Capítulo 4: Lo pagará

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Pov Dylan

— Dylan, debes hacer algo con esa chica —decía Óliver.

Y sí, era cierto, hay muchos rumores, Alexa debía pagar, las personas comienzan a perder el respeto por mí, es demasiado rebelde, y yo deberé ser quien la dome.

La observo desde mi asiento, ella ahora se sienta en la segunda fila, y a pesar de mantener un bajo perfil no puede evitar llamar la atención, porque así es ella, sólo su presencia clama ser vista.

En la hora de almuerzo puedo verla, está sentada sola de nuevo, esta chica realmente es un misterio.

— ¿Qué pasa Alexa? Sé que no eres la de mejor presencia pero al parecer también hueles mal, ¿acaso nadie puede soportar comer contigo?

Ella simplemente se queda callada y sigue comiendo, realmente me molesta.

— ¿No tienes lengua para hablar?

Alexa dirige su mirada a mí, tan serena e imparcial como siempre.

— No me interrumpas mientras te ignoro, gracias —Y desvía su mirada de nuevo a la comida.

Levanto mi cabeza tomando paciencia y estoy al punto de irme cuando vuelvo a oír su voz.

— Y por cierto, si tengo lengua, pero prefiero usarla para motivos mucho más grandes que los tuyos.

Escucho que a algunos alumnos en las mesas cercanas se le escapan unas risas y miro indignado a la castaña.

— Gracias por la indirecta, te la puedes meter por el culo —Le respondo en un tono fuerte.

— Estoy segura de que el tuyo está más abierto a esa oferta.

Estoy a punto de responderle cuando unos brazos rodean mis hombros apartándome de la mesa donde se encuentra la chica y yo sólo quiero volver para hacerla comerse sus palabras.

— Suéltame —exijo.

— Si quieres que te humillen más, por supuesto —comenta Justin—. Respira y tranquilízate.

Así lo hago, volviendo a mi calma. Ambos nos sentamos en una mesa y me mira divertido.

— Así que es cierto, hay una chica que te está tocando las bolas inexistentes —Mi mirada estoy seguro de que no le auguró nada bueno ya que levanta las manos en señal de inocencia—. No lo digo yo, lo dice ella.

— Ni que alguno de los dos me las hubiese visto.

— Ni quiero —asegura y voltea, la mira y sonríe—. Me agrada.

— Es una molestia —digo yo comenzando a almorzar—. Por cierto, hace mucho no nos reunimos para almorzar.

Justin es mi primo, pero es como un hermano para mí, un año mayor que yo, a pesar de que él debía asumir la responsabilidad de la empresa de su padre decidió abrir su propia constructora, así que me toca a mí asumir.

Su cabello es castaño oscuro y sus ojos son marrones claros.

— Estuve muy ocupado, últimamente almorzaba muy tarde —responde encogiéndose de hombros—. Pero escuché que una chica te había pateado el trasero más de una vez y quise verlo por mí mismo —ruedo los ojos—, al parecer si es cierto.

— No molestes Justin —aviso.

— Esa chica es muy interesante.

— Es odiosa, fea y desagradable, todo su cabello está revuelto y ¿has visto sus pecas?

Él ríe y yo frunzo el ceño.

— Al parecer le has puesto mucha atención —comenta divertido—. ¿Y fea? —pregunta incrédulo—. No sabía que tenías problemas de la vista hermano —bufo.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora