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Narrador omnisciente.

El sol de la media tarde se filtraba a través de la gran ventana, iluminando la habitación donde Thaile despertaba desorientada. Se acercó al ventanal y observó el panorama exterior. Los mismos tipos de la noche anterior seguían vigilando la zona, mientras que sus compañeras y el hombre que le habían presentado el día anterior preparaban una parrilla de leña, asando carne. No sabía si era por haber descansado bien o por el ambiente campestre, pero se sentía revitalizada y con un hambre voraz, al punto de que creía poder devorar un cerdo entero.

Bajó las escaleras animada por el olor de la comida y, sin saludar a nadie, se dirigió directamente a la parrilla. Se sirvió un plato con la carne que ya estaba lista en un picador aparte, sin preocuparse por el humo que aún emanaba de la carne caliente.

—Disfruta, disfruten, mis bellas flores. Todo esto es para ustedes —exclamó el extraño hippie, sonriendo al ver a Thaile comer con tanto entusiasmo.

—Madame, él es San Nathan —la presentó Barbie, mientras Thaile seguía devorando la carne sin pausa. —Señor, ella es Madame, su nueva servidora.

—Me dice mi Barbie que eres experta en temas de tecnología —comentó Nathan, acercándose. —La verdad, nos viene como anillo al dedo, porque aquí no es nuestro fuerte, pero es hora de que nos pongamos a la vanguardia.

—Ajá, como sea —respondió Thaile con desdén, sin dejar de atiborrarse de carne—. Déjeme comer en paz.

—Es un poco arisca, pero ya se acostumbrará, señor —intervino la pelinegra, intentando calmar la situación.

—Seguro —respondió Nathan con una sonrisa—. De hecho, ya viene la laborista para que les hagan exámenes.

—¿Exámenes? —preguntó Thaile, deteniendo el bocado a medio camino hacia su boca.

—Sí, tengo que asegurarme de que estén sanas —respondió Nathan, levantándose de su asiento.

—Pensé que eso era solo para sus putas, señor —cuestionó Kenny, quien alimentaba a su pequeño mientras jugaba con un teléfono.

—También, pero ustedes vienen de la cárcel después de casi un año. Quién sabe con quiénes estuvieron o qué tipo de enfermedades contrajeron allí.

—Gracias por cuidarnos, señor —dijo Barbie reverente, dándole un beso en el dorso de la mano.

—Yo, yo no estuve tanto tiempo, así que no creo que sea necesario —intentó alegar Thaile, sintiendo un nerviosismo desconocido.

—Sí, sí lo es —sentenció Nathan con tranquilidad antes de retirarse.

Un miedo repentino e inesperado invadió a Thaile, un sentimiento nuevo para ella. Trató de serenarse y se apartó al área de la piscina, donde el hambre que la había impulsado minutos antes desapareció por completo.

—Hola —una voz infantil la sacó de sus pensamientos. Un pequeño pelirrojo se había acercado.

—¿Hola? —respondió ella, un tanto sorprendida.

—Eres muy guapa —la halagó el niño, logrando arrancarle una sonrisa en medio de todas las sensaciones angustiantes que la invadían.

—Gracias, pero ya lo sabía —respondió ella con una sonrisa mientras se agachaba para estar a su altura—. Tú también eres muy guapo.

El niño se sonrojó visiblemente cuando Thaile le revolvió el cabello con suavidad.

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora