Thaile.
Una semana después.
Una semana después, mi vida se ha reducido a las sábanas que envuelven mi cuerpo. Se han convertido en mi refugio, un capullo donde me escondo del mundo exterior. Cada día, despertar es una batalla que no deseo librar. Mi cuerpo se rehúsa a levantarse, ignorando los intentos desesperados de los demás por hacerme salir, aunque sea solo a tomar un poco de sol o aire fresco.
—Ange, salgamos a pasear al jardín —me invita Blanca con una voz suave, casi suplicante.
—No me jodas —le respondo, mi voz cargada de un cansancio que no es solo físico.
He perdido la cuenta de las veces que los Turner han venido a mi cuarto, intentando arrancarme de este estado en el que me encuentro. Traen comida en charolas que permanecen intactas, empujadas a un rincón, olvidadas. La idea de comer me resulta insoportable; no tengo voluntad para nada, ni siquiera para alimentar mi propio cuerpo.
La culpa es un espectro que aparece sin previo aviso, tomando la forma de rostros angustiados, víctimas de mi pasado, personas que recuerdo haber matado. Sus miradas me persiguen, llenas de reproche, y me pregunto si papá supo que yo también era una asesina. ¿Fue eso lo que lo llevó a la muerte? ¿Acaso el dinero que no logré pasarle a Joyce hubiera hecho alguna diferencia, salvándolo de ese destino que lo empujó al suicidio?
Estos pensamientos se enredan en mi mente, sumergiéndome más profundamente en mi propia miseria. Es un pozo del que no veo salida, una espiral descendente que me arrastra hacia la oscuridad.
—¿Quieres ver una película? —me pregunta Rosie, su voz apenas un murmullo en el borde de mi conciencia. Le niego con la cabeza, volviéndome un ovillo en la cama, hundiéndome aún más en la seguridad falsa que me ofrecen las mantas.
—O mejor vamos al parque —sugiere Nicolás, su entusiasmo infantil tan ajeno a mi realidad que me resulta doloroso. —Nos vamos a divertir mucho.
Vuelvo a negar, sin siquiera mirarlos. No quiero su alegría, no quiero su compañía. No quiero nada.
—No, vayan a molestar a alguien más y déjenme en paz —les echo, mi voz cortante, desgastada—. Largo.
La verdad es que no estoy de ánimos para aguantar a nadie en este momento. La mera idea de interactuar con alguien más me resulta abrumadora. Quisiera desaparecer, evaporarme en el aire, pero ni siquiera para eso tengo la fuerza necesaria.
La noche cae, y con ella, un nuevo tipo de incomodidad. Antes, la oscuridad era mi aliada, la amiga silenciosa que me acompañaba en mis trabajos, cubriendo mis huellas, escondiendo mis crímenes. Pero ahora, la noche es un recordatorio constante de todo lo que he perdido, de ese algo que me aprieta el pecho hasta cortarme el aliento. Siento que me ahogo en mi propia desesperación, atrapada en un ciclo interminable de culpa y arrepentimiento.
La depresión no es solo tristeza; es una ausencia total de esperanza, una oscuridad que me consume desde adentro. Todo lo que antes tenía sentido ahora es una carga insoportable, un peso que no puedo sacudir. Mis pensamientos son un torbellino de autodesprecio y arrepentimiento, y cada vez que intento encontrar un rayo de luz, me veo arrastrada de nuevo al abismo.
—¡Buenos días, Thaile! —saluda Marc con una sonrisa que intenta ser alentadora. Lleva en las manos una bandeja con un desayuno recién preparado—. He pensado que quizás te animarías si intentamos hacer algo juntos.
—¿Qué parte de "no" no entienden? —respondo con un tono cortante, pero mi voz traiciona la vulnerabilidad que siento. Me vuelvo aún más hacia el lado opuesto de la cama, tratando de alejarme de la mirada de todos.
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Tras de ti
Mystery / ThrillerElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...