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Narrador Omnisciente.

El reciente senador regresa a su amado hogar con el pecho rebosante de felicidad por la dulce espera. Cada paso que da hacia la entrada está impregnado de una emoción inconfundible.

—¿Papi? —exclama su pequeña Rosie al percatarse de su llegada mientras picaba algo de comer con Nicolás en el comedor del jardín.

Papá, no cabe duda, es el mejor título que ha recibido hasta ahora. Los brazos que lo envuelven en un cálido abrazo y las pequeñas manos que se cuelgan de su cuello lo confirman con claridad.

—¿Estás bien? —pregunta Rosie con un dejo de angustia.

—Sí, princesa, estoy bien —le asegura él, mientras las palabras de Thaile resuenan en su mente: "A ti y a Marc jamás les haría daño."

La preocupación se disuelve al ver el alivio en el rostro de su hija mientras la abraza.

—Ves, te dije que lo iba a devolver —comenta Nicolás con una sonrisa triunfante—. Solo no quería que se casara con Cruela.

Rosie le lanza una mirada cargada de exasperación a Nicolás, mientras Marc no puede evitar reírse ante las ocurrencias de los niños.

—¿Señor? —Alice aparece en la escena, sorprendida al casi dejar caer la charola con limonada que llevaba para los niños.

—¿Dónde está todo el mundo? —pregunta Marc, buscando respuestas.

—Buscándolo, señor —tartamudea Alice, aún recuperándose de la sorpresa.

Marc saca su teléfono del bolsillo, lo enciende y se encuentra con una avalancha de notificaciones: llamadas, mensajes y actualizaciones en redes sociales invaden la pantalla de bloqueo. Desliza rápidamente para llamar a su querido hermano, quien le asegura que estará allí en minutos.

A su lado, los niños continúan con sus juegos mientras él espera, y unos treinta minutos después llegan Roger, Elías y su esposa, seguidos de Charlotte, que se cuelga del cuello de Marc con alivio, y el general Zhang.

—¡¿Estás bien?! —pregunta Charlotte con evidente preocupación. Marc asiente, apartándola con suavidad para evitar un beso que ella parecía a punto de darle.

—¡Esta vez tu hija se pasó, Blanca! —reprocha Roger, abrazando a su hermano con fuerza.

—Lo siento, yo... —trata de disculparse Blanca, pero Marc la interrumpe con un gesto sorprendentemente comprensivo.

—¿No vas a decir nada, papá? —continúa Roger, alterado.

—¡Alice! —grita Elías, y ella aparece de inmediato a su lado—. Llévate a los niños.

Alice, con un gesto de asentimiento, toma a los niños y se los lleva, a regañadientes, mientras Marc observa con una mezcla de alivio y satisfacción el reencuentro con sus seres queridos.

—Ofrécele una disculpa a Charlotte —exige Elías a su hijo, la voz firme y autoritaria.

El murmullo que llenaba el ambiente se disipa, y por primera vez Marc se atreve a sostener la mirada de su padre. La tensión en la habitación se vuelve palpable.

—¿Pero por qué, papá? No fue su culpa... —defiende Roger, visiblemente frustrado.

—Porque lo conozco tan bien como para saber que no estaba tan secuestrado como decía —alega Elías, su voz cargada de desdén—. De lo contrario, no estaría tan tranquilo. Todo un estado no se vuelve loco por un secuestro fingido.

—Pero, papá... —Roger intenta continuar defendiendo a su hermano, pero la mirada que le lanza Elías lo silencia de inmediato.

—Atrévete a negar que no hubo algo entre tú y esa mujer —le gruñe Elías a Marc. La tensión entre los Turner crece de forma abrupta, y Charlotte parece a punto de desmoronarse bajo la presión de la situación.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora