capítulo 52

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Capítulo 52
Rhett Owens
Lo que toca el alma, jamás se olvida.


El sol a su espalda, ella corriendo por la arena y el sonido del mar de fondo es todo lo que necesito en mi vida,  su sonrisa eriza mi piel, y el brillo hermoso de sus ojos posados en mi me hacen temblar pero es maldito sueño, un sueño…



Todo en menos de un segundo, se volvió un caos. Sus signos vitales cayeron, y ella… perdió el color de su piel.

Nada en la vida te prepara para un momento así, nada. Nada de lo que he vivido me hizo sentir así; tan vacío, tan inútil, tan desesperado.

El grito desgarrador de Ela aún resuena en mi mente… y las lágrimas que aún caen por mí rostro me afirman una realidad con la cual no estoy dispuesto a lidiar.

Existe mucho aún en mi mente que deseo hacer a su lado; llevarla a la playa, conocer la universidad que la aceptará, ayudarla a adaptarse al cambio de ciudad, ver sus diarios publicados y celebrar con ella el verlos en una librería.

Muchas cosas, muchas cosas por hacer… y la vida debe darnos esa oportunidad.
Con ella me he contemplado un futuro, momentos.

Con ella… me viste viviendo, teniendo algo llamado hogar.

Con ella he conocido lo que es el amor, lo mucho que puede llenarte de vida, y lo mucho que puede hacerte sufrir porque en este maldito momento estoy sufriendo.

Paseo mis dedos por los diarios… y sus letras se pasean por mí mente. Abro “Suspira” el tercer diario, ese que habla de mi.

Leo la dedicatoria, una dedicatoria que antes no estaba y que estruja con fuerza mi corazón.


Para mi ladrón de Dalias, ese mismo que llegó para enseñarme a suspirar.


Mierda.

Arielle…

Poso mis labios en la dedicatoria, una que me llega al alma, paso la hoja y comienzo a leer.

Quiero sentirla.


Los días grises suelen estar llenos de mucha nostalgia, esos días normalmente están llenos de muchas interrogantes y de esos mareos que hacen sentir mi mundo inestable. Iba enfocada en encerrarme en mi habitación y dejar que el mundo de tinieblas me consumiera, mis ánimos no eran buenos, y mi mente se encargaba de evitar a toda costa que algo de color alumbrará mi vida… hasta que él poso sus manos en mi.

El calor de su tacto me lleno de vida, fue como si una corriente eléctrica me recordara que vivo… y que respiro.
Cuando sus orbes azules se posaron en mi el paisaje gris se tornó de color. Fue como si esa televisión vieja que se veía en blanco y negro fuese cambiada por una de última generación.

El contraste que agrego a ese momento fue único.

Su sonrisa… Es algo que jamás olvidaré. Podría describirla una y otra vez, y estoy segura que no omitiría ningún detalle.

Su sonrisa era sincera, real… se elevaba hasta sus orejas, haciendo que pequeñas líneas de expresión se marcarán en sus ojos esos mismos que se achicaban con la intensidad de esta.

Su voz se sintió como un canto; suave armonioso y fuera de este mundo. Temía que viera en mis ojos lo dañada que estaba, lo vacía que podía estar mi alma pero lo sorprendente de esto es que en el reflejo de sus ojos eso no existía. Él no veía eso…

¿Por qué?

¿Por qué él no veía eso?

¿Por qué mi reflejo se veía de una manera distinta en sus ojos?

Mi mente le dio miles de vueltas a esto, y el mareo que había dejado de tambalear mi mundo por unos segundo volvió, recordándome que estoy dañada.

¿Por qué alguien como él se fijaba en mi?

¿Se preocupaba por mí?

Se le notaba madurez, control y seguridad.

Yo nunca recibía la atención de alguien así, de alguien como él.

Una leve sonrisa escapó de mis labios cuando confesó que mi apellido era extraño. Tenía tiempo sin sonreír… mucho tiempo. 

¿Cómo alguien que no conocía causaba eso en mi?

Lo que nadie entiende de lo que sufre alguien con ansiedad es qué cuestionamos todo, hasta el aire que respiramos, y con él a mi lado se hacían intensos esos cuestionamientos.

Intente respirar, intente mantener la calma y aunque mi mente quería huir, mi cuerpo deseaba seguir a su lado, y por primera vez en mucho tiempo me deje llevar por lo que sentía, no por lo que pensaba y así fue como terminé en el jardín botánico rodeada de flores y de sus ojos azules.

Lo detalle por largos minutos mientras buscaba saber de mi.

Pude comprobar que no era un sueño, y que efectivamente un hombre como él me estaba mirando, me estaba hablando y lo mejor y más increíble de ello parecía que yo de alguna forma le interesaba.

Note que su cabello rubio tiene destellos oscuros en la raíz, que tiene pequeñas pecas cerca de su nariz y que sus orbes azules se intensifican con la luz del sol. Lo estudie tanto que puedo jurar que está noche si llego a dormir, soñaré con él.

Note que era tarde, note que a su lado el tiempo volaba y no pesaba, note que los minutos fluyeron como el agua y eso no me gustó. Porque a pesar de que odiaba que el tiempo en mi mundo lleno de ansiedad fuese pesado y lento, quería que a su lado pasará de la misma forma, solo para estar más rato a su lado.

Cuando tocó el momento de irnos, él me sorprendió con un arrebato que jamás olvidaría, que me marcaría para siempre porque él sería en mi vida...

Mi ladrón de Dalia.


Trago grueso con un nudo en mi garganta que pesa, que ahoga y me duele. Cierro el diario y sollozo abrazando este con fuerza a mi pecho. Ella me ha tocado el alma y el corazón.

Ella hizo temblar mi mundo, y aún siento las réplicas en mi pecho.

Como dicen por allí; Lo que toca el alma no se olvida… lo que toca el alma se queda tatuado en esta, y ni la muerte logra borrarlo ya que el alma trasciende y vive para siempre.

En esta vida conocerás a una persona que amara cada lado de tu ser, tus ángeles, tus demonios, tus virtudes y tus defectos, en ese momento es cuando comprendes que no solo llega alguien especial a tu vida, sino alguien único, único en todos los aspectos porque a pesar de lo dañado que creas estar, eso no existirán ante su mirada.

Ella no vio en mi lo mal que podía estar, lo dañado que venía… y me sentía, lo imperfecto que era para estar a su lado. Así como ella descubrió un nuevo reflejo de su ser en mi, yo también.

Me sentí nuevamente un adolescente y esa sensación de vivir la vida para alguien es maravillosa. Me niego a volver a ese punto oscuro de mi vida, me niego a vivir lleno de matices grises… me niego a hacerlo sin ella.

Camino con el diario en mis manos hacia esa puerta blanca que hace de mi vida en estos momentos un infierno. Poso mi mano libre en la helada superficie.

──Solo recuerda respirar… ──murmuro.

Unas manos tocan mi espalda.

──Inhala y exhala, Rhett. ──susurra la voz de mi hermana.

No digo nada, las palabras sencillamente ya no pueden salir de mí boca.

──Vas a respirar, vas inspirar la mayor cantidad de aire posible y vas a sacudir tu cuerpo. No imagino si quiera el dolor y la desesperación que te embarga pero en este instante debes mantenerte cuerdo, duro y fuerte. ¿Por qué? Porque no logramos nada con caernos al suelo, porque no debemos darle poder a ese dolor que nos busca consumir y porque el mundo sigue girando y jamás va a detenerse, porque la vida continúa queramos o no, y porque estoy segura Rhett de que Arielle no te quiere ver derrotado.

Las lágrimas caen la suelo, y mi pecho se oprime. Intento expandir mis pulmones pero la sensación quema y ahoga.

Mi hermana me guía hacia un pequeño sofá, y se mantiene a mi lado en silencio sujetando mi mano.

No necesito que diga algo, a veces… solo a veces necesitamos que nos tomen la mano, se queden en silencio y nos llenen de fuerza, el simple hecho de estar es más que suficiente para seguir.

Las horas pasan con una extrema lentitud, siento eso mismo que describe Arielle en su diario, me levanto y camino de un lado a otro abrazado a ese pedazo de su alma que dejó para mí.

Cuando por fin llega la hora, esa misma que anhelaba con fuerza me encamino hacia esas mismas puertas heladas que me separaban de lo que me da vida e ilusión en este mundo.

Me siento un robot siguiendo unos parámetros y requerimientos que lo llevan a un destino. No suelto el diario en ningún momento y me dejó guiar por la helada unidad llena de tanto vacío y tonos grises…

Una máquina suena, un movimiento coordinado y guiado hiela mi piel.
Recuerdo las palabras de Vivien…
Inhalo y exhalo.

Doy pequeños pasos que me acerca a ese ser de luz que en estos instantes la vida busca quitarme.

Mis dedos acarician su mano, me centro en ese pequeño lugar que se encuentra cerca de su pulgar, tomo la silla que está a su lado y detallo su hermoso perfil.
Ni siquiera ese tubo que la mantiene respirando opaca su belleza… 

Ahora que me siento a su lado, ahora que la veo de esta manera y que el dolor es inhumano comprendo que ella me estaba esperando, que ella quería decirme lo de los diarios… que ella estaba luchando por volver a verme y yo debo hacer lo mismo.

Abro el diario, y esa vez que comimos helado por primera vez aparece.


Todos tenemos derecho a rompernos. Esta bien no estar bien… debemos aprender a normalizar eso.  ──leo en voz alta. ──. Él no tenía ni idea de que esa frase iba a quedarse grabada en mi mente. Él me hizo entender que está bien, no estar bien… que los días grises siempre van a existir pero depende de mi llenarlos de color y eso haré…

Voy a llenar mi vida de color.


Dejo caer mi cabeza ligeramente sobre su mano.


──Por favor, vuelve a mi. Vuelve a mi vida… vayamos a la playa… corramos por la arena, dime una y otra vez que me amas, y vuelve a respirar, Arielle.


Por favor.

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