~21~

15.2K 806 51
                                    

Thaile.

—¿Ya nos podemos ir? —le pregunto al oficial, a quien he estado repitiendo la misma solicitud durante una hora.

Entré al baño, me apuntaron con un arma y esos tres tipos me amarraron para luego registrar mis pertenencias.

—Sí —responde él—. Gracias por su colaboración, señorita.

Marc sigue hablando con los organizadores y parte del equipo de seguridad.

—Lamentamos mucho las molestias, señor —le dice una mujer de unos cuarenta años—. No sé cómo pudo pasar esto.

—No se preocupe, lo importante es que estamos bien —le respondo—. ¿Me llevas a casa, por favor? Estoy muy cansada.

Él asiente con una sonrisa y se despide, y rápidamente nos dirigimos al blindado, esquivando a los reporteros y sus cámaras.

Una vez dentro del coche, Marc comienza a atender llamadas, probablemente de su padre o hermano.

—Sí, estamos bien —le confirma a alguien mientras yo me pierdo en la ventana, observando la oscura noche.

¡Malditos imbéciles, ¿cómo pudieron apuntarle con un arma?!

Agradezcan que aún estaba en personaje, o los habría matado sin pensar en nada más. Pero no iba a traumatizar a mi novio cometiendo un triple crimen.

¿Mi novio?

¿Qué tontería estoy pensando?

Es el novio de Lena, no el mío. Pero lo importante es que no se salieron con la suya. El solo pensar en lo que podrían haberle hecho me aprieta el pecho. Ni siquiera sé por qué, pero estuve rogando en el baño que no aparecieran mientras me enfrentaba a esos estúpidos.

—No sabía que supieras pelear —carraspea Marc.

Ni yo sabía que le gustaría que lo secuestraran.

Por suerte, entre el caos de los gritos, los interrogatorios y su erección, no duró mucho. Yo peleando por nuestras vidas y él pensando en follar.

—Defensa personal —le repito, como ya le he dicho—. La aprendí hace tiempo y no la había usado en años...

—Lo siento, ahora por mi culpa estás expuesta...

—No es tu culpa —le aseguro.

—Sí, de no ser por mí esos tipos no...

—Estamos bien, punto —le respondo, exasperada, pero acaricio su mejilla para calmar su cara de cachorro regañado—. ¿Quién era la mujer con la que conversaste?

Aprovecho la oportunidad para cambiar de tema mientras el mal rato queda atrás.

—La mujer... —titubea—. Era una asesora que me estaba ofreciendo sus servicios para la campaña —aclara, lo que hasta me causa gracia—. Es normal que muchos asesores intenten interceptarme en esta etapa de la candidatura.

Asiento, pensando que se equivocaron, porque la estrategia de asesoramiento no les va a funcionar. No le va a quitar el cargo a su hermano.

Marc me deja en mi apartamento, y me despido con un beso largo, resistiéndome a que sea la última vez.

No lo será.

Ingreso y encuentro al niñato ya dormido en mi habitación, guardándome el regaño por haber dejado la TV encendida.

Me doy una ducha rápida y pongo la alarma para que me despierte en seis horas. Maldigo a Zhang por eso. Tomo una colcha y me echo a dormir en el sillón, pensando en las torturas que me depara el general, lo que solo me hace maldecirlo aún más.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora