Capítulo 5
Arielle Vandenberg
Una noche.
Su mano suelta mi brazo.
──Es mucha casualidad volver a encontrarnos. ¿No crees?
──¿Me estas siguiendo? ──pregunto viendo a todos lados.
En la distancia puedo ver a mi madre salir del café, me giro antes que me vea y sigo caminando sintiendo de cerca a Rhett Owens.
──Oye, Arielle. Para… ¿De que huyes? ──insiste.
──De nada. solo déjame irme. ¿Si? ──musito.
──Hey, hey…
Insiste atravesándose en mi camino choco con su pecho y sus manos van a mi rostro. Mi corazón se agita en cuanto siento la delicadeza de sus manos en mi piel.
──¿Todo bien?
Asiento con lágrimas en mis ojos, siento que el nudo que se ha ido acumulando está por soltarse y sencillamente las lágrimas escapan sin poder evitarlo. No puedo calmarme… no puedo si quiera dejar de sollozar.
Rhett me abraza a su pecho con fuerza, pasea sus manos por mí espalda y me guía no sé a dónde, yo solo me dejó llevar vuelta un mar de lágrimas que no puede contenerse.
Me sienta con cuidado y se coloca a mi lado, sin decir nada… solo se mantiene a allí sujetando mi mano haciéndome sentir su presencia y eso es suficiente para que luego de un rato mi cuerpo se calme. Seco mis lágrimas mirando hacia la plaza de la ciudad donde miles de personas transitan sumergidos en su mundo.
──Lo siento. ──susurro, niega mirando al frente.
──Todos tenemos derecho a rompernos. Esta bien no estar bien… debemos aprender a normalizar eso. ──dice llamando mi atención. ──. ¿Colocaste la Dalia en agua?
Asiento con mi vista en su perfil.
Es muy atractivo.
──Cuando empiece a marchitarse me avisas para robarme otra.
Río al escucharlo, y todo va quedando atrás.
──Te avisaré.
──¿Mejor?
──Mejor… ──susurro sorbiendo mi nariz.
──¿De que huías, Arielle?
──De la vida. ──musito. ──. Y de mi madre que cree que todo lo que tengo va a solucionarse con unas pastillas que me atonten. Me hiere que crea que mi ansiedad es como una gripa, que con un medicamento los males van a desaparecer.
──¿Ha ido al psicólogo contigo? ──pregunta llamando mi atención.
¿Por qué le dije eso?
¿Por qué estoy hablando de esto con él?
──Yo…
──Puedes hablar conmigo, Arielle. ──sus orbes muestran total sinceridad.
Su mano se posa sobre la mía, y creo que entiende que no quiero hablar en estos momentos por se levanta de la banca y me hala de ella.
──Vamos por un helado.
No digo nada, solo lo sigo detallando cómo mi mano se entrelaza con la suya, y caminamos por la multitud como personas normales, extraño porque desde hace mucho no me siento así.
La ansiedad no es sólo la falta de aire, es llenarte de miedos, es la falta de sueño, son los pensamientos intrusivos que te embargan y también la sensación de no sentirte parte del mundo, de no sentirte normal.
Es todo aquello que está mal, que te embarga y que te agobia. Y que no te permite fluir…
Escucho unos risas de fondo, ladeo mi rostro buscando aquello que llama mi atención, Millie aparece riendo con todas sus amigas y amigos, una especie de nostalgia se instala en mi pecho al verla.
Éramos amigas… éramos grandes amigas pero cuando tu cuerpo y tu mente no están bien, existen efectos colaterales que te llevan a perder grandes cosas, entre esos grandes amigos.
Muchos no entienden lo que sucede en tu mente, muchos no comprendes y solo dicen; estarás bien, tú eres fuerte, sal de allí, no le hagas caso a tu mente. Sin comprender que lo que sucede está fuera de mi control que nadie más que yo quisiera que todo acabará pero no puedo… no puedo simplemente querer y ya.
Su mirada da con la mía, su rostro cambia al instante pero sigue de largo sin siquiera detenerse a saludarme.
Ya es normal.
──¿Vainilla? ──la voz ronca que eriza mi piel me obliga a expandir mis pulmones.
──Si, por favor.
──dos barquillas de vainilla. ──pide y vuelvo mi vista al puesto.
Me extiende la primera que le entregan, y la sujeto con fuerza, el toma la segunda sin soltar mi mano y emprendemos un camino sin rumbo. La leve lluvia a cesado pero mantengo mi capucha sobre mi cabeza.
──¿Qué te gusta hacer para divertirte?
──No soy muy divertida que digamos. ──digo saboreando el helado, su sabor a vainilla es delicioso pero es el frío que invade mi paladar que me hace sentir tan bien.
──¿Tienes amigas?
──Solía tener. ──respondo.
──Bueno, ya tienes uno nuevo. ──dice con amplia sonrisa en sus labios.
──¿Quieres ser mi amigo?
──Si, necesitas a alguien que te vuelva divertida y que mejor que yo. ──vocifera. ──. Además el encontrarnos tres veces en un día debe significar algo, apellido extraño.
Sonrío al escucharlo.
──Quizás que eres un acosador. ──suelto provocando una risa en él.
Suelta mi mano dejándome una sensación de vacío, se para frente a mí y lleva el helado a su boca con su mirada fija en la mía. No puedo creer que un hombre como él esté hablando conmigo.
¿Cómo es eso posible?
Su porte es sexy y sensual. Me pongo nerviosa al tenerlo tan cerca.
──No le digas a nadie mi más oscuro secreto. ──susurra con sus orbes destellando de diversión. ──. ¿Qué hacías en el café que queda a pocas cuadras de aquí?
Elevo mis cejas al escucharlo.
──¿Cómo…?
──Estaba allí con un amigo.
Asiento, y le desvío la mirada. Me vio discutiendo con mi madre.
──Fui por algo de comida, y mi mamá salió a reclamarme porque no lo había llamado.
──¿Tu mamá trabaja allí?
──Mi mamá es la dueña. ──susurro, se sorprende al escucharme. ──. Siempre está allí.
──Los paninis de allí son exquisitos, lo mejor que he probado.
Le extiendo mi helado que está por terminarse, y acomodo mi bolso para poder abrirlo, saco de este la bolsa que me entregaron en el café y le sonrío guiándolo hasta una cera donde me siento y el imita mi acción, abro la bolsa y el olor de comida hace agua mi boca.
Saco una parte del Panini y se la extiendo con una servilleta, tomo mi helado para que pueda agarrarlo.
──Es tu cena. ──dice.
──Y quiero compartirla. ──me como rápido el helado, provocando que ría, y saco el resto de la comida para comer a su lado. ──. Buen provecho, Rhett.
Sus orbes brillan y su sonrisa ilumina todo.
──Me gusta mi nombre en tus labios. Suena bien… Aunque me gusta que me digas ladrón de Dalias.
Detallo que lleva ropa deportiva, que su cabello no están largo como pensé que solo le da para recogerlo hasta arriba, y que tiene un par de tatuajes en sus brazos, incluso en sus piernas.
Le da un mordisco al Panini y cierra sus ojos disfrutando del sabor, la verdad es que si son bueno, me encantan. Como con él a mi lado, y mi estómago lo agradece aparte del helado no tenía nada en el estómago desde esta mañana.
──Tienes que darme la receta de esto. ──dice con la boca llena.
──¿Qué me darás a cambio? ──inquiero.
Se queda pensativo por un instante.
──Una docena de Dalias.

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Respira
RomanceA veces olvidamos que la vida consiste en tomar un largo respiro y continuar con el camino. Si algo he aprendido es eso... ha apreciar hasta esa pequeña bocanada de aire fresco que inhalas y expande tus pulmones haciéndote sentir vivo y pleno. Vol...