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T.

¿¡Un corazón?! ¡¿En serio, T?! ¡¿No se te ocurrió algo menos cursi o más apropiado?!

Me regaño mentalmente mientras bajo molesta del carro.

Llego a la mansión Turner y soy recibida por Rosie, cuyos brazos pegajosos me rodean con la misma felicidad de siempre. Por alguna razón, eso me alivia un poco.

—Vamos, que hay mucho que quiero contarte —dice, tomando mi mano con entusiasmo.

—Primero, lo primero, dulzura, las clases —le respondo con un tono de voz firme.

—Ay, está bien —me responde, quejumbrosa.

Ella prácticamente me arrastra hacia el salón donde nos espera su mamá. La mirada de Charlotte, cargada de una mezcla de expectativa y reproche, me estresa. Tengo que contener el impulso de confrontarla.

Empiezo la lección con Rosie, y ella se concentra en hacer las actividades del día. Mientras la observo, muero por preguntarle sobre Francisco, el imbécil que sigue acosándome. Pero, ¿cómo demonios le preguntas eso a una niña que parece tenerlo todo en la vida? No solo se trata de lo material, sino también del amor y la protección que parece recibir a raudales.

Tiene a su mamá, que si hiciera algo, no dudaría en lanzarse contra mí sin importarle nada, olvidando su sofisticada elegancia y educación. Un papá que la trata como una princesa de cuento de hadas, haciendo todo lo posible para mantenerla a salvo del cruel mundo de la política. Un tío como Roger, que la consiente y le cumple todos los caprichos, como la edición inédita de plumones de colores que le compró solo porque se quejó de que su vecina los tenía y ella no. Y Alice, la niñera, que le sirve las 24 horas del día, los 7 días de la semana, junto con otros empleados.

¿Quién imaginaría que alguien podría aprovecharse de ella con un círculo de seguridad tan cerrado? Pero, bueno, cuando el agresor está dentro de ese círculo... Para estos malditos, cuanto más cercanos sean a su presa, mejor. Son como leones acechando, observan cada movimiento de su presa y su entorno para encontrar el momento perfecto para atacar, sin que nadie pueda interferir.

—¿Oye, viste las noticias? —comenta Rosie, aún con la mirada fija en su libreta de ejercicios. Me doy una cachetada mental por distraerme con su comentario. —Quisieron opacar a papá, pero no pudieron.

—Sí, me alegro mucho porque demostró que es inocente y que está haciendo las cosas como se debe —le respondo, rociando la punta de su nariz con la yema de mi dedo cuando me mira. Ella me regala una sonrisa.

—Sí, es el mejor —alardea con orgullo.

—Exacto, mi amor, por eso tú y yo lo vamos a apoyar siempre como su hija y su mujer —enfatiza Charlotte con un tono de auto satisfacción.

Esa afirmación hace que me retuerza por dentro, y su atrevimiento me exaspera. Aunque quiero soltar una risita irónica, decido que no vale la pena responderle. Miro la hora ansiosamente, deseando que las lecciones terminen pronto para que llegue la hora de comer.

Él no tarda en llegar, y aunque mi sentido común me dice «evítalo», mi lado más oscuro anhela sus besos. Me cuesta admitirlo, pero sí, lo extraño.

Después de que Rosie termina sus tareas, comienza a contarme las últimas novedades de su serie favorita como si realmente me interesara. Por último, menciona que su madre la inscribió en un certamen de belleza y que pronto irían a comprar un vestido, accesorios y hasta un bañador.

—Para el show de talento tocaré el violín que me acaba de regalar mi abuelito —alardea la niña.

—Eso será increíble, te vas a lucir —respondo, fingiendo interés.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora