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Narrador obnisciente.

El General había entrado en escena después de largas y tediosas reuniones, su presencia imponía una calma tensa en el ambiente. Con la firmeza que lo caracterizaba, se dirigió a Thaile.

—Persuádela para que se entregue antes de que lastime a alguien —le pidió, sus ojos mostrando una mezcla de urgencia y autoridad.

Thaile inhaló profundamente, intentando calmar su mente mientras exhalaba despacio. La mirada de Alice, quien seguía bebiendo whisky como si el mundo se derrumbara a su alrededor sin afectarla, se posó en ella, curiosa.

—¿Saben? Me da lástima Alice —dijo Thaile en voz alta, logrando captar la atención de todos los presentes—. Ella solo quería una familia...

Alice, que estaba al borde del desequilibrio emocional, se aferró a esas palabras.

—¡Exacto! —gritó con voz entrecortada, su rostro deformado por una mezcla de tristeza y furia—. ¡Yo solo quería una familia, pero ustedes se empeñaron en buscarla con otras personas!

Se volvió hacia los Turner, con ojos llenos de reproche y resentimiento. Sus palabras cayeron como un látigo, pero la frialdad en la sala era palpable.

Elías, que había estado en silencio hasta ese momento, rompió la tensión con una respuesta que tomó a todos por sorpresa.

—¿Y debemos llorar? —dijo con una calma helada, haciendo que todos lo miraran con incredulidad—. ¡Mátame! —exclamó, poniéndose de pie con una determinación que asustó a más de uno—. ¡Mátame a mí y termina con esto de una vez por todas!

Elías se plantó frente a Alice, desafiándola con su mirada, mientras los presentes contenían la respiración. Blanca, aterrorizada, gritó.

—¡Elías, no!

Pero él no se detuvo. Alice le encañonó la frente, sus ojos encendidos de rabia y su pecho subiendo y bajando con una respiración agitada.

—¡Hazlo! —le gritó Elías, su voz resonando en la sala—. Porque si le pasa algo a mi mujer o a mis hijos, vas a desear nunca haberme conocido.

Por un momento, Alice pareció dudar, pero luego esbozó una sonrisa torcida.

—¡Ya lo hago, hijo de puta! —le aseguró con una voz impregnada de odio—. ¿Crees que me quise enamorar del maldito mujeriego de mi jefe, quedar embarazada y abortar a los 20 con la esperanza de tenerlo solo para mí?

Elías, visiblemente afectado, levantó las manos en un gesto de desesperación.

—¡Lo siento, joder! —se exasperó, su voz quebrándose—. ¡Siento no haberte dado lo que querías, pero por favor, acaba con esto ya!

Alice sostuvo su mirada, observando la desesperación en sus ojos.

—Alice, si te entregas ahora, podrías salir bajo fianza —intervino Thaile, intentando mantener su voz firme, aunque su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban sin entender el porqué—. Y por lo que vi en tus cuentas, el dinero no será un problema para ti.

Alice soltó una risa amarga, empujando a Elías de vuelta al asiento en el que estaba antes.

—No soy tan estúpida para creerme eso —refutó con desdén—. Además, ya te dije cuál era mi objetivo...

Thaile, sintiendo la presión aumentar, se armó de valor y le hizo una pregunta crucial.

—¿De qué te sirve eso? —dijo, su voz cargada de cansancio y hartazgo—. Una vez muertos, ya no sufrirán, ya no pagarán nada. En cambio, tú pasarás los últimos años de tu patética vida que desperdiciaste con ellos en la cárcel...

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora