CAPÍTULO DIECISIETE. I

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¿Tienen Twitter? Si es así, vayan a seguirme: luz_ kaa_ mañana les subiré un adelanto de infarto sobre la segunda parte del capítulooo 😝

Sin más, espero que el capítulo les gustee 😘

Nunca entendí muchas cuestiones mientras crecía y constantemente me encontré confundida por ciertas cosas que decían las personas, ya que todo me lo tomaba literal, no podía evitarlo, ni siquiera cuando fui mayor

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Nunca entendí muchas cuestiones mientras crecía y constantemente me encontré confundida por ciertas cosas que decían las personas, ya que todo me lo tomaba literal, no podía evitarlo, ni siquiera cuando fui mayor.

Siempre pensé que merecía todo lo que me decían y hacían. ¿Cómo podía ser diferente? Después de todo fue a los diez años de edad cuando escuché una frase que cambió mi vida para siempre.

«Uno cosecha lo que siembra, la vida te devuelve aquello que mereces y a Dios no se le reniega nada.»

Mi maestra del colegio siempre decía aquello cuando yo lloraba debido al trato que me daban mis compañeros, constantemente me repitió que no debía quejarme por nada, que Dios siempre hacía difícil nuestro camino para que fuéramos valientes más adelante. Ella me dijo que debía soportarlo todo, porque las lecciones servirían en el futuro y...

Yo lo creí.

Siempre lo hice.

Si algo malo me sucedía, yo simplemente lo aceptaba porque estaba segura de que tendría una recompensa por mi bondad.

Aun así, dolía, dolía demasiado el tener que cosechar cosas que yo jamás hice. Nunca fui mala con mis amigos, siempre quería jugar con ellos. ¿Por qué se burlaban de mí? ¿Lo merecía?

Probablemente.

Tenía diez años cuando una tarde mamá me encontró llorando en el jardín trasero de la casa de mis abuelos, decidí hacerlo en soledad porque no quería que nadie más se diese cuenta de que estaba renegando el desafío que Dios me había dado.

No quería quejarme, la maestra decía que solo podíamos agradecer todo lo que llegaba a nuestra vida, después de ahí, solo se podía afrontar lo que nos envolvía con una gran sonrisa en el rostro y una esperanza infinita de que quizá todo en algún momento cambiaría.

—¿Estás llorando? —esa fue la primera pregunta que hizo madre, cuando se acercó a mí con las cejas levantadas—. ¿A que se debe esto, amor?

Alejé mis ojos de ella y volví a centrarme en las flores que tenía al frente. Mamá nunca me regañaba directamente por llorar, de hecho, siempre se encontraba curiosa por mi llanto o mi risa.

—¿Vas a ignorarme? —cuestionó y se arrodilló a mi lado frente a las flores que yo estaba destruyendo—. ¿Qué culpa tienen mis hortensias de tu enojo, querida?

Detuve rápidamente mis manos y sollocé en voz baja, sintiéndome más molesta, pero al mismo tiempo culpable.

—Lo siento —me disculpé y sequé mis mejillas.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora