capitulo 9

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Capítulo 9
Arielle Vandenberg
Aire.


Saco mis libros de mi casillero mirando a todos lados, cierro y paso el seguro para encaminarme hacia la cancha de football donde los jugadores están practicando. 
Se escucha sus gruñidos cuando chocan con los muñecos de goma, intento pasar desapercibida pero el balón cae a mi pies y me detengo cerrando mis brazos con fuerza en mi torso.

──Lo siento… ──susurran, mi mirada da con su cabello castaño oscuro, y con sus orbes del mismo tono.

Tenso mi mandíbula, y él se levanta con el balón en sus manos.

──Arielle… ¿Qué haces aquí? Deberías estar en clases.

No digo nada, intento esquivarlo pero insiste interponiéndose en mi camino, está lleno de césped y con el sudor corriendo por su rostro. Es alto y corpulento evidentemente me intimida y me pone mal.

──Déjame pasar, Ben. ──susurro.

──¿A dónde vas?

──No te importa. ──respondo desviándole la mirada.

En algún momento de mi vida estuve enamorada de él, pensé que sería mi dulce y maravilloso amor, salimos, reí junto a él y me llene de ilusiones pero el golpe de la infidelidad de mi madre me llego con tanta fuerza que todo se fue a la mierda en un abrir y cerrar de ojos.

──¡Arielle! ──gruñe. ──. Si te vas pasaré la notificación.

──Hazlo.──suelto irritada ante su amenaza.

Me toma con fuerza de los hombros llenándome de pavor.

──Suéltame. ──pido petrificada.

──Pareces una loca, siempre callada… estás llenas de ojeras, pálida y demacrada. Deberías ir más seguido al psicólogo. ──gruñe fastidiado por mí actitud.

Una actitud que no puedo controlar que juro que quisiera cambiar. Sus palabras hacen eco en mi mente.

──¡Ben! ──gritan en la distancia, desvía la mirada  ese punto.

Suelta su agarre.

──No eres ni la sombra de la Arielle que conocí y que estaba enamorado. ──musita con desdén se aferra a su balón y se marcha dejándome con ecos en mi mente.

──Y tú eres el mismo patán de siempre. ──susurro para mí.

Me da una última mirada mientras mis piernas tiemblan ancladas al piso. El sonido de una camioneta acercándose al punto donde le dije que me buscará me devuelve a mi centro, y camino acelerando el paso buscando lo que tanto necesito.

Cuando encuentras un punto de salvación en medio de un ataque de ansiedad te aferras a esto, porque la sensación de ahogamiento se desvanece al instante, los terrores se marchan, y los ecos se callan.

Corro al notar en la distancia la cerca, deslizo mi bolso por el pequeño agujero que se encuentra en esta, y me arrodillo para salir por el mismo lugar con mucho cuidado, cuando estoy del otro lado unas manos que me llenan de paz, me sujetan…

Sus manos no me llenan de pavor, yo solo quiero sujetarme con fuerza de él.  Acuna mi rostro y mis manos van a las suyas que se sienten tan calientes y tan vivas.

──¿Todo bien? ──pregunta acercándose ligeramente a mi rostro.

──Si. ¿Todo bien? ──inquiero con curiosidad, porque su llamada me dejó un poco descolocada.

──Ahora si. ──musita, aleja su toque de mi rostro para entrelazar nuestras manos, y me guía hasta su camioneta.

La puerta del piloto está abierta, y se acerca a esta para tomar algo del asiento y extendérmelo.

La sonrisa que se había esfumado por culpa de Ben aparece nuevamente en mi, el alivio y la calma toman partido y brinco a sus brazos recibiendo la Dalia turquesa.

──Gracias.

──De nada, Arielle. Gracias a ti…

Elevo mis cejas sin entender el porqué de sus palabras.

──Respiro gracias a ti. ──susurra.

Mi corazón se agita con fuerza, nadie me había dicho algo así, y menos un hombre como él. Alguien tan atractivo y hermoso.

Pellizca mi mejilla como usualmente suele hacerlo y me invita a subir a su camioneta, me quita mi bolso, y subo por el lado del piloto para pasarme al otro lado, me acomodo en el asiento. Llevo la Dalia a mi nariz para aspirar su rico aroma.

──Van a prohibirte la entrada al Jardín botánico.

Ríe divertido. Me concentro en detallarlo y se ve exquisito vestido de pantalón negro, camisa blanca y saco a juego.

──¿Dónde estabas? ──pregunto llena de curiosidad.

──Trabajo en una funeraria. ──musita saliendo de la zona del instituto.

──¿En serio? ──se voltea a verme y ríe iluminando todo.

Calentando todo, hasta mi pecho.

──No. Estaba en una reunión, y no me sentí bien. ──dice con total sinceridad.

Acomodo la Dalia en el tablero de la camioneta, y busco mi teléfono entre mis cosas para hacerle una fotografía, lo hago con su mirada puesta en mi, aunque me incomoda y me hace sentir nerviosa, me gusta… me gusta que lo haga porque me siento viva, no me siento un ser andante sin rumbo.

──Deberías hacerme una fotografía a mi. ──sugiere.

Tomo la Dalia y se la doy.

──Con la Dalia. Porque eres el Ladrón de Dalias.

Asiente al escucharme.

La sujeta con una mano y se gira a sonreír hacia mí teléfono, siento un nudo en el estómago cuando enfoco la cámara en él, sonríe de una manera tan sexy que me derrite por dentro.

Presiono la pantalla y capturo el momento. Me devuelve la Dalia y sigue conduciendo le doy un vistazo a la fotografía y quedó bellísima, bloqueo mi teléfono y lo guardo en mi bolso.

──¿Cómo estuvo tu día, Arielle?
Inquiere con ganas de saberlo.

──Salí bien en matemáticas como te dije. Me cuesta un poco concentrarme y poder terminar las actividades pero entregué lo que tenía pendiente y todo estaba bien. Gracias…

Niega elevando ligeramente la comisura de sus labios.

──Puedo ayudarte a ponerte al día con las actividades, si así lo quieres. Entiendo que colocan tutores, yo fui uno una vez.
No sé nada de Rhett salvo que es el hermano de mi psicóloga, que me siento a gusto con su compañía, que me atrae físicamente, ¿Por qué a quien no lo haría? Y que cuando está a mi lado no sé lo que es la oscuridad.

──¿Fuiste uno una vez? ¿Hace cuánto?
──Hace algunos años.

──¿Qué edad tienes Rhett? ──pregunto, desvía su mirada hacia mí.

──26, casi 27…
 
Me prendo de su mirada, si sabía que era mayor pero jamás pensé que tanto.

──¿El casi es de cuanto?

──Unas semanas. ¿Te asusta mi edad?
Niego mirándolo.

──No, me asustan más otras cosas.

──¿Cómo cuáles?

──Mis pensamientos, a veces…

Aparca y detallo un parque, un parque que no está ni cerca de la del café de mi madre.

──¿Puedo saber los pensamientos?

──Son repetitivos, muchas veces… imagino un mundo sin mi en el. No es que yo diga que voy a pensar eso, no. Los pensamientos llegan y para mí es un poco complicado sacarlos de mi mente. No es fácil…

──¿Escribes, Lees? Dicen que eso ayuda.

──Si, lo hago. Leer es lo mejor de todo, me sumerjo en ese mundo, me imagino en esa historia que se desarrolla y mi cerebro simplemente se desconecta del entorno, me encantan las novelas románticas.  Escribo… un diario. ──musito con nerviosismo. ──. Allí describo lo que me pasa en el día o lo que más me afectó.

──Eso quiere decir que… escribiste de mi. ¿Cierto?

Me pongo nerviosa, sus manos van a las mías que se mueven sin control sobre mi regazo, el calor de su piel me reconforta haciéndome sentir en calma.

──No te pongas nerviosa, Arielle. Puedes hablar conmigo…

──¿Y tú cuando hablaras conmigo? ──inquiero manteniéndole la mirada, algo que me sorprende porque normalmente no puedo mirar a alguien así tan fijamente.

──¿Qué quieres que te diga? Pregúntame y responderé. ──musita apagando el motor de la camioneta.

──¿Por qué me llamaste? ──suelto, eleva la comisura de sus labios  con la mirada hacia frente dándome un excelente vistazo de su perfil y vuelve su mirada a mi.

──Porque el pasado es una mierda, y sentí que me ahogaba y solo me siento bien o me he estado sintiendo bien cuando estás a mi lado.

Muerdo mis labios al escucharlo. La emoción que se instala en mi pecho es increíble, mi corazón se agita pero es agradable la sensación.

──Me encanta cuando sonríes porque no existen tonos grises en esa hermosa y sincera sonrisa que se asoma en tu rostro, no hay días de ansiedad, no hay malos pensamientos, solo estás tú, tu esencia pura… su brillo, tu aura ligera. Arielle… eres maravillosa y debes de creértelo, me haces sentir bien, espero tener el mismo efecto en ti.

──Causas lo mismo en mi. ──digo con vergüenza bajo mi rostro y respiro con fuerza.

Asiente satisfecho al escucharme.

──Debo entender que no eres muy comunicativa pero trabajaremos en eso. ¿Ok?

──ok…

──¿Caminamos? Nos hace bien a ambos.

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