Capítulo 8: Cita

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Ana duerme tranquilamente y yo la observo sentada en una silla. Los doctores han dicho que en la mañana podrá ser dada de alta.

Yo no fui la única que sufrió con ese incidente. Mi hermana con apenas la mayoría de edad cumplida tuvo que encargarse de una niña de 9 años que sufría, que todas las noches le preguntaba sobre sus padres, que lloraba al dormir junto a su hermana aunque ella lo hiciese en silencio.

Porque tuvo que ser fuerte por las dos.

Y por más que pasen los años, nunca terminaré de estar agradecida y orgullosa de la persona en que se convirtió, una buena madre, un hermana cariñosa, una novia ejemplar y una cantante talentosa.

Es cierto, aborrezco todo lo que tenga que ver con la música, pero nunca podría odiar a la persona que tanto estuvo ahí para mí.

— Te amo hermana —susurro.

(...)

— No tenías por qué acompañarme —Se queja Ana cuando la furgoneta se detiene frente a su gran departamento.

— Claro que sí, no te dejaría sola. Le daré una patada a Christiam por no acompañarte —Le digo refiriéndome a su novio.

— Debía ir a una entrevista por los dos, perdónalo —pide y me guiña un ojo.

— Vale, lo haré.

Ambos son un dúo desde que tenían veinte años, no tengo dudas de que no se separarán.

— Veamos películas mientras cenamos, como en los viejos tiempos —dice feliz Ana y asiento.

Hace mucho no pasamos tiempo de calidad, desde ahora me aseguraré de darle más prioridad en mi día.

— Nada de Mohana —Me quejo cuando ya está frente al televisor.

— Pero Mohana es mi favorita —hace un pequeño puchero y me rinde.

— De acuerdo —conciento.

— ¡Sí! —chilla como niña pequeña y busca la película.

(...)

Ayer pasé todo mi día con Ana pero ya hoy debo volver a la universidad, o mejor dicho, el estés.

Al llegar cuatro lapas se pegan a mí, las miro extrañada.

— ¿Pasa algo?

— Nos lo tenías bien escondido —canturrea Vivian.

— ¿De qué hablas? —pregunté.

— ¿De qué va a ser?, el beso con Dylan, ¿están en una relación secreta? —pregunta Mónica con sumo interés.

« Ahhh, el beso. » Si ella no me dicen no lo recuerdo.

— Él estaba jugando con sus amigos —aclaro—, al parecer yo era la moneda de intercambio, y le enseñé que no soy un puto juguete, punto.

— ¿Entonces hicieron una clase de juego contigo? —preguntó Erika molesta

— Así es, hubo un momento en que miró hacia ellos quienes nos observaban, por eso me di cuenta.

— Desgraciado —masculla Vivian.

— ¡Eres la puta ama Lex! —exclama emocionada Sheyla y las cinco reímos.

Pov Justin

A la salida de la escuela me dirijo a la biblioteca, entro en esta y dejo el libro que pedí prestado hace tres días.

Camino por los estantes y estoy al punto de tomar un libro cuando noto como alguien del otro lado de la repisa hace lo mismo.

Me agacho un poco para ver entre los estantes y sonrío al toparme con unos ojos azul cielo hipnotizantes.

Perfectamente imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora