~38~

12.7K 875 217
                                    

Thaile.

Esta vez me trasladan al patio, un espacio gris y monótono donde las reclusas se agrupan en pequeños círculos. Algunas juegan cartas en el suelo, otras hacen ejercicios o simplemente conversan. Sin embargo, por las miradas que me lanzan, queda claro que soy el tema de conversación del día.

—Hey, reinita, por aquí —me llama Barbie, sentada en unas gradas de concreto con la pintura desgastada, rodeada de sus secuaces que se besuquean sin pudor.

Con las manos en los bolsillos, me acerco a ellas, y las otras se despegan con desgana, como si mi presencia les hubiera cortado el rollo.

—¿Quién vino a ver a la reinita? —se burla Perica, con una sonrisa maliciosa.

—No te importa —le respondo en el mismo tono desafiante—. ¿Alguna tiene un cigarrillo? Me urge uno.

—Yo tengo, pero te va a costar. Aunque, por ser tú, me lo puedes pagar con un buen polvo —insinúa Barbie, tomándome de la cintura y atrayéndome hacia ella.

—Lástima, no tengo dinero, y si te pago con un polvo, te endeudarías conmigo porque valgo mucho más de lo que cobras —le respondo, apartándola con un empujón suave pero firme—. Así que supongo que mis pulmones se purificarán por un día.

—Qué arisca, pero así me gustas más. Toma —Barbie saca una cajetilla y me ofrece un cigarrillo—. Te lo ganaste solo por tu linda cara.

No dudo en tomarlo, y Kenny me ofrece fuego con un encendedor. La nicotina es un alivio bienvenido después de las sorpresivas visitas de hoy.

—¿Qué tanto sabes de programación? —inquiere de repente la pelirroja, con un tono más serio.

—Más que tú, eso es seguro —respondo, exhalando el humo con calma, disfrutando cada calada que tanto necesitaba desde ayer.

—Es en serio, reinita —me reprende Barbie, adoptando una expresión más dura.

—Sé lo básico —contesto, revoleando los ojos.

—Eso no dice tu informe —replica la rubia, con un brillo de sospecha en sus ojos.

—Si ya leyeron mi expediente, entonces no sé para qué me preguntan —les respondo, harta de su jueguito.

—Porque necesitamos estar seguras de que nos vas a servir —interviene la pelinegra, acercándose un poco más.

—¿Por qué tanto misterio? —inquiero, con las cejas fruncidas—. ¿Qué carajos están planeando?

—No comas ansias, reinita, mejor disfrutemos del tiempo que nos queda aquí —dice la pelinegra con una sonrisa sarcástica, lo que solo me enfurece más.

—Se van a escapar, ¿verdad? Hijas de puta... —afirmo, riéndome mientras tiro la colilla al suelo.

—Grita si quieres para que todo el mundo se entere —gruñe Kenny, mirándome con advertencia.

Si supieran...

—Aja, digamos que si las ayudo... ¿qué gano yo? —pregunto, exhalando el humo con una calma que oculta mi creciente interés.

—Te vendrías con nosotras, claro, a menos que quieras quedarte aquí a cumplir tu sentencia —responde Perica, con una sonrisa ladina.

—Ahora estamos hablando el mismo idioma, querida. No me apetece desperdiciar tiempo aquí.

—Mi nombre no tiene nada que ver con aves —se queja la rubia, frunciendo el ceño.

—Ya lo sé, era un chiste —me burlo—. Qué carácter...

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora