Capítulo 36: Derribar espacios

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Conduzco a casa y de reojo voy observando el revés de mi brazo.

« Bambi está loca. » Pienso volviendo mi vista a la calle.

Estaciono mi auto en la cochera y al abrir la puerta de mi casa veo a mi tío sentado en el sofá.

Su mirada se posa en mí y se pone de pie.

— Dylan...

Me acerco a él y lo encaro.

— No me importa lo que pienses, no voy a dejar la música, no voy a abandonar lo único que me hace sentirme libre —aclaro mirándolo directo a los ojos—. No voy a dimitir —aseguro con firmeza.

Luego de unos segundos de una batalla de miradas él suspira cansado.

— De acuerdo, haz lo que quieras —cede y toma el portafolios de sobre el sofá—. Solo me quedé, para pedirte disculpas.

Tras sus palabras se marcha de mi casa.

Tomo paciencia y froto mi nuca, ha sido un buen final para este día, supongo. Camino hasta el baño para lavar mis manos y en ese momento vuelvo a ver el grabado.

Lo pienso por unos segundos y saco mi teléfono de mi bolsillo, activando la cámara y le tomo una foto al escrito. Vuelvo a guardar mi teléfono y limpio mi piel de aquella tinta azulada.

Pov Alexa

Han pasado dos semanas en las que los profesores quieren destruirnos. Ellos nos odian, no tengo pruebas pero tampoco dudas.

Ayer fue mi cumpleaños y mis amigas me arrastraron hasta una cafetería donde me invitaron todo lo que pudiese comer.

Mi mente ríe malvada al recordar sus caras al ver el precio de toda la comida, casi les da un infarto.

Me dieron algunos regalos y pasamos un buen momento.

También me he estado preguntando el por qué Archer vive tan obsesionado con los estándares que le imponen. Aquel día mientras durmió en mi regazo murmuraba cosas sobre no dejar la música y algo sobre control.

Tal vez le estoy prestando demasiada atención.

¿Ahora? Bueno...tengo una exposición de Análisis de formas arquitectónicas con Dylan y me estoy rompiendo la cabeza.

Los profesores deben shipearnos, últimamente quieren que hagamos todos los proyectos juntos.

Mi mente se vuelve un lío mientras observo aquellas preguntas y recuesto mi cabeza de la mesa.

— Hola —Un saludo casi inaudible hace que salga de mis pensamientos de dimitir a la universidad, mudarme a otro país donde nadie me conozca y comenzar una nueva vida.

— Hola —respondo el saludo de la azabache frente a mí vestida con el color rosa pastel que tanto detesto, pero bueno, a ella le queda lindo, se ve como un cupcake—. Eres Rosalía, ¿cierto? —pregunto recordando su nombre, hace tres días se transfirió a nuestra escuela, pero no me había dirigido la palabra.

— Ammm...yo... —titubea al hablar.

— ¿Necesitas algo? —pregunto confundida.

Se acerca un poco hasta que quedamos extremadamente cerca.

— ¿Puedes presentarme a ese chico? —susurra tratando de que todo se quede entre nosotras.

La observo confundida.

— ¿Chico? ¿Qué chico? —Ella hace una ceña con su barbilla y miro hacia atrás, viendo al pelinegro odioso y frustrado tratando de resolver las mismas actividades que yo. Volteo hacia ella nuevamente—. ¿Te refieres a Archer?

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora