CAPÍTULO TREINTA Y SEIS.

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—Debiste llamarme después de lo del accidente, Francheska —estaba diciendo mi padre, mientras yo solo miraba el jugo que tenía en frente—

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—Debiste llamarme después de lo del accidente, Francheska —estaba diciendo mi padre, mientras yo solo miraba el jugo que tenía en frente—. No debiste pasar por todo esto sola.

—No sabía si podía contar contigo —me atreví a verlo a los ojos—. ¿Me corriste de tu casa, recuerdas?

Mi padre hizo una mueca de disculpa y tomó un poco de su café.

—Lo lamento por como me comporté antes, fue grosero y no debí decir todo eso.

No dije nada, bebí un poco de mi jugo y me tragué la indisposición que tenía desde que me había despertado. Hoy era jueves, dos días habían pasado desde que dejé atrás la casa de Aleksander y tuve que enfrentarme a la oscuridad de mis pesadillas.

Dos días habían transcurrido desde que le mentí al rubio y me fui sin más. Dos días desde que había escuchado su voz y ninguno intentó ponerse en contacto con el otro.

Sin embargo, eso no era todo, el día anterior Anthony se había acercado a la casa de mi padre en la mañana para llevarme todo el medicamento y recomendaciones que me habían dejado los doctores después del accidente y la eminente anemia.

Por primera vez el pelinegro no dijo mucho, se dedicó a saludarme castamente con mirada reservada, me entregó lo que había traído y, sin más, se fue.

Su conducta me pareció extraña, teniendo en cuenta como normalmente era él; aun así, no dije, ni hice mucho, no cuando a la mañana siguiente —justo aquel día—. Llegó mi padre por fin de su viaje y todo se tornó demasiado incómodo para poder ser llevadero.

Incluso Zandra se había mostrado sorprendida cuando vio los cortes y moretones sobre mi piel, tuvo la decencia de mantener la boca cerrada y el primer paso de mi padre había sido invitarme a desayunar a una cafetería cerca de la universidad.

Justo en donde estábamos en ese momento.

—La última vez que hablamos, ambos estábamos alterados —. Mi padre estaba más tranquilo y amable de lo normal—. No debimos tratarnos como lo hicimos y yo debí mostrar el ejemplo. Lo lamento mucho, Francheska.

No respondí.

—Si te hubiese pasado algo en aquel accidente, no habría podido con el cargo de consciencia y le doy gracias a Dios de que estés bien y ahora podamos hablar.

Lo observé sin más y no pude creer que realmente no me estuviera derritiendo ante sus palabras. Antes había dado todo por cualquier clase de reconocimiento por su parte, pero ahora, nada.

No había nada dentro de mí y eso era peligro cuando se hablaba de mi persona, porque solo yo sabía la clase de demonios que cargaba.

—Voy a buscar un trabajo en las noches —dije sin más, ignorando todo lo que me había dicho antes—. Seguiré estudiando y con lo que gané me costaré un lugar pequeño para vivir, pero para eso, espero que al menos me dejes quedarme un mes más en tu casa. Es para poder ahorrar algo.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora