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Marc.

El mal sabor de no haber obtenido una respuesta de ella sigue rondando mi mente, mientras mi equipo se reúne para organizar la rueda de prensa. Roger da indicaciones, pero apenas les presto atención. Entre Lena—bueno, Thaile—y Francisco, que decidió desaparecer justo cuando más lo necesito, mi cabeza da vueltas.

Me acerco a la ventana y veo a los reporteros afinando sus equipos, vigilados de cerca por mis guardaespaldas.

—¿Seguro que no va a venir? —me pregunta mi hermano.

Le niego con la cabeza.

—Ella fue muy clara, quiere tiempo y yo se lo voy a dar.

—No tenemos tiempo... —me responde con frustración—. Tenías que convencerla de estar aquí y limpiar juntos su imagen.

—Lo sé, ¿pero qué esperabas? —le refuto—. ¿Que la obligara? No. Además, no entiendo por qué hacen tanto escándalo por el hecho de que dos personas adultas y solteras hayan tenido sexo...

—Pues, hermano, lamento decirte que tú no eres cualquier persona —me recuerda—. ¿Ves por qué no quise entrar en la política?

—Hiciste bien, hermano —me río sin ganas—. Ahora, mejor dime si hay algo sobre quién colocó las cámaras y el micrófono.

—Nada, se hizo un registro a cada empleado de la mansión y no se halló nada.

—Maldita sea —gruño—. ¿Francisco ya se reportó?

—Contacté a las chicas con las que se lo vio anoche, pero todas juran que él salió de ese bar sano y salvo. Y el guardia de su piso me aseguró que no se apareció en toda la noche.

—Esto ya no me gusta...

—Dímelo a mí, tengo un mal presentimiento, Marc.

—Descuida, las malas noticias siempre llegan primero —trato de confortarlo—. Ya verás como nos sorprende diciendo que se fue de viaje con alguna de sus amigas...

—Eso espero.

Nuestra conversación queda interrumpida cuando Charlotte irrumpe en mi oficina.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto, claramente molesto.

—Primer escándalo y ya renunció —azota su bolso en mi escritorio—. Espero que después de esto te convenzas de que no es la indicada.

—Charlotte, no estoy para tus cosas ahorita.

—Lo sé, cariño —se me acerca y se engancha de mi brazo—. Por eso estoy aquí, como siempre, para acompañarte.

—No creo que sea necesario —interviene Roger.

—Claro que sí —replica ella con desdén—. Diremos que lo de esa mujer fue solo un desliz pasajero, pero que continúas conmigo.

No puedo creer lo que estoy oyendo.

—Olvídalo, no voy a decirle a la prensa que regresamos —niego de inmediato.

—Cariño, no tienes muchas opciones —insiste—. Tus adversarios te están devorando por ese maldito video, que por cierto, espero que Rosie nunca vea.

—Gracias por el aliento, pero ya te dije que no —responde Roger, lanzándole una mirada fulminante.

—Marc, esa mujer te rechazó —Charlotte sigue insistiendo—, y acaba de demostrar que no tiene madera para acompañarte en el Senado.

—Basta —la interrumpo—. Déjanos trabajar en paz. Si necesitamos algo de ti, te avisaremos.

—Está bien —cede, aunque no sin antes lanzar su último dardo—. Pero recuerda que yo, tu mujer y madre de tu única hija, siempre estaré aquí para apoyarte.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora