CAPÍTULO TREINTA Y DOS.

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Espero que el capítulo les guste mucho. :)

DREEY

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DREEY.

—¿Tiene cáncer? —preguntó casualmente la peliblanca, mientras se sentaba en una de las sillas de mi sala de estar y cruzaba las piernas.

—Sienna —se quejó Dalkon, pasando una mano por su rostro de manera agobiada.

Él llevaba días sin dormir.

—Por supuesto que no —la miré con frialdad, respondiendo a su pregunta.

—Entonces deje de darle vueltas al asunto —ordenó—. Han pasado tres días desde que le dijeron sobre su diagnóstico, no es la gran cosa, esos doctores son unos idiotas.

No respondí.

—La anemia por falta de hierro y deficiencia a otras vitaminas, si es tratada, no tiene por qué ser mortal.

Me tensé.

—Ella no tendría por qué estar enferma.

—Podría estar totalmente sana en tres meses, solo necesita comer mejor, no es nada del otro mundo el sentirse débil.

Para mí sí lo era.

—Su padre ha sido totalmente descuidado con ella. ¿Cómo no sabía sobre su situación?

La pregunta no era precisamente para nadie, de hecho, por más que deseara desaparecer a Sienna, ella tenía mucha razón. Aquello que tenía Francheska podía ser tratable y yo iba a estar ahí para que ella cumpliera cada una de las instrucciones que había dado el especialista, sin embargo, aún no podía olvidar el trago amargo al cual me indujo la noche de su accidente.

Yo pensé que ella iba a morir.

Realmente creí que su accidente se había derivado a cosas peores y el terror me consumió porque estaba preparado para muchas cosas, entre una de aquellas estaba el hecho de que algún día tendría que separarme de su persona, pero entonces, nada de eso iba ligado a la muerte.

Yo no quería estar ni ser parte de una realidad de esas en un futuro cercano.

Daran zu denken nagte an meiner Seele.

Ya lo había comprobado de primera mano, esa frívola noche y no quería estar nunca más en ese lugar lleno de incertidumbre y completo terror.

—Lo bueno es que ahora ella está descansando. —Dalkon ofreció un poco de consuelo—. Está adolorida, pero está bien y eso es lo que importa.

Asentí.

Aquel día era cuatro de diciembre.

Casi tres días habían pasado ya desde el accidente de Francheska y apenas hacía menos de cuatro horas le habían dado de alta para volver a la casa y poder reposar, sin embargo, no todo era tan fácil y a la ligera como se veía, ya que Dalkon seguía haciéndose cargo no solo de la cuestión de la casa afectada, sino también del proceso del seguro del auto de Francheska y el papeleo y demanda económica que estaba haciendo la clínica para así mantener todo aquello bajo cuerda.

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