Thaile.
De camino a mi departamento, me detengo en una farmacia y compro la píldora del día después. La tomo de inmediato, lo que termina por ponerme de peor humor, ya que esto le da la razón a Wilson. También paso por un restaurante chino y, mientras espero mi orden, reviso que los pedidos que hice esta mañana estén en camino. Efectivamente, ya están en proceso de entrega.
Me apresuro con la comida, y al llegar a casa, encuentro al niñato instalado frente a la televisión.
—Disfruta lo que puedas porque el lunes empiezas clases —le aviso.
Él me responde con una mirada de desdén y un giro de ojos. Me pongo a servir el ramen que traje y aprovecho para ponerme una bolsa de arándanos congelados en mi labio, que ya siento más hinchado, y en la frente, que seguramente se está tornando verde.
—¿Qué te pasó? —pregunta el niño cuando se acerca por su plato, fijándose en mi cara.
—Nada.
—No me mientas. La otra vez también tenías un golpe.
—¿Me creerías si te digo que peleé con Bruce Lee? —digo, aludiendo a lo que veo que está viendo en la televisión.
Él me mira ofendido, entrecerrando los ojos.
—Eso no puede ser verdad.
—Estoy bien, ¿sí? —le señalo su comida para que la agarre y regrese al sillón.
Yo me instalo en mi escritorio, me conecto a la portátil mientras disfruto de mi ramen.
[¿Tú mandaste a esos hombres?]
Le reclamo a mi cliente a través del chat.
[Sí, tú no has hecho nada, y si tengo que arrastrarte con él por puta, lo haré]
La respuesta me deja claro que ya sabe quién soy, y me amarga la comida hasta el punto de darme náuseas. No he comido nada desde anoche, así que las contengo y sigo adelante.
Termino de comer y busco en mi manojo de llaves la que necesito para abrir la puerta del cuarto extra del departamento. Es un espacio donde resguardo algunas pertenencias de papá, Joyce y Blanca que no quise tirar: la colección de discos de vinilo de papá, que jamás pudimos escuchar pero que atesoraba como lo más preciado del mundo; las joyas de mi hermano, que al salir podía olvidarse de todo menos de eso; y un perfume de ella que me recuerda lo mucho que odiaba que saliera, porque sabía que era por más basura, pero que aún así era su olor, lo único que me dejó después de "morir".
También está la Torre Eiffel de plástico plateado que me regalaron una Navidad, prometiendo que la veríamos juntos algún día, y fotos que no sé en qué momento pudieron revelar, pero que estaban en casa y que tomé antes de desaparecer.
Son cosas que no ocupan más que una caja, pero las guardo aquí bajo llave porque no quiero tenerlas a la vista, recordándome lo que ya no está.
—¿Y esto? —el niñato entra tras de mí, mirando el espacio con la boca abierta.
—Va a ser tu cuarto —le informo, pues necesito mi cama y no puedo seguir teniéndolo durmiendo en el sillón.
—¿De verdad? —pregunta incrédulo, apresurándose emocionado a revisar la caja.
Pero la alzo enseguida y la coloco en la parte superior del clóset, que es lo único que amuebla la habitación. No pienso explicarle de quiénes son estas cosas ni por qué las conservo.
Me notifican que el pedido ha llegado a su destino, así que bajo al living a recibirlo. Dos despachadores suben la cama desmontada y la mesa de noche que pedí.
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Tras de ti
Mystery / ThrillerElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...