Capítulo 60: Salir del Closet

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Pov Alexa

El restaurante esta noche está bastante vacío, me recuesto del mostrador y miro el reloj de pared, faltan cinco minutos para que mi turno termine.

A mi lado Verónica suspira triste — Extraño a Lian —expresa.

Le sonrío y pongo una mano en su hombro — Estará bien.

— ¿Cómo lo sabes? —Me mira con un puchero—. Desapareció de la noche a la mañana.

— Estoy segura que esté donde esté, es más feliz —aseguro y ella asiente con la cabeza.

— Eso espero —dice y me rodea para ir a atender una mesa.

Escucho la campana de la puerta y volteo viendo a mi sexy pelinegro trajeado entrar a la cafetería.

Nunca lo admitiré en voz alta, pero los trajes son lo suyo.

Sus ojos se clavan en mí y sonríe acercándose.

— Hola Bambi, tu turno está a punto de terminar, ¿quieres dar un pequeño paseo? —pregunta coqueto.

— ¿Viniste a secuestrarme? —cuestiono burlona.

— Con tu consentimiento claro —Me guiña un ojo y río por lo bajo.

— Dame cinco minutos —pido y se inclina sobre el mostrador besando mi frente.

Ese pequeño acto siempre me hace sentir cálida.

— Te espero en el auto —Susurra sobre mi piel y da media vuelta regresando sobre sus pasos.

Inmediatamente una curiosa chica corre hacia mí.

« Ay no. »

— ¡Si se gustan! —chilla por lo bajo—. Yo siempre los shipee —asegura orgullosa.

— No armes escándalos —pido.

— ¿Desde cuando?, ¿cómo?, ¿no se odiaban? —ataca.

— Una semana y media, larga historia, sí —respondo divertida.

— Te enamoraste de tu "no cita" —Se burla.

En ese momento llegan a suplirnos.

— Ya deja el chisme, vayamos a cambiarnos —digo moviéndome hacia el cambiador.

Minutos después salgo del local donde trabajo viendo a Dylan.

— ¿Lista para nuestra noche juntos? —pregunta.

— Por supuesto —respondo entrando al asiento del acompañante.

El monta en el asiento del conductor y me observa.

— ¿A dónde quieres ir?

Río.

— ¿Viniste a secuestrarme y no sabes a donde ir?

Se encoge de hombros.

— Tu escoge —dice sencillamente.

En mi interior río perversa — Quiero ir a ver Netflix en mi casa —digo y sonrío con inocencia.

— De acuerdo —responde—, hagamos palomitas con queso, ¿te parece?

— Si —asiento fervientemente con la cabeza.

(...)

Beso los labios de Dylan haciéndolo retroceder hasta que choca con la meseta de la cocina, mi lengua de abre paso entre sus labios y sigue el ritmo frenético de los míos.

Coloco una mano en la meseta, a uno de sus costados, y con la otra acaricio su miembro sobre el molesto pantalón.

Me separo de sus labios y beso su cuello mientras desato su cinto, echa la cabeza hacia atrás dándome mejor acceso.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora