CAPÍTULO ONCE.

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DREEY

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DREEY.

Necesitaba recuperar la razón.

Realmente necesitaba ser capaz de entender que aquello estaba mal por millones de razones, aun así, mi lógica estaba muy lejos de mí.

A millones de distancia y yo me encontraba sumergido en una esfera dorada-amarilla que tenía toda mi atención y eso no podía ser normal.

No lo era.

Por naturaleza era un hombre que seguía las reglas, no lo hacía para simpatizar con el mundo, sino más bien para sobrevivir en mi realidad. No me importaba ser agradable, simplemente me interesaba hacer lo que fuese posible para seguir mi camino sin pensar mucho en las personas.

En la vida solo me agradaban dos cosas.

Yo y el arte.

Me agradaba a mí mismo porque era lo que siempre había deseado ser y, por otra parte, me agradaba el arte, mi arte; porque aquel demostraba la grandeza que yo era.

Por ende, después de ahí, todo era pasajero y efímero, nada era tan fenomenal como para llamar netamente mi atención.

Nada ni nadie.

Siempre había tenido aquello claro, por tal, no entendía que estaba haciendo en ese momento, no cabía en mi cabeza aceptación ante la eminente locura que estaba permitiendo que me invadiera en esos instantes.

Pero lo estaba permitiendo, no lo frené, no lo hice.

Ella estaba ahí inclinada ante mí, sus manos se encontraban jugueteando distraídamente con uno de los cordones de sus zapatos, pero yo sabía claramente que aquello no era lo que buscaba, en sus ojos dorados pude prever la malicia en su ser.

Ella era tan maliciosa, tan molesta, tan ella.

¿Qué era ser ella?

No lo sabía o quizá sí, Francheska Hess sin duda alguna era todo aquello que no me agradaba y jamás lo haría.

Lügenhaft.

La miré ahí desde arriba y jamás alejé mi mano de su cabello, era consciente de que estábamos ahí encerrados en una de las duchas privadas del auditorio, entendía que en cualquier momento alguien podría entrar a buscarme y se daría cuenta de que yo estaba encerrado en una angosta ducha con una de mis estudiantes.

Todo eso estaba mal.

Pero no alejé mi mano, de hecho, fui capaz de reconocer la cuestión de que su anochecido y ondulado cabello era suave y brilloso, aquel hacía un buen contraste con el color claro de su piel y la iluminidad de sus ojos rasgados.

—Tiene un cabello muy peculiar, señorita Hess —le dije de repente, logrando salir de mi cavilación— ¿Cree usted que aquel es fuerte?

Sus ojos brillaron y desde ahí abajo me sostuvo la mirada sin vergüenza alguna.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora