CAPÍTULO SETENTA Y UNO.

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Espero que este capítulo les encante tanto como a mí, como siempre, recuerden siempre dejarme sus comentarios y sus votos. Ayudan inmensamente la historia.

Sin más, disfruten.

***

DREEY.

No sabía cómo había llegado ahí, pero la cuestión es que ahí estaba. Estar nervioso no era algo propio de mí, pero la sensación en mi pecho era demasiado intensa para ignorarla u oprimirla.

Si alguna vez en el pasado creí tener el corazón jodido, nada se le comparaba a lo que estaba sintiendo en ese momento, porque era muy probable que la vida me estuviera castigando por todo lo que hice mal en el pasado con muchas personas. No me arrepentía por ellas, sino más bien por mí y por lo que había perdido si tal vez era consecuencia alguna de mi mal comportamiento.

Sin embargo, pese a todo lo que estaba sintiendo, hice lo que sentí que era justo para mí. Viajé a Australia deseando una sola oportunidad. Ni siquiera la de volver juntos —que era lo que obviamente deseaba mi corazón—, sino más bien la oportunidad de poder verla así fuese una última vez. Solo una y eso era todo.

Estaba seguro de que, si comprobaba con mis propios ojos que ella se encontraba sana y perfecta, de alguna manera, me obligaría a mí mismo a seguir adelante, lo quisiera o no. Porque por más egoísta que fuese con otras personas, jamás lo sería con ella y por eso mismo, era que no necesitaba saber que la estaba esperando y que la esperaría por siempre.

No iba a poner esa carga en sus hombros. Mi amor, mi deseo y desespero eran únicamente míos y si ella había avanzado sin más, yo daría un paso atrás y fingiría haber avanzado también, porque entre escoger entre su bienestar y el mío.

El suyo siempre sería una prioridad, incluso tres años después.

Podía hacerlo, estaba netamente seguro de ello, porque toda mi vida había sido un hombre nefasto, amargado y obsoleto, que podía mentirle a cualquier persona y esta vez no lo haría por mí, sino por ella. Y esta era mi manera de demostrar, no lo obsesionado que estaba con su persona, sino lo leal que siempre sería a su ser, porque no importaba que tan tarde lo hubiera dicho...

Yo si la amaba y de lo único que me arrepentiría siempre, sería de no habérselo dicho, mirándola fijamente a esos ojos que representaban todo un universo para mí.

Viajar a Australia fue un verdadero infierno. Realmente no entendía por qué existían países tan calurosos y nefastos como aquel, pero aquello jamás sería algo que diría en voz alta, porque me había prometido a mí mismo que sería lo más cordial posible.

Pasé una semana en la ciudad antes de armarme de valor para salir hacia la zona rural y buscar el santuario donde trabajaba ella. Estaba pensativo, no por lo que podría decirme, sino por lo que haría yo cuando la viera y entendiera que la extrañaba más que nunca y que estos tres años para mí no significaban nada, porque realmente nunca se fue. No de mi corazón y no de mi mente.

¿En algún momento se iría? La respuesta probablemente era un no, pero me gustaba cuestionarme a mí mismo.

Llegué a un lugar de hectáreas gigantes, que dejaban ver un mundo lleno de zonas verdes y más adentro, probablemente un espacio de cientos de animales. Las verjas que separaban el mundo exterior al interior me dieron la bienvenida y cuando pregunté directamente por ella, el portero sonrió.

—¿Necesita a la doctora Hess?

Algo vibró dentro de mi pecho y mis labios se curvaron suavemente sin poderlo evitar.

ALEVOSÍA  [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora