~26~

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Thaile.

Estoy en un cuarto oscuro, con todo negro a mi alrededor y el silencio absoluto, tanto que puedo escuchar los acelerados latidos de mi corazón resonando en el espacio.

De repente, una luz amarilla entra de frente, deslumbrándome y haciéndome retroceder un par de pasos mientras cubro mis ojos.

—¡Fuiste tú! —reconozco el grito ardido de Marc, pero no lo veo— ¡Asesina!

—¡Fue ella! —otro grito familiar proviene de atrás y me hace girar— ¡Ella lo hizo!

Esta vez aparece Nicolás, apuntándome con el dedo, aferrado a la mano de Blanca, quien niega decepcionada.

Vuelvo a girarme. Mis ojos ya se han adaptado a la luz, pero ahora me encuentro con una mirada de odio tan intensa que se siente como un golpe seco en el pecho.

Esos ojos azules que antes me deslumbraban ahora me miran con un desprecio y una ira que los oscurecen.

La garganta se me cierra y la respiración se me corta cuando se me acerca y se planta frente a mí.

—¡Asesina! —me grita al unísono con los demás.

Desesperada, todo empieza a girar a mi alrededor, las acusaciones me oprimen el pecho. Me tapo los oídos y cerro los ojos con fuerza, deseando acabar con este tormentoso momento hasta que...

Despierto abruptamente, sudando frío y con el corazón acelerado. Miro a mi alrededor, dándome cuenta de que no estoy en mi departamento ni en mi habitación.

Me giro y choco con una espalda ancha. Él también se voltea, frotándose los ojos adormilados.

— ¿Qué pasó? —pregunta el secretario con voz baja, casi un susurro— ¿Tuviste una pesadilla, chérie?

Asiento, todavía hiperventilando. Él me abraza, llevándome contra su pecho.

Conecta nuestras miradas y, aunque veo lo mismo de siempre en las suyas, eso no calma el hecho de que la pesadilla podría volverse realidad cuando tenga que cumplir mi trabajo y enfrentar todo lo que he hecho.

No sé desde cuándo me importa la opinión de una de mis víctimas, pero la mirada de odio de Marc...

—No te preocupes, atraparemos al culpable —me aprieta— No tienes que tener miedo...

El que debería tener miedo soy yo, podría haber agarrado cualquier arma punzante y apuñalarlo hasta que no quede ni una gota de sangre, o inventar una forma de lanzarlo del balcón y hacer que parezca un suicidio. Pero en lugar de eso, aquí estoy, entre sus brazos, con este absurdo carga de conciencia, no por su amigo, sino por él. Ver el miedo en el niño empeoró todo.

Mato desde que tengo quince años. Los únicos que lo sabían eran mi hermano y mi papá, y nunca me juzgaron ni me temieron. Después, Zhang me reclutó en la ACCIA, al parecer me vio "potencial" cuando me investigaron por el caso de Joyce y su banda. Ese es otro que jamás me juzgó ni me temió al descubrir que mataba a sueldo; al contrario, se ofreció a ayudarme para no terminar en la cárcel como mi hermano, dándome entrada en la agencia. Supongo que le conmovieron mis "dulces" dieciséis años y el hecho de que lidiaba con un hermano mayor convicto, un padre enfermo del corazón y una madre de la que ni siquiera sabía si seguía viva, pero que definitivamente no iba a volver.

Me acogió en su casa hasta que cumplí la mayoría de edad y me preparó para enfrentarme a los criminales más peligrosos y astutos con herramientas de espionaje. Lo he hecho sin que me tiemble el pulso porque, desde que perdí a mi familia, la vida ya no tenía sentido para mí. Existía, pero era un espectro errante que hacía las cosas porque no tenía más que hacer con su vida, o al menos no quería hacer más. Tomaba lo que me ofrecían y mataba a quienes me pedían sin contemplaciones.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora