Capítulo 64: Amortentia

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— ¡¿Estás loco?! —regaño a mi novio.

Luego de haber dejado a mi amiga en mi casa ya que me pidió quedarse esa noche conmigo fui a la casa de Dylan y ahora tenía a mi pelinegro dándome el visto de indiferencia.

— Estaba aburrido —hace un ademán de manos restándole importancia al asunto.

— Te hubieses tocado las bolas, ¿en serio me mandaste fotos casi desnudo mientras estaba en una iglesia?

— En primera, ya me toqué las bolas pensando en ti y solo me dejó con ganas de ir y arrastrarte de esa iglesia —dice con una sonrisa maliciosa y se acerca a mí, colocándo una de sus manos en mi cadera y atrayéndome a su cuerpo—. No te enojes —pide—. Además, no creo que Dios te perdone por leer erótica —Me guiña un ojo y muerde su labio inferior—, seguro te sonrojaste, adoro ver como tus mejillas se encienden.

Me averguenzo y él ríe.

Lo empujo apartándolo de mí.

— Te odio Dylan, maldita sea.

Él vuelve a reír y se acerca abrazándome y frota su mejilla con la mía — Yo también te amo mi hermosa bipolar.

— Yo no te amo, te odio —digo más avergonzada tratando de soltarme y me carga en brazos hasta lanzarnos a ambos a la cama, quedando abrazado a mi torso y con su rostro escondido en mi pecho—. Te odio imbécil —mascullo.

— Me odias por lo que te hago sentir —aclara—. Cuando detestas algo porque te hace sentir demasiado, eso se llama amor.

— Deja de decir estupideces —pido y ambos quedamos en silencio por unos minutos—. Dylan.

— ¿Mjm?

— ¿Puedes tocarme una canción? —pregunto y se separa un poco de mí, observándome sorprendido.

— Tú odias la música —Me recuerda y sonrío, acariciando su mejilla.

— Pero me gustas tú —respondo y me mira con ternura—. Adoro verte concentrado en lo que amas hacer.

Dylan se inclina hasta besar mi frente y se pone de pie, acercándose a la guitarra que tiene en su habitación y la saca de su soporte, se sienta en el extremo de la cama y comienza a tocar.

Sus dedos se deslizan por las cuerdas arrancando dulces melodías, cierro mis ojos, dejándome llevar por la música.

Normalmente siempre recuerdo el día en que todo en mi vida dio un giro de 180 grados, sin embargo esta vez no. Siento mi corazón cálido al recordar el primer día que entré a la universidad y enfrenté al chico perfectamente imperfecto.

Sonrío cuando recuerdo haberlo lanzado a la piscina luego de que me derramara su cerveza, el como me ayudó con su hermano y en el proceso, me enamoró. Todos esos momentos que pueden parecer insignificantes son los que borran aquel incidente de hace tantos años.

Abro mis ojos viendo a Dylan, él observa sus manos al tocar, concentrándose y sonríe mientras lo hace, tal vez esta es la misma sensación que él sentía al verme leer un libro.

Supongo que la música no es tan terrible cuando proviene de la persona indicada

Él se detiene, dejando la guitarra a un lado y me observa — ¿Qué te pareció? —pregunta nervioso.

Gateo sobre el colchón hasta quedar sobre sus piernas y beso sus labios, lo siento sonreír sobre los míos mientras me ajusta a su cuerpo.

— Me encantó, fue hermoso —aseguro.

— Es la melodía de la canción que estoy haciendo pensando en ti —acaricia mi mejilla y cierro mis ojos, buscando más contacto de su palma.

— Fue increíble, tienes un gran talento.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora