CAPÍTULO SIETE.

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DREEY.

Verrückt, Dritter und Lügner

Aquellas eran, sin duda alguna, las palabras que definían a la perfección a la joven frente a mí.

Eso estaba clarísimo.

Nunca había sido un hombre que perdía la paciencia con facilidad, aquello no estaba en mí, tenía entendido que del agobio y el afán tan solo quedaba el cansancio, sin embargo, claro estaba que desde el momento que me topé con la señorita comencé a perder totalmente la clase de poder que tenía sobre mí y mis frívolas emociones.

Paciencia.

Aquello era lo que me pedía una y otra vez cada que siquiera la miraba a los ojos. Unos ojos que era netamente extraños y llamativos, no estaba dispuesto a decir que fuesen preciosos o algún adjetivo cercano, sin embargo, eran una clase de rareza que habían llamado mi atención desde la primera vez que los vi.

Miel, así comenzaba siendo su rasgada mirada de gato, sin embargo, el suave color se encontraba bordeado con una mezcla cálida y casi burlesca de un dorado atrayente —era realmente raro...— Pero entonces, hasta ahí no llegaba el asunto, claro que no. Había descubierto en las ocasiones en donde la vi llorar que su mirada se aclaraba casi llegando a un tono amarillo que era liviano y cargado de melancolía.

Sabía todo aquello porque desde siempre había sido un hombre muy observador, no había nada que lograra pasar desapercibido para mí —quizás era mi manera intensa de ver el mundo y plasmarlo en arte— pero entonces, como se dijo, nada era realmente ignorado por mí, aun así, estaba claro que, aunque lo desease con firmeza y determinación, yo tampoco lograría ignorarla y dejarla pasar por desapercibido.

No a ella.

¿Por qué era tan intensa? ¿Tan explosiva, mentirosa e irrespetuosa?

No solía soportar o tener en cuenta la clase de personas que usaban su personalidad para opacar a otros, sin embargo, pese a que seguía sin agradarme la señorita Hess debido a la clase de bocazas que era, podía casi asegurar el hecho de que ella opacaba todo a su alrededor sin darse cuenta e incluso sin hacerlo a propósito...

Ella simplemente era llamativa.

Y...

Ella estaba llorando.

Sus ojos ahora eran amarillos.

Aquello fue lo único que tomé en cuenta cuando me pidió que dejara de ser mordaz y, sin más, se fue o, para ser mas exactos, simplemente huyó.

Mi ceño se frunció al verla salir así y mis ojos fueron hacia los pinceles que ella claramente arruinó. Siendo sincero, no estaba molesto por su error, aun así, no escondí el hecho de que ella no era y tampoco sería una alumna que me agradara.

Ya me había dado suficientes dolores de cabeza en poco tiempo, no quería imaginarme después.

—No actúes como un joven inmaduro, Dreey —me advertí en voz baja— es tu estudiante, se supone que debes de ser amable o al menos conciliador.

Sí, bueno, ella tampoco había sido meramente cortes conmigo en ninguna estancia, no le debía nada a la pequeña malcriada aquella.

Debatiéndome por unos segundos si debía o no frenar lo que estaba sucediendo, me tensé al darme cuenta que con otro estudiante no habría dudado en calmarlo por su error, habría sido táctico, distante, pero ligeramente amable, sin embargo, me costaba ser simpático con ella por una sola cuestión.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora