— ¿Pequeño? ¿Por qué no juegas con tus amiguitos? —preguntó una maestra acercándose a mí mientras me mecía solo sentado en uno de los columpios.
— Ninguno quiere jugar conmigo —respondí triste.
Nadie quiere a los niños nuevos, no tengo con quien divertirme, no es justo, yo no quiero estar aquí.
— ¿Estás bien? —preguntó nuevamente asentí con la cabeza—. ¿Quieres jugar conmigo? —negué de igual forma—. Bien, estaré adentro si te hago falta, ¿de acuerdo? —volví a asentir la maestra se marchó.
Me mecía tranquilo viendo a los otros niños jugar, yo también quería jugar pero...no me gusta hacer cosas nuevas, me dan miedo.
De repente noté que una niña corría en mi dirección, me sorprendí y bajé del columpio corriendo en dirección contraria a ella.
— ¡Espera! —gritó la niña—. ¡No corras!
Pero si es ella la que me está persiguiendo.
Me escondí tras un árbol, estaba agitado, me asomé para ver dónde se encontraba la pequeña loca pero no vi a nadie, suspire aliviado.
— ¿Por qué te escondes? —di un salto del susto viendo a la niña agachada frente a mí mirándome atenta.
— ¿Cómo hiciste eso? —pregunté en un tono bajo, agachándome y recostando mi espalda del tronco del árbol.
Ella es la primera que me ha hablado.
Se encogió de hombros — ¿Por qué te escondes? —volvió a preguntar ignorando mi cuestión.
— Yo, no sé —respondí, de repente me sentí acorralado.
— Mi mamá dice que cuando alguien se esconde es porque tiene miedo de ser visto y arriesgarse a vivir —Me miró curiosa, con sus dos grandes ojos azules posados en mí—. ¿Tú tienes miedo?
— No —bajé la vista al suelo, creo que con sus ojos puede ver mi mentira.
Pero no es una mentira mala, es una piadosa.
— Oye, yo quiero ser tu amiga, ¿podemos ser amigos? —levanto mi vista a ella, me sonríe mostrando sus dientes blancos, lo dudo por un momento—. Prometo que nunca te dejaré solo, así ya no tendrás miedo —extendió una mano hacia mí—, pero a cambio tú debes prometer lo mismo.
Tomé su mano — De acuerdo, te lo prometo —sonreí feliz, ahora tengo a mi primera amiga
— Bien, ahora que somos amigos debemos ponernos apodos lindos —dijo emocionada—. Yo te llamaré gatito, porque me gustan mucho, como tú.
Eso me sacó una sonrisa — Y yo te llamaré Bonita, porque eres muy linda —Sus mejillas por un momento se tornaron de un color rosado muy bonito mientras lucía una sonrisa hermosa, me gusta mucho su sonrisa.
(...)
— Vamos, de pie, ¿o eres demasiado débil? —Una patada a mi costado llega sacándome el aire.
Un niño mayor me golpea, me había quitado mi dinero y cuando traté de recuperarlo comenzó a pegarme.
— Eres una nenaza —dice y esta vez la patada llega a mi espalda.
— Por favor —pido con lágrimas en los ojos y mi voz es opaca.
— ¿Qué dices nena?
— ¡Oye! ¡Ya déjalo!
« Esa voz. »
Levanto un poco mi cabeza y la veo, es Bonita, está a unos metros de mí y se ve enojada, se comienza a acercar y trato de moverme, no quiero que venga, sólo deseo que se aleje de aquí, sin embargo el pie de aquel niño se posa sobre mi espalda no permitiéndolo.
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Perfectamente imperfectos
Teen FictionUna chica con un pasado incierto causa la curiosidad de uno de los herederos más poderosos de la universidad privada a la que asiste. Un chico bajo la presión social de su padre tiene la ideología de que debe ser la imagen de la perfección. Un reenc...