CAPÍTULO CUARENTA Y TRES.

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NOTA: Este cap está mas cortito de lo normal, lo sé, lo sé, pero no desesperen, apenas terminen de leer, CORRAN mi instagram (Luz_kaa) allá les dejé una pequeña sorpresaaa. <3

PD: Recuerden darle amor al cap, cada voto y comentario es de gran ayuda.

Sin más, disfruten. 💛

DREEY

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DREEY.

Jamás había sido un hombre de celebraciones, no había realmente muchas temáticas o cuestiones que lograran llamar mi atención, para, así mismo, yo atreverme a celebrarlas cada año.

Mi padre se había encargado por muchos años el prohibirme festejar cosas banales como, por ejemplo, la navidad o mi cumpleaños.

«—Nunca pretendas que yo pierda mi tiempo comprándote un regalo de navidad o festejando tu cumpleaños, Dreey. Quiero que cuando crezcas, seas un hombre de carácter frío, no un bobalicón que se deprime por la inexistencia de regalos mundanos que no necesitas».

Mi padre repitió aquello por tanto tiempo, por tantos años, que realmente si aprendí de él y entendí el hecho de que nunca habría regalo alguno que llegara a gustarme lo suficiente, porque yo ya tenía todo gracias a mi esfuerzo y no necesitaba nada de nadie más.

Era ya veinticuatro de diciembre. La navidad estaba ya ahí y pese a que alrededor de la gran casa de estructura negra no había nada ligado a la celebración —como árboles, luces, guirnaldas o estrellas—, yo sabía que la ciudad aquella noche sería un total espectáculo de risas, aromas y afán por celebrar lo que ya era costumbre.

Pero yo no tenía nada que celebrar, ciertamente. Repelía totalmente a todas esas personas que aquel día estarían vestidos con sus mejores ropas, comiendo, bebiendo y esperando a las doce para abrir sus regalos. Los detestaba a todos ellos y no porque los envidiaría, sino más bien porque eran patéticos e insufribles con su felicidad que era efímera y al otro día ya simplemente se ausentaría.

Estúpidos. Como si tener regalos aquella noche arreglara de algo sus patéticas y desmejoradas vidas.

Soltando un suspiro pesado, lleno de cansancio y harto con la mera existencia. Me alejé del ventanal que daba al exterior de la propiedad, el cual estaba inmerso en nieve y, al girarme, me encontré de frente con una pequeña criatura que me miraba fijamente en silencio, esperando pacientemente mi atención.

Por un momento me quedé ahí totalmente pasmado.

Mis ojos verdes recorrieron al pequeño perro de pelaje dorado y sentí como mi corazón se endurecía con más fuerza dentro de mí, mientras mi cabeza divagaba hacia lugares que yo le había prohibido.

—¿Qué haces aquí? —le gruñí al diminuto perro, el cual comenzó a mover su cola feliz, obviando la brusquedad de mi voz—. Vete a otra parte.

Él no obedeció, se quedó solo ahí viéndome fijamente, sin titubear y yo me cuestioné el sí debía sacarlo de mi casa y mandarlo al demonio en medio de toda esa nieve. Era su problema, no el mío.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora