capítulo 10

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Capítulo 10
Rhett Owens
Calma.

Arielle camina a mi lado en silencio, hoy se le ve mucho más relajada y en paz consigo misma.

Esta bellísima con ese pantalón roto y una sencilla camiseta negra.

──Todos te miran. ──dice, desvío mi mirada de ella hacia el entorno.

──Es porque parezco un pingüino con este traje. ──suelto, deshago la corbata y la guardo en el bolsillo de mi pantalón. 

──¿En qué trabajas?

Largo un fuerte suspiro.

──Me haré cargo de la empresa de mi padre. Hoy fui a las oficinas a ver cómo estaba todo pero todo sigue igual y eso me hizo huir. ──me sincero metiendo mis manos en los bolsillos. ──. ¿Tendrás problemas por escaparte?

Hunde sus hombros y entrecierra sus ojos con el sol en su rostro.

──Alguien me vio, pero espero que no diga nada. ──dice preocupándome.

Me detengo.

──Arielle, no quiero causarte problemas. Mejor vamos a que regreses a clases. ──niega acercándose a mí.

──Ya salí, no voy a volver… pero vas a ayudarme con unas actividades. ──sentencia.

Sonrío hacia ella.

La conexión que existe entre ambos no se explica, solo se siente. Se siente a tal punto que aunque estamos rodeados de varios transeúntes, solo somos ella y yo.

Extraño porque solo tenemos días de conocernos.

──Lo prometo. Estarás al día con todo. ¿Se te dificulta concentrarte?

Asiente mi mirando al frente.

──Si, un poco… los profesores entienden lo que pasa conmigo, Vivien les ha explicado la situación y han sido muy abiertos. Me envían actividades, trabajos para que vaya a la par y pueda graduarme este año. ──dice.

──¿Qué quieres estudiar luego de graduarte?

Su cuerpo se tensa, muerde su labio.

──No lo sé, pensar en ello me causa ansiedad. Solo intento pasar día a día, un día a la vez sin enfocarme en el futuro.

──Entiendo. Lo lamento si te incómodo mi pregunta.

──No, no lo hizo. Debes estarte cocinando con ese saco. ──señala mi traje.

La verdad es que si, estoy sudando. Me lo quito ante su mirada y  se lo extiendo, abro algunos botones de mi camisa, para luego arremangarla hasta mis codos. Ella abraza a su pecho mi saco y creo que aspira el aroma del perfume.

No digo nada, solo disfruto de lo que hace, no quiero hacerla sentir incómoda.  Entiendo que las cosas con Arielle deben ser con calma.

──¿Qué actividades tienes pendientes? ──pregunto.

──Varias de ciencias, y otras de química avanzada. ──dice extendiéndome el saco.

──Vamos entonces a mi hotel, allí tengo mi laptop y podemos hacer todo, así hacemos tiempo hasta que puedas llegar a tu casa. ¿Te parece? Prometo que no te haré nada… lo juro.

Levanto mi mano y miro al frente haciendo que ría.

──Esta bien, te creo no creo que vayas a matarme aún.

──Aun no. ──susurro divertido.

Volvemos a la camioneta en mientras ella me explica de qué son los trabajos que debe entregar. Intentaré ayudarla en lo más que pueda.

Sube e inmediatamente toma la Dalia.

──¿Por qué te gustan tanto? ──inquiero lleno de curiosidad.

Suspira y la deja en su regazo.

──Mi papá solía regalarme una en todos mis cumpleaños. Recitaba; una Dalia turquesa para una bella princesa.

El “Solía” no me pasa desapercibido.

──Y desde pequeña amaba el color turquesa. ──musita. ──. ¿Por qué te quedas en un hotel? ¿No tienes casa acá? Pensé que te quedabas con Vivien.

Enciendo el motor y nos pongo en marcha.

──Vivien vive con su esposo y mi sobrina, soy solitario, me gusta la soledad. La casa que se supone que es mía, aún no estoy listo para habitarla, la verdad es que ya debería empezar a buscar dónde vivir por lo menos hasta que decida que hacer con la casa. La señora del hotel ya me tiene rabia.

Arielle ríe.

──¿Por qué? ¿Qué haces?

──Dice que gruño mucho, que no duermo, que no descanso, que no paro. ──recuerdo cada una de sus palabras con gracia. ──. Y mil cosas más. Lo que te diga lo ignoras o te ríes con ella.

──Esta bien.

Arielle se suelta el cabello y la ventanilla del aire hace que sus hebras rubias se muevan de un lado a otro, el olor del champú invade la cabina, es exquisito el olor a coco.

Carajos…

Pasa sus manos por este e intenta recogerlo nuevamente pero lo evito posando mi mano libre sobre la suya.

──Déjalo suelto, por favor.

Duda pero lo hace.

──¿Crees que estoy ojerosa y demacrada? ──suelta llamando mi atención.

Freno de golpe casi llegando al hotel.

──¿Quién te dijo eso? ──pregunto.

──Solo responde. ──pide.

Y con ello entiendo que necesita tal vez calmar los pensamientos que tiene en su mente.

──No, no lo creo y no es lo que veo cuando poso mis ojos en ti. Para serte sincero sin ocultar nada creo que eres bellísima, dulce y hermosa. Te hace falta entender lo maravillosa que eres, debes creértelo. Ya te lo he dicho, para mí Arielle eres la mujer más bella que existe. Yo no veo grises en ti, yo veo miles de colores…

Sus mejillas se tiñen de rosa ante lo que digo, me tomo el atrevimiento de pasear mis dedos por ellas y puedo notar como su piel se eriza a mi tacto, tensando mi cuerpo.

──De verdad quisiera creer todo lo que me dices. ──susurra desviándome la mirada.

──Hazlo, porque es verdad. No miento. ──musito con voz ronca.

Siento que el espacio a nuestro alrededor empieza a quedarse pequeño, y son asfixiante las increíbles ganas que tengo de tomarla en mis brazos y aferrarla a mi pecho para repetirle una y otra vez que te es hermosa, porque lo es.

Recarga su rostro en mi mano y el calor de su piel me llena de calidez.

Me siento tentado a más pero no puedo. Así que con pesar alejo mi toque de su rostro y nos pongo en marcha hacia el hotel, ayudo Arielle con su bolso, mientras sujeta la Dalia entre sus manos.

Camina muy calmada a mi lado hasta que ingresamos, donde la señora mayor se encuentra sentada recibiendo a quien entra a su hotel.

──Buenos días, Gruñón. ──suelta. ──. ¡Oh que hermosura de señorita!

Suelta viendo a Ariella a mi lado.

──Buenos días. ──Recita la rubia a mi lado.

──El niño rico y gruñón está bien acompañado. ¡Por fin! ──suelta dándose la vuelta.

Arielle se gira a verme con un leve sonrisa en sus labios, niego divertido guiándola hasta las escaleras.

──¿El niño rico y gruñon? ──inquiero subiendo frente a mí.

──Dice que soy rico, que tengo pinta.
Sus orbes se posan en mi y me recorre con la mirada.

──La verdad es que si. Tienes pinta de ser millonario. ──suelta haciéndome reír.

Acelero mi paso para alcanzarla.

──¿Qué me hace parecer millonario?

──Todo, tu porte, tu mirada y como vistes. ──le señaló la puerta de mi habitación, y abro con mi mirada en ella.

Sonríe e ingresa, recorre con su mirada el pequeño pero cómodo espacio, soy ordenado así que no encontrara algo fuera de lugar.

Detalla mi equipaje aún sin desarmar, y se sienta en mi cama dejando a un lado la Dalia.

──Es cómoda.

──Si, tiene todo lo que necesito.

──¿Duermes? ──pregunta llamando mi atención. ──. La cama está intacta.

──Duermo pero poco… ──susurro.

Coloco su bolso sobre la cama con mi saco, y Arielle me sigue con la mirada mientras busco mi laptop, ella revisa sus cosas y saca los cuadernos.

──Ponte cómoda, porque de aquí no te irás hasta que estés al día con todo. ¿Ok?

Asiente con sus cuadernos en sus manos, se quita los zapatos y yo hago lo mismo, la alfombra se siente de maravilla al estar tanto tiempo con unos zapatos tan rígidos.

Me deslizo por la orilla de la cama para sentarme en el suelo, y Arielle hace lo mismo.

──¿Por qué duermes poco? ──pregunta revisando sus apuntes.

Mi miraba va hacia las hojas detallando su letra y los pequeños dibujos que hace en las esquinas de las estas. Corazones de todas las formas, algunos tristes y otros alegres, imagino que dependiendo del humor de su día.

Su caligrafía es hermosa, delicada y sutil.

──Muchos fantasmas en mi cabeza. ──susurro. ──. Pero, ya se cómo derrotarlos.

──¿Cómo?

──Haciendo ejercicio. Entreno mucho, agoto mi cuerpo y eso me ayuda a dormir. ──susurro, la tengo tan cerca que puedo escuchar su respiración.

──Ya entiendo porque te ves así…

──¿Así como?

──Musculoso. ──dice mordiendo ligeramente su labio, acomoda su cuaderno en una de la páginas, y pasea sus manos por esta. ──. Este es el primer tema.

Entona cambiando la conversación que le causa incomodidad. 

──Ok, muéstrame. ──pido extiende el cuaderno hacia mí, acercándose más a mi cuerpo, su calor llega a invadirme y el aroma que expide su cuerpo me embarga haciéndome cerrar los ojos. ──. Arielle…

──¿Mmm?

Eleva sus pestañas impactándome con el particular color de sus orbes.

──Prometí portarme bien pero no sé si pueda cumplir esa promesa.

──¿Por qué dices eso?

──Porque desde que llegamos, solo pienso en una cosa.

──¿En matarme? ──niego divertido.

──En besarte, Arielle.

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