CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO.

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Espero que el capítulo les guste. Se vienen ciertos caps pesados... 💋

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FRANCHESKA.

Miré al maestro Merglon en silencio, mientras la enfermera curaba las heridas que habían comenzado a formarse en su espalda por estar tanto tiempo acostado en la cama en una misma posición.

Le sonreí suavemente, dejándole saber que estaba ahí y nada malo estaba sucediendo. Pero no era real y no sabía a quién estaba engañando.

Si a él o a mí.

Cada día que pasaba, su salud se deterioraba aún más y su cuerpo se secaba como si fuese alguna clase de flor que con el paso de los días se estaba marchitando sin más.

Los estudios habían arrojado que su corazón ya estaba muy grande y, aparte de eso, en su estómago había una bacteria que le impedía comer y, por el contrario, lo hacía vomitar todo. No entendía cómo se había deteriorado tan rápido en semanas. En mi cabeza, seguía la imagen viva de él, preparándome té y galletas, mientras yo leía su libro favorito, el cual le recordaba tanto a su esposa.

Génesis, en algún momento, me había dicho que el dolor no solo enfermaba nuestra mente, sino también nuestro cuerpo. Eso era verdad, sabía que el maestro le dolía demasiado la noticia de que había sido retirado oficialmente de la universidad, lo hacía, porque estar en ese lugar había sido su método para afrontar tantos años de soledad, sin su esposa y sin una familia real.

La universidad y sus clases de filosofía habían sido todo lo que tuvo alguna vez y, ahora, no tenía nada.

—Van a traerle una sopa —le dije en voz baja, cuando la enferma se fue—. ¿Puede intentar comer por mí? ¿Por favor?
Él me regaló una pequeña sonrisa y mi corazón se suavizó un poco. Por un segundo, olvidé mis incertidumbres exteriores.

—Mañana es su cumpleaños número setenta y tres —le recordé, cuando volví con la sopa y la enfermera me ayudó a sentarlo contra el soporte de la cama— ¿Qué cree que debemos hacer?

No respondió por un momento, me permitió guiar la cuchara a su boca y darle su comida. Lo hice mientras sus ojos claros me analizaban.

—No pierda su tiempo aquí con un viejo moribundo como yo, Francheska —su voz sonó baja y adolorida—. Vaya, sea libre y haga cosas que le encantan.

Fruncí el ceño y le di una mirada dura.

—Somos amigos, los amigos no se abandonan —dejé en claro, pero la verdad es que él era mucho más que un amigo, fue una cura para mi corazón durante mucho tiempo—. Así que, mañana, vamos a seguir con los planes para celebrar su cumpleaños.

No estuvo de acuerdo, pero ignoré sus quejas y continué dándole la comida. De manera ansiosa observé mi teléfono de vez en cuando para ver si me había llegado algún mensaje de Aleksander. Traté de no desanimarme cuando noté que no era así e inventé excusas en mi cabeza para no caer en la locura y comenzar con la misma ansiedad de la noche anterior.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora