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Narrador Omnisciente.

Los Turner y los Zhang, junto a Leah, se reunieron en círculo alrededor de una pequeña área alejada de la hacienda de Nathan. Shun, que había vuelto varias veces a ese mismo punto marcado por el rastreador de Thaile, finalmente encontró algo ayer: debajo de un falso césped, camuflado perfectamente con el real, descubrió una puerta secreta, probablemente la vía de escape utilizada tras incendiar la hacienda, antes de que llegaran las fuerzas de rescate.

—Lo más seguro es que se hayan ido por aquí. Eso explicaría por qué nunca nos los cruzamos cuando vinimos la primera vez —comentó Shun, levantando la tapa con cuidado.

El equipo de rescate se preparó para la intervención, con la esperanza de encontrar a Thaile. Cruzaron la tapa de metal, revelando una escalera que descendía hacia las entrañas de la tierra. Con los infrarrojos listos, el equipo liderado por Shun bajó en fila, atentos a cualquier movimiento. El largo pasillo oscuro parecía interminable, solo roto por la ominosa presencia de una puerta de acero al final.

Shun hizo una señal y el equipo se posicionó. Quienes portaban la bazuca tomaron la delantera, y con un estruendo ensordecedor, abrieron la puerta, revelando un lúgubre conjunto de habitaciones estilo hotel. Dentro, varios hombres salían y entraban de las habitaciones, acompañados por jóvenes aterrorizadas. La sorpresa fue mutua: los hombres quedaron estupefactos al ver a los oficiales armados, mientras las mujeres, en un arranque de desesperación, comenzaron a correr, buscando refugio.

De repente, un hombre sacó su pistola, apuntando directamente a Shun, quien iba al frente. Sin embargo, antes de que pudiera apretar el gatillo, una bala le atravesó el cráneo, derribándolo al suelo.

—¡No en mi turno, cerdo! —gritó Wilson, poniéndose de frente en la misión—. ¡Concéntrate!

Shun asintió, su adrenalina en su punto máximo, pero el temor de haber llegado tarde lo asfixiaba, observando frenéticamente a su alrededor en busca de algún rastro de Thaile.

—¡Deténganlos a todos! —ordenó Leah, y los demás oficiales comenzaron a arrestar a los hombres, acorralándolos contra la pared mientras sacaban a las mujeres, una por una. Los chillidos de alivio de las mujeres resonaban mientras eran evacuadas por una puerta que conducía a una discoteca, de donde provenían disparos y más gritos. Pero Shun no se detuvo, siguió el rastro del localizador, avanzando hacia una puerta oculta en la pared aterciopelada roja.

El corazón de Shun latía desbocado cuando abrió la puerta, impulsado por una corazonada que lo había atormentado durante todo este tiempo. Al entrar, el aire se volvió pesado, casi irrespirable, al ver la deplorable condición en la que se encontraba Thaile. Ella yacía inerte sobre un colchón sucio en una pequeña cama, apenas cubierta con ropa interior. Su cabello estaba enmarañado, pegado al cráneo por la suciedad, y su piel helada se estremecía bajo una cadena que rodeaba su cuello, como un cruel recordatorio de su cautiverio.

Shun se acercó rápidamente, sus manos temblorosas al notar una mancha húmeda y fresca en la sábana. El horror lo invadió al detallar el pequeño bulto que se había formado en su vientre, ahora claramente visible.

Se quitó la chaqueta, cubriéndola con cuidado, y la sostuvo con manos temblorosas. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verla tan frágil, tan rota, pero lo que más lo golpeó fue el estado avanzado de su embarazo, una nueva vida que parecía estar resistiendo junto a ella.

—¿Shun? —balbuceó débilmente Thaile, entreabriendo los ojos hinchados y apenas visibles—. Viniste por nosotros.

—Sí, ya acabó... —le respondió, abrazándola con suavidad, aunque por dentro la desesperación lo carcomía.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora