño.

Ruedo los ojos al escucharla.

—Se acabó, no tienes salida, Len... —dice el secretario, cortándose a sí mismo. —Como sea que te llames.

—Eso lo decidió yo —respondo, mirando mi smartwatch. —De acuerdo al protocolo de negociación y persuasión, aún tenemos unos quince minutos para que vuelvan a insistir, y otros quince más para que entre el SWAT, pero me bastará un par.

Frunce el Ceño.

—Escúchame —le pido—, tuviste mucha suerte de que me haya entretenido contigo, pero eso no significa que otros te vayan a tratar con la misma consideración y no te maten de inmediato...

—¿Y ahora de qué estás hablando?

Coloco un dedo en señal de silencio.

—El cliente... tienes que cuidarte de esa persona. Cuando se dé cuenta de que no pude... —hago una pausa y desvío la mirada—, lo más probable es que contrate a alguien más para que termine el trabajo, y no te dejará en paz.

Le advierto.

—Pues agradezco la advertencia —responde con sarcasmo, algo que ignoro.

—No dejes que dañen a Rosie. Es muy inteligente como tú, pero también muy bella como su madre. Cuídala, porque habrá más como Francisco que querrán aprovecharse de ella. Tendrá muchos depredadores a su alrededor.

Me mira aún más confundido por mis palabras.

—Y Nico, asegúrate de que Blanca le dé la familia que merece —continúo pidiendo—, o te juro que volveré y acabaré con ustedes.

—¿Él es tú...?

—No, no es nada mío —aclaro—, pero merece una mejor vida que yo y la de mi hermano. Conmigo no la iba a conseguir, pero espero que con ustedes sí. Solo no lo malcríen demasiado.

—Me alegra saber que al menos hay alguien que te importa.

—No te confundas. Las únicas personas que me importaban ya no están —refuto su comentario sarcástico—. Pero ningún niño debería sufrir lo que nosotros sufrimos. Él viene de un barrio similar al nuestro, del otro lado de la ciudad. No pude dejarlo allí.

—No te preocupes, le daremos una buena calidad de vida.

—Más le vale, secretario. No quiero arrepentirme de haberlo dejado vivo.

—¿Tengo que agradecerte por perdonarme la vida? —continúa con sarcasmo.

—Sí, yo de ti estaría agradeciendo de rodillas a tus ángeles oa quien sea que te cuide de que yo...

—¿Tú, qué?

No te pude hacer daño.

—Que por primera vez fui benevolente con mi presa.

Me acerco lentamente hasta quedar detrás de él y lo levantado del brazo.

— ¿Es eso o solo te faltó tiempo?

Tiempo, cuánto desearía tener más tiempo.

—Cállate. Ahora vamos a salir y vas a regresar a tu fantástica vida de político con su partido perfecto, campaña perfecta y familia perfecta.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora