capítulo 37

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Capítulo 37
Rhett Owens
Corazón roto.


──Debemos calmarnos. ──susurro con un dolor en mi pecho. ──. No estás pensando con claridad. No es el momento de tomar una decisión así…

¿Tiempo?

No.

──¿Qué vamos a esperar? Rhett no puedo estar a tu lado sino estoy bien. ¿Cómo puedo ser eso que mereces? ¿Como puedo hacerte feliz?

Es su ansiedad quien tiene el dominio en estos momentos.

──Eres más de lo que merezco, y me haces inmensamente feliz. Deja de cuestionarnos… más han sido los momentos de alegría que estos instantes. Porque para mí son instantes que podemos superar juntos.

Arielle baja su mirada al suelo, niega cerrando sus manos en su pecho. Su lenguaje corporal me dice más de lo que ella cree.

Quiere huir…

──¿Arielle? ──insisto.  ──. Yo te amo.

Confieso, su sollozo estremece mi ser. Quiero abrazarla, quiero sentirla, quiero demostrarle que todo lo que sale de mis labios es real. Es tan real como el latido frenético de mi corazón en estos momentos.

Sus hermosos orbes se posan en los míos, su rostro está enrojecido por el llanto se le ve triste, destrozada… y me llena de frustración no poder borrar lo que la lástima.

──Yo también te amo. ──el mundo se detiene. ──. Pero no puedo hacerte esto. ──seca sus lágrimas. ──. No puedo, no me lo perdonaría jamás. Quiero amarte sanamente, quiero hacerte feliz, quiero que ames cada instante a mi lado. Cada instante… no quiero verte huir. Eso me destrozaría.

──¿Y quien dijo que voy a huir? No lo haré.

Bufa.

──Lo harás. Todos huyen… te cansarás. Pensarás que lo hago para llamar la atención, te agotará el no poder estar bien y mi ansiedad va a afectarte anímicamente. Tengo dos años viviendo con esta mierda. He visto mi mundo caerse en pedazos e sentido y vivido el abandono. No serás la excepción, Rhett. No podemos estar juntos. No puedo ser así de egoísta.

Dejo de contenerme y me acerco a ella, su rostro se llena de súplica pero no puedo. Ya no puedo…

──Vas a estar bien, vamos estar bien. No voy a dejarte. No lo haré. No puedo… porque tú eres el aire que respiro.
Niega con insistencia, acaricia mi barba dejando salir las lágrimas que inunda sus ojos.

──Se acabó. No hay marcha atrás.

──Arielle… ──susurro con un nudo en la garganta.

──Te amo. Te amo tanto que entiendo que no puedo estar a tu lado siendo esto. No puedo hacerte eso. No puedo… lo siento.

──No voy a darme por vencido.

Se pone de puntillas y siento el beso que me da como una maldita despida, duele… y quema. Me aferro a su rostro y me niego a separarme de ella.

Arielle me quita las manos y se aleja para tomar su bolso.

──No voy a dejarte. Me Niego  a hacerlo.

──Yo me niego a hacerte pasar por tanta mierda. Mereces lo mejor, y eso no soy yo.

──Basta, Arielle. Deja de decir estupideces. ──gruño perdiendo el control. ──. No sabes lo que dices.
Se detiene en toda la entrada de la habitación.

──¿Vas a acabarlo, en serio? ¿Vas a dejarme? ──pregunto conteniendo mi dolor.

──Si.

Asiento.

──Ok. Ok… ──respondo. ──. Tu vas a dejarme… yo no a ti. Fácil y sencillo.

──Deja de insistir.

──Dime en mi cara que no me amas… y lo dejo, Arielle. Juro que lo hago. Porque no voy a estar con alguien que no me ama, no voy buscar aceptación de alguien que no me quiere. Ya lo hice una vez en mi vida. No pasará de nuevo. Pero se que me amas, se que es la ansiedad lo que está llevándote a alejarme. En el fondo de tu corazón no quieres, y esto te duele como a mí. ──digo.

Intenta articular palabras pero niega llena de lágrimas.

──Sabes que no puedo decirte eso. Solo necesito alejarme. Solo eso…

Sale de mi habitación cerrando la puerta detrás de ella, siento que mi mundo acaba de colapsar, me siento miserable, inútil y desesperado. Daría todo lo que tengo para que ella deje de sufrir de ansiedad.

Cierro mis ojos por un leve instante y me digo a mi mismo que no voy a dejarla. No lo haré.

Tomo rápidamente las llaves de mi camioneta, y salgo de mi habitación corriendo atravesando lo más rápido que puedo el apartamento para salir de este las puertas del elevador se están cerrando y corro tan rápido como puedo con la mirada de ella puesta en mi, me interpongo y estás vuelven a abrirse.

Presiono el botón para que vuelvan a cerrarse.

──¿Por qué insistes?

Su voz llena de tristeza, me hace girarme.

──Porque cuando amas no abandonas… el amor no se hizo para dejarlo ir, el amor se hizo para vivirlo. El día que dejes de amarme… ese día me iré de resto lo siento Arielle me quedaré a tu lado. 

Me acerco a ella y la abrazo con fuerza aunque se resiste, llora en mis brazos y juro que estoy por romperme pero debo ser fuerte por ambos.

Por ella y por mí.

Llagamos al sótano, y la ayudo con su bolso para guiarla hasta la camioneta.

La ayudo a subirse y esto duele demasiado. Duele… un corazón roto duele más de lo que imaginé. Dudo en encender el motor porque llevarla a su casa es colocar una gran distancia entre ambos, donde su mente jugará en contra y eso nos hará más daño.

──Te amo. ──susurro aferrándome al volante. ──. En serio lo hago. Lo hago con todas mis fuerzas. No lo dudes, no lo cuestiones. Créeme a mi que te lo estoy diciendo… me duele esto. Me dueles.

Extiendo mi brazo y ella viene hacia mi pecho me abraza y llora en el.

──Juro que yo también te amo. ──solloza.

Una lágrima corre por mi mejilla.

──Yo lo sé, mi apellido extraño. Yo lo sé.

Enciendo el motor con pesar, y no la alejo de mi cuerpo. Conduzco con ella pegada de mi mientras ambos derramamos lágrimas que duelen y queman.

Llegamos finalmente a su casa, apago el motor y nos quedamos en silencio.

Acuno su rostro y la beso, la beso entregando todo de mi, desarmando mi ser ante ella porque me duele esto… me duele dejarla en su casa sabiendo que le estoy dando pie a la ansiedad para alejarla de mi.

Odio esta mierda.

Odio la ansiedad.

Sus manos se meten debajo de mi camiseta y tiemblo ante el tacto. No me importa nada, y la sujeto de la cintura para sentarla sobre mis piernas, su vestido de flores se sube, y mis manos se aprovechan de ello, necesito su calor, su tacto…

Todo sabe a despedida, los besos, las caricias… los gemidos y las lágrimas que corren.

No lo pienso, y ella tampoco. Llegamos a un punto donde me encuentro dentro de ella justo enfrente de su casa, y se entrega a mí sin pena o vergüenza.

Sus caderas se mueven, y hundo mi rostro en su pecho porque Arielle, mi Arielle se está despidiendo de lo nuestro y de mi.

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