CAPÍTULO NUEVE.

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Mis piernas estaban temblando justo en ese momento cuando me bajé de la camioneta del maestro Vandeleur

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Mis piernas estaban temblando justo en ese momento cuando me bajé de la camioneta del maestro Vandeleur. Aquellas no estaban débiles por lo que había pasado hacía unos minutos con el rubio —más tarde procesaría aquello—. Mi terror en ese momento estaba ligado al hecho de que mi madrastra me había visto subida en el auto de Aleksander y lo peor era que lo conocía.

¡Ella había dicho su nombre!

¡Ella lo conocía!

Aquello no debería haberme sorprendido mucho, después de todo Maria del Mar en algún momento me había contado de que el rubio llevaba tres años en la universidad en donde esporádicamente daba clases en el curso de artes antes de volver a Alemania cada vacación, por tal y teniendo en cuenta de que mi madrastra también era maestra universitaria en el mismo lugar, era muy posible que ambos se conocieran desde hacía mucho.

Los ojos de mi madrastra me recorrieron por todas partes con frío cálculo cuando ambas llegamos al escampado de la casa, me tensé con fuerza al ver que el rubio también se había bajado de la despampanante camioneta y nos había seguido hasta donde estábamos las dos.

—¿Por qué él te trajo, Francheska? —Preguntó directamente ella sin esconder su desconfianza.

Tragué con fuerza y mis ojos fueron a los del rubio y me estremecí internamente cuando su mirada fría y verde dio con la mía.

—La traje porque se sentía indispuesta —habló él por mí con su habitual calmada y neutra voz—. Tengo entendido que la señorita Hess se accidentó hace unas semanas.

—Sí, se cayó —asintió Zandra— ella no puede evitar ser torpe, mantiene en las nubes.

—Resbalar y caer no tiene por qué ser sinónimo de torpeza —la miró a ella con frialdad— solo fue un accidente, señora.

Zandra asintió y miré nerviosa hacia la puerta de la casa temiendo que mi padre saliera también.

¿Qué diría él? ¿Mal pensaría de mí? ¿Se enojaría? ¿Me echaría...?

—No me llames señora, Dreey —se quejó ella— tan solo tengo treinta y dos, sigo siendo joven.

Ella sonrió en modo de broma y él solo se dedicó a asentir sin más, pero no correspondió la sonrisa.

Zandra preguntó algo más y yo exclusivamente me puse temblar ahí bajo la tensión que se respiraba en el momento.

—Entonces... —ella se centró de nuevo en mí— ¿Cómo te las arreglaste para molestar a Dreey tan tarde en la noche? ¿Hiciste una pataleta para que te trajera?

—Claro que no —siseé— el maestro se ofreció...

—Y tú aceptaste obviamente —me riñó— ¿Acaso no podías venirte en una buseta o algo así? ¿Qué crees que opinarán las personas si te ven en el auto de tu maestro de la universidad? ¿Qué pensará Lory de ti siendo mi hijastra?

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora