Capítulo 1
Arielle Vandenberg.
Respira.
Escucho en la distancia un auto aproximarse, me levanto apresurada de mi cama y me asomo por la ventana detallando la camioneta 350 que se detiene a escasos metros, mi vecina sale corriendo a escondidas para subirse en esta mientras me quedo en la distancia observando la escena con nostalgia.
Mi vida es una mierda.
El hombre que conduce desvía su mirada hacia mí, me congelo al instante e intento dar un paso hacia atrás pero mis pies se anclan al suelo y mi mirada se prenda de sus intensos orbes que en la oscuridad y en la distancia se ven sombríos.
Un intenso escalofrío recorre mi cuerpo, y mi corazón comienza una intensa carrera.
Enciende el motor y ambos se alejan, el aire vuelve a mis pulmones, llevo mi mano a mi pecho y me alejo de la ventana con pesadez para volver a lanzarme a mi cama.
Cierro mis ojos y me abrazó a mi frazada rosa para quedarme viendo las estrellas que iluminan el techo de mi habitación.
Arielle... debes dormir, susurro para mí.
La puerta de mi habitación es tocada, no digo nada e igual está es abierta.
──Arielle Ya deberías dormir...
──susurra mi madre.
──Eso intentaba pero tocaste la puerta. ──murmuro sin voltearme a verla.
──Lo siento, cariño. Buenas noches. ──dice con dulzura.
No tengo más nada que decir.
──Ujum.
Extiendo mi mano para apagar la luz de mi habitación, solo las estrellas iluminan, un largo suspiro es soltado y finalmente la puerta se cierra. Doy un largo respiro y cierro mis ojos contemplando en la oscuridad la mirada intensa del chico de la camioneta.
Mierda...
Será otra condenada noche.
Sufro de ansiedad desde hace mucho tiempo, en realidad desde que mis padres se separaron por una traición de mi madre, las noches se hacen largas para mí ya que mi mente trabaja a mil por hora, y no deja de pensar y entablarse posibles escenarios entre ellos el de un mundo sin mi.
Intento con todas mis fuerzas de mantener a raya los pensamientos intrusivos pero se me es difícil cuando nada en mi vida marcha como debería, cuando aún no consigo una lógica razón para mí existencia.
Tengo meses con un psicólogo, meses escuchando que el control de mi mente lo tengo yo, que mi destino está en mis manos... y aunque siento en el fondo de mi ser que es así, mi mente aún no termina de creérselo.
Obligarte a continuar día tras día y conseguir ánimos de dónde sea no es fácil y menos cuando sientes que te ahogas en un mundo tan visceral y banal.
Vuelvo mi vista a las estrellas e intento salir a flote de mi constante ahogamiento.
Respira Arielle... solo respira, no es tan difícil.
Cierro mis ojos y me aferro a la acción que ejecutan mis pulmones recordando que el aire que me rodea me llena de vida, que está sencilla acción me hace disfrutar de algo tan simple como el aire...
***
Bajo las escaleras con mi bolso a cuestas, el desayuno ya está servido en el comedor, me coloco mis audífonos he intento sumergirme en las hermosas notas musicales de Fix you. Me siento en el comedor y tomó un panqueque y lo muerdo casi de inmediato solo para terminar lo más rápido posible e huir de este lugar, necesito aire.
El audífono es arrebatado de mi oído, mi madre se sienta frente a mí con este en sus manos.
──Buenos días. Tienes cara de no haber dormido nada. ──susurra.
──¿Podrías por favor devolverme el audífono? ──inquiero con calma detallando su mirada azulada.
──Elle dejemos la guerra a un lado. ──elevo mi ceja hacia ella, el hambre que amenazaba se ha esfumado.
──¿La guerra? ¿En serio, mamá?
Le quitó el audífono de su mano y me levanto hecha una furia de la mesa, para salir de casa sintiendo que el aire me falta, que el ahogo es inmediato y que si mis pulmones no se expanden moriré.
Eso es la ansiedad...
Cierro mis ojos y elevó mi rostro al cielo, me tomo un momento para calmar mi mente, coloco nuevamente el auricular en mi oído y la música vuelve a invadirme.
Solo faltan unos meses, solo unos meses y me iré.
Mis pasos a medida que me acerco a mi destino son más rápido, incluso puedo asegurar que al ver en la distancia mi escuela empiezo a correr, he aprendido que no está mal pedir ayuda, no estar mal decir lo que sientes, no está mal tener un día de mierda y por eso corro porque necesito ser escuchada, necesito ser entendida y sobre todo comprendida.
Varios de mis compañeros se giran a verme, corro por los pasillos buscando la oficina de la psicóloga escolar, abro su puerta sin tocar haciendo que está se agite al verme.
──¿Arielle?
──Creo... creo...
Rodea su escritorio y viene hacia mí, posa sus manos en mis hombros y susurra levemente.
──Respira... sigue los movimientos de mis hombros, relájate... tú puedes, Arielle. ──dice acentuando su respiración para que imite lo que hace y eso hago con lágrimas en mis ojos.
Mi corazón comienza a calmarse, el aire nuevamente vuelve a ser ligero y ya no pesa, ya no duele y no ahoga.
──Eso, muy bien... ──me guía hasta una de sus sillas y me ayuda a sentarme en esta, mi bolso cae al suelo. ──. Muy bien, Arielle. Excelente...
──Lo siento. ──murmuro entre dientes dejando escapar las lágrimas. ──. Yo...
Niega con una amable sonrisa.
──Aquí estoy y lo sabes. ¿Quieres hablar?
──Solo... quiero... ──lo entiende rápidamente, toma mi mano y se sienta a mi lado dándome ese soporte que necesito.
No es algo que pueda controlar, es complicado decirle a alguien que sufre de ataques de ansiedad que los mantenga a raya, que intente no tenerlos, sencillamente es algo que escapa de nuestro control de nuestro dominios pero el tener a alguien a tu lado que sepa cuando guardar silencio o cuando hablar es más que suficiente para ayudar.
Vivien no suelta mi mano, se mantiene en silencio vigilando con calma y sobre todo con paciencia. Cuando mi mente y mi cuerpo vuelven a la normalidad, seco mis lágrimas y sonrío débilmente a mi psicóloga, obligándome a mostrarme en calma.
──Debería ir a clases... ──susurro.
──Si es lo que quieres, hazlo. Recuerda que nuestra sesión de hoy es a las dos de la tarde, Arielle. Toma tu medicación y recuerda eres fuerte.
──Gracias, Vivien.
Me levanto tomando del suelo mi bolso, abrazo rápidamente a Vivien tomándola por sorpresa y salgo de su oficina. Vuelvo a los pasillos completamente vacíos, solos mis pasos son escuchados, el sonido de una puerta llama mi atención y giro mi rostro hace ese punto, mis pies frenan de golpe.
Su cabello ondulado y su tez clara me dejan sin habla pero lo que realmente afecta mi ser haciendo que cada parte de mi cuerpo se sienta viva son sus ojos, su intensa mirada...
Ladeo mi rostro sintiendo que ya lo he visto en algún lado, me oculto por unos casilleros mientras sus pasos van tomando fuerza. El aroma que expide su perfume agranda mis pulmones.
Mi mirada recorre su cuerpo, es musculoso e intimidante. Es todo aquello que te dicen que no existe y que sólo aparecen en novelas. Pego mi espalda a la pared cuando está por pasar frente a mí y cierro mis ojos con fuerza intentando desaparecer para no ser vista por él.
──¿Qué haces allí? ¿Por qué estás escondida? ──abro mis ojos de golpe al escuchar su voz gruesa.
Santa mierda...
Sus orbes me impactan. Parece de mentira, sacado de una revista, cabello rubio largo recogido, una barba corta y sus intensos orbes azules.
──Te hice una pregunta, niña. ──dice nuevamente calentando mi cuerpo.
──¿Rhett? ¿Qué haces aquí? ──la voz de Vivien hace que ambos giremos nuestros rostros, pero él vuelve inmediatamente a mi, entre cierra sus ojos como si estuviera tratando de descifrar quien soy. ──. Arielle, ve a clases sino tendré que darte un pase.
Asiento con nerviosismo e intento alejarme del hombre que me detalla con piernas temblorosas y con el corazón a mil.
Le doy una última mirada antes de entrar al salón mientras esté conversa con Vivien en complicidad.
Su mirada vuelve a la mía y mis pulmones se expanden.
Carajos...
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Respira
RomansaA veces olvidamos que la vida consiste en tomar un largo respiro y continuar con el camino. Si algo he aprendido es eso... ha apreciar hasta esa pequeña bocanada de aire fresco que inhalas y expande tus pulmones haciéndote sentir vivo y pleno. Vol...