CAPÍTULO UNO.

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Escuché con atención todo lo que estaba diciendo la maestra Lory Castle, sus ojos azules se movieron por toda el aula de clases que estaba repleta con al menos sesenta y cinco estudiantes. Me senté recta e intenté realmente entender como su clase denomina "Catedra y razón humana" podría ser una de las más importantes de la universidad.

Mis ojos color miel se movieron hacia mi mejor amiga que estaba sentada a mi lado, Maria del Mar me devolvió la vista con aburrimiento y yo realmente deseé huir de ahí y del estúpido vómito verbal que tenía la señorita Castle.

—Es importante entender que la consciencia es algo que podemos no solo interpretar, sino también otorgar —decía ella— está en nosotros, pero puede estar también en los demás.

Fruncí el ceño y clavé mis uñas amarillas en la madera de mi escritorio.

—Tengo treinta y un años y descubrí que podía compartir mi consciencia con otras personas a una edad temprana, lo hice cuando fui capaz de percibir que la experiencia ajena siempre sirve al individuo lejano.

Eso no tenía sentido.

—¿O sea que lo que yo viva puede ser parte de la consciencia de otra persona? —preguntó un compañero.

—Sí, eso es lo que busco resaltar hoy —ella sonrió mostrando sus perfectos dientes— tras las palabras todos podemos concientizar a otras personas y...

—Qué mujer tan aburrida —susurró Maria del Mar— ¿Cómo es posible que vaya a casarse con el hombre de mis sueños?

No presté atención de la morena a mi lado, porque estaba ocupada escuchando la mierda verbal de la otra.

—O sea qué —levanté mi mano para ganarme la atención de ella— ¿A través de las palabras yo puedo mostrarle y entregarle mi dolor sobre algo a otra persona? —pregunté.

Los ojos azules de ella se enfocaron en mí.

—Sí, más o menos.

—Eso es pura mierda —solté en voz baja, pero al parecer ella me escuchó, porque una de sus cejas se enarcó.

—¿Disculpe, señorita Hess?

Maria del Mar negó suavemente con la cabeza haciéndome saber que debía continuar callada, sin embargo, me senté más recta y sin importarme las miradas de mis compañeros, hablé:

—Eso que dice usted es totalmente falso —aseguré— nadie puede generarle consciencia a nadie y mucho menos con palabras.

—¿No?

—No —aseguré—. Cada uno de nosotros tenemos un nivel de consciencia que se ha desarrollado basándose en nuestras propias experiencias, no importa que tanto yo cuente algo que he vivido y sé, estoy segura de que aquí nadie tendrá la consciencia para tratar el tema, porque claramente nunca lo ha vivido.

Ella no dijo nada, me miró con fría calma.

—Mi madre murió hace casi un año y yo tengo consciencia de lo que no es tener una madre y pasar por su ausencia. Lo sé porque he vivido mi experiencia personal y ahora todos lo saben y lo entienden porque yo lo dije, aun así, no concientizan lo de no tener una madre porque la mayoría aquí la tienen —siseé— por tal, maestra, lo que usted dice es totalmente herrado.

Un denso silencio se llenó por todo el lugar, mis compañeros me miraron fijamente y Maria del Mar se atragantó con su propia tos.

—¿Ya terminó de hablar, señorita Hess? —Preguntó la maestra.

—Sí, a menos que quiera debatir conmigo.

No tenía sentido eso que estaba diciendo, obviamente las experiencias ajenas servían para darle un nivel de contexto a otras personas, pero jamás para concientizarlas. La conciencia no se daba, aquella se ganaba con vivencias.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora