capítulo 7

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Capítulo 7
Arielle Vandenberg
Suspiros.


──¿Quién era ese, Arielle? ──la voz de mi mamá resuena detrás de mí.

Me aferro a mi bolso dejándola con la pregunta sin responder, entro a la casa siendo seguida muy cerca por ella.

──¡Arielle estoy hablando! ──grita, me detengo de golpe.

Ella jamás va a entender.

──Un amigo, el único que tengo… ──susurro para subir la escaleras e ingresar a mi habitación azotando la puerta con fuerza.

Mi refugio…

Recargo mi cabeza en la puerta, recorro con mi mirada y detalla en la distancia la Dalia turquesa que permanece en un jarrón con agua. Me acerco a ella dejando caer al suelo mi bolso.

Detengo mi andar justo frente al estante en el que se encuentra con todos mis libros, paseo mi dedo por uno de sus suaves y hermosos pétalos.

──No sé si es mi amigo… pero se siente así. ──susurro para mí.

Enciendo las luces que dibujan mi techo con un cielo estrellado, pongo algo de músico y saco mis cuadernos de mi bolso para ponerme hacer las actividades que tengo pendientes.

No he podido mantenerme concentrada. Me está costando demasiado, y si sigo así voy a perder el año. No puedo darme ese gusto.

Tomo asiento frente a mí escritorio, me quedo viendo la pared llena de fotografías que muestran una vida pasada llena de amistad y felicidad, donde mi mente no era controlada por mí estabilidad emocional y dónde todo fluía como debía hacerlo.

Mi teléfono vibra contra el piso, desvío mi mirada a este. Su pantalla se ilumina.

Lo tomo sin pararme de la silla, desbloqueo la pantalla y una sonrisa se dibuja en mis labios.


Ladrón de Dalias
Ahora ya sé cómo escribirlo, pero tienes que enseñarme como pronunciarlo.


Me emociono con su mensaje, mi vista queda prendada en la pantalla releo y releo buscando en mi mente que responderle, y no se… mucho tiempo sin hablar con alguien de esta manera.

¡Mierda!

Camino por mí habitación de un lado a otro pensando que escribirle. Observo mi teléfono en mi pequeño escritorio. Debe estar cenando con Vivien. ¿Cierto? Así que…


Los curso de deletreo y pronunciación tienen un costo, buen provecho Ladrón de Dalias.


Suelto mi teléfono con mis manos temblando, detallo como se envía y no pasa a las marcas azules pero no importa, sé que responderá. Tomo nuevamente asiento y saco un pequeño cuaderno lleno de stickers de Dalias y lo abro.

Existen técnicas que pueden ayudarte a avanzar en medio de una crisis de ansiedad, y una que me recomendó Vivien fue escribir… escribir todo aquello que mi cuerpo o mente padecen, ya sea emocional o físico. Derramar en las hojas mi más profundos pensamientos me ha ayudado en algunas ocasiones.

Aprendí que escribir de alguna forma me relaja, y leer me desconecta del mundo, por ello tengo tantas novelas en mis repisas, sumergirme en esos universos hace que los días más oscuros tengan un poco de luz.

Comienzo con él… escribo de él, de sus ojos, de lo calmada que me siento y de lo relajante que es tener a un tercero que solo escuché. A alguien que esté ajeno a todo aquello que ha sucedido en mi vida durante estos dos años.

Luego de terminar, me pongo a hacer mis actividades pendientes, tengo tanto que entregar que me siento agobiada.
Comienzo con mi trabajo de ciencias, revisando en internet lo que necesito. La puerta de mi habitación se abre sin ser tocada, una taza de té caliente es deslizada por mí escritorio. Mi madre no dice nada al verme metida entre mis libros, me da una mirada y sale cerrando la puerta detrás de ella.

A veces quisiera que las cosas fueses como antes pero hay tanto daño de por medio que no se si en algún punto eso será posible.

Tomo la taza y le doy un sorbo.
Cuando termino con el primer pendiente, mi teléfono vibra.


Ladrón de Dalias
¿Me estás cobrando? ¿En serio?
Río al leer su mensaje.


Claro que sí. Debo tener algún ingreso. Ya que al final vas a matarme… algún beneficio debo tener.

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