CAPÍTULO DOS.

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Miré el plato de carne y vegetales que tenía frente a mí y traté de no removerme ansiosa, sin embargo, claramente fallé en el intento porque mi padre me llamó la atención.

—Come Francheska —ordenó— ¿No te gustó la cena?

Lo miré rápidamente y le sonreí con fuerza deseando que él creyera que yo estaba feliz.

—Sí, está todo delicioso —metí un trozo de carne a mi boca e intenté no vomitar— ¿Lo cocinaste tú, verdad?

Asintió, tomó un poco de su vino y siguió comiendo su porción.

Tuve que hacer todo lo posible para no comenzar a llorar o a vomitar los trozos de carne que me había comido. Desde los cinco años mi madre me enseñó a ser vegetariana y, desde ahí, jamás probé carne de nuevo, no hasta que me mudé con mi padre hacía unos cinco meses atrás.

En algún momento le comenté el hecho de que no consumía proteínas de animal a excepción del huevo, pero al parecer él y su esposa lo olvidaron porque casi todas las noches en mi plato había algún animal muerto.

Podía repetírselo, lo sabía, aun así, no quería ser una molestia, no quería que mi padre me viera como un problema que nunca debió volver a su vida, no podía arriesgarme a ahuyentarlo de nuevo y que me dejara sola.

—¿Ya le dijiste a Francheska lo que el director de la universidad te contó? —preguntó de repente mi madrasta, la cual le estaba cuchareando un postre de chocolate a su pequeña hija de cinco años.

Mi cuerpo se tensó ante la mención de la universidad.

—¿Qué cosa? —tomé un poco de mi agua y miré a mi padre.

—El director de la universidad me llamó el sábado en la mañana y me comentó sobre algunos altercados que has tenido en la institución.

Mis manos comenzaron a temblar.

—¿Y cómo por qué el director debe llamarte a poner quejas? —pregunté en voz baja.

—Darson en un viejo amigo —aseguró— le pedí que mantuviera los ojos sobre ti y me informara sobre cualquier cosa que necesites.

—No necesito una niñera, padre.

—Es bueno saber eso, querida —interrumpió Zandra y me sonrió amablemente— ya tenemos suficiente con Landa, tu hermanastra es bastante berrinchosa y hay que cuidarla mucho porque...

Dejé de escuchar automáticamente cuando la conversación se trasladó hacia la hija de ella. Esa pequeña fastidiosa claramente no era mi hermana ni mi hermanastra. Mi padre se había casado con Zandra cuando Landa tenía dos años, por ende, ellos llevaban tres años de casados y mi padre había comenzado a actuar como el padre de esa niña.

¡Qué cómico!

—Lamento lo que sucedió, papá —le dije en voz baja cuando el silencio reinó de nuevo—. No es mi intención ser una problemática.

Por favor no te deshagas de mí, por favor no te deshagas de mí...

—Está bien, Francheska —asintió hacia mí— cualquiera puede fallar y perder los estribos, lo importante es darse cuenta de los fallos y frenarlos a tiempo.

Asentí.

—No vamos a juzgarte por a veces ser un poco déspota, querida —Zandra me sonrió de nuevo—. Entendemos que Jennifer no fue muy estricta contigo y a veces puedes ser un poco terca, además no llevas mucho tiempo con nosotros y aún nos falta conocernos.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora