CAPÍTULO TREINTA Y CINCO.

63.3K 6.2K 31.9K
                                    

Espero que el capítulo les guste mucho, según yo, esta vaina de hoy se encuentra llena de muchas emocioneees. 😛

24 De noviembre del 2019 — España

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

24 De noviembre del 2019 — España.

El clima estaba errático aquella mañana, quizás era porque la noche anterior había caído una fuerte tormenta que empapó todas las calles de la ciudad e incluso inundó algunos espacios.

El día de ayer había sido triste, pero no solo por la lluvia, sino también porque fue mi cumpleaños número dieciocho y no lo había celebrado con quien tanto amaba.

Mi novio.

Respiré lentamente cuando llegué a las escaleras de bienvenida de la gran casa campestre y no me estremecí nunca, ni siquiera cuando la neblina de esa temprana mañana congeló mi piel a tal punto que la sonrojó.

En mi mano derecha estaba apretando una bolsa del supermercado, la cual estaba llena de pastillas para el dolor de cabeza y bebidas para la resaca.

Me sentía extraña y no sabía como explicarlo. Algo dentro de mí había comenzado a palpitar más despacio después de que Tristán me avisó la noche anterior de que no podía ir a mi reunión de cumpleaños —. Una reunión que yo había organizado solo para los dos—; aun así, eso no fue lo que me mató. Lo que terminó por joderme fue la llamada suya que había recibido aquel día a las cinco de la mañana.

«—Estoy enfermo, tráeme pastillas y algo para beber —había sonaba ebrio—. No tardes, Francheska».

Nunca hubo un "Buenos días, amor" un "Feliz cumpleaños atrasado" o, más importante, un: "Lo lamento por haber herido tus sentimientos, Francheska".

Llevaba cuatro años de mi vida en una relación con él, lo había conocido a los catorce y lo amé desde entonces y, aun así, Tristán con el paso del tiempo me había dicho muchas cosas, pero nunca, jamás, bajo ninguna circunstancia me dijo algo como: "Lo lamento, Francheska".

Siempre esperé que se lamentara por cómo me hacía sentir en ocasiones, pero no lo hizo y aquel día no fue la excepción.

Hice lo que me pidió. Me levanté a las cinco de la mañana, me cambié, busqué una tienda que estuviera abierta y una hora y media más tarde me encontraba ahí de pie viendo las escaleras de su casa y...

No sentía nada.

Quizá no lo hacía porque yo ya sabía qué estaba pasando ahí y jamás se había dado bien el aceptar las cuestiones que me herían.

Respirando lentamente, subí las escaleras hacia el gran portón y justo cuando iba por la mitad del trayecto. La puerta se abrió sin más y quien salió de la casa de mi novio fue una rubia que conocía muy bien.

Ella me vio y se quedó petrificada. Sus ojos claros dieron con los míos y no supo qué hacer, aparte de cerrar la puerta lentamente y mirarme apenada.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora