Capítulo 63: Iglesia

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Pov Alexa

— Hola Novata —saluda Kail extendiéndome su puño y choco este con el mío sin despegar los ojos de mi libreta—. ¿Estás bien? —pregunta y se sienta sobre mi puesto.

— No, no sé que demonios voy a traer para mi "trabajo psicológico" —hago comillas en el aire con mis dedos imitando la voz del profesor y él ríe.

— Solo debes traer algo especial para ti.

Le observo de reojo.

— No creo tener nada —expreso.

El problema no era llevar algo a clases, sino el hecho de explicar el por que de su importancia para nosotros.

— Si que eres un misterio Novata, trae cualquier cosa.

Bufo.

— No quiero traer algo —mascullo molesta—. No estamos en primaria como para tener que hacer esto.

— Ya lo resolverás, estoy seguro —expresa.

Sonrío hacia él.

— Gracias.

— No hay de que —remueve mi cabello y baja de la mesa caminando hacia su puesto.

En estas dos últimas semanas Kail ha sido muy buen compañero, es muy carismático y amable, no como el montón de payasos de sus amigos a quienes ya golpee por tratar de pasarse de la raya.

Por lo menos captan a la primera, eso se los reconozco.

— ¡Lex! —chilla Camila entrando al salón y corre hasta mí, abrazándose a mis hombros y apoyando su barbilla en mi cabeza—. Dime que hiciste la tarea de expresión gráfica —pide.

— No la hice —digo con sinceridad y se aparta de mí, me mira con los ojos entrecerrados.

— Irresponsable —dice y me carcajeo.

Camila es una de las chicas del salón, de hecho, es la única que se ha atrevido y querido cruzar más de tres palabras conmigo luego de que le pateara el trasero a los amigos de Kail.

Es muy divertida y dinámica. La observo pedir a todos por la tarea, y volver a sentarse a mi lado.

— Que difícil es conseguir a una persona responsable en estos días —comenta recogiendo su cabello medianamente corto y de color morado con una liga azul.

— Deberías comenzar a hacer tus tareas —sugiero y me saca la lengua.

Niego con la cabeza y vuelvo mi atención a lo que estaba haciendo.

(...)

— Lex, ayúdame —pide Camila mientras almorzamos en la cafetería luego de ver un mensaje que le había llegado.

— ¿Qué pasa? —pregunto

— Mi madre quiere que vaya a la iglesia con ella.

Me encojo de hombros — Ve.

— Ven conmigo —pide y la miro incrédula.

— Que Dios te proteja —expreso y lloriquea.

— No me dejes con ese demonio.

— Es tu madre —Le recuerdo.

— No le quita lo demonio —refuta.

Su madre es muy estricta y cada vez que suelen salir juntas a solas le lee una cartilla extensa de como debe comportarse una mujer en la sociedad y que debe buscar un marido adinerado para levantar cabeza porque la Arquitectura es un trabajo "de hombres" y no la llevaría a ninguna parte.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora