84- Perfectos Prefectos

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FELICIDADES RON Y HERMIONE NUEVOS PREFECTOS

—Me ha parecido buena idea celebrar una pequeña fiesta en lugar de servir la cena en la mesa —explicó la señora Weasley al día siguiente—. Tu padre y Bill están en camino, Ron. Les he enviado una lechuza y están entusiasmados —añadió, radiante.

Fred puso los ojos en blanco.

Sirius, Lupin, Tonks y Kingsley Shacklebolt ya estaban allí, y Ojoloco Moody entró poco después.

—¡Oh, Alastor, me alegro de verte! —exclamó la señora Weasley jovialmente, mientras Ojoloco se quitaba la capa de viaje haciendo un movimiento con los hombros—. Hace mucho tiempo que queríamos pedírtelo... ¿Podrías echarle un vistazo al escritorio del salón y decirnos qué hay dentro? No hemos querido abrirlo por si se trata de algo peligroso.

—No te preocupes, Molly... —El ojo de color azul eléctrico de Moody giró hacia arriba y se clavó en el techo de la cocina—. En el salón... —gruñó mientras se le contraía la pupila—. ¿Ese escritorio del rincón? ¡Ah, sí, ya lo veo! Sí, es un boggart... ¿Quieres que suba y me deshaga de él, Molly?

—No, no, ya lo haré yo más tarde —dijo la señora Weasley sin dejar de sonreír —. Ahora tómate algo. Verás, hoy hemos organizado una pequeña fiesta... —Señaló la pancarta roja—. ¡El cuarto prefecto de la familia! —añadió con orgullo, alborotándole el pelo a Ron.

—Conque prefecto... —gruñó Moody observando a Ron con su ojo normal mientras el mágico giraba y se quedaba mirando hacia la sien. Harry tuvo la desagradable sensación de que lo contemplaba a él, y fue hacia donde estaban Sirius y Lupin—. Bueno..., felicidades —dijo Moody fulminando a Ron con su ojo normal —, las figuras de autoridad siempre atraen problemas, pero supongo que Dumbledore cree que tú puedes soportar cualquier embrujo, porque si no, no te habría nombrado a ti...

—Bueno, creo que la ocasión merece un brindis —anunció el señor Weasley.

—Yo nunca fui prefecta, Circe lo sabe —comentó alegremente Tonks, que estaba junto a Circe bebiendo cerveza de mantequilla. Ese día llevaba el cabello de color rojo tomate, y largo hasta la cintura— La Jefa de mi casa decía que me faltaban ciertas cualidades indispensables.

-Sprout es demasiado remilgada, es eso- Circe sonrió-¡Eras una excelente alumna!

-Sí, aunque hay que admitir que nos metíamos en demasiados problemas.

—¿Como cuáles? —preguntó Ginny, que estaba sirviéndose una patata asada.

—Como jugar en las escaleras, cambiar el tinte de cabello de el profesor Flitwick, buscar dragones con Charlie, me transformaba e imitaba a los profesores, jugábamos el piso es lava, nos ocultábamos de Snape... —respondió Tonks. Ginny rió; Hermione no sabía si sonreír o no, y solucionó el dilema bebiendo un enorme trago de cerveza de mantequilla y atragantándose con él.

—¿Y tú, Sirius? —preguntó Ginny mientras le daba una palmada en la espalda a Hermione.
Sirius, que estaba junto a Harry, soltó su atronadora risa.

—A nadie se le habría ocurrido nombrarme prefecto porque me pasaba demasiado tiempo castigado con James. El bueno era Lupin, a él sí le dieron la insignia.


—Creo que Dumbledore albergaba esperanzas de que yo ejerciera cierto control sobre mis mejores amigos —terció Lupin—. Ni que decir tiene que fracasé estrepitosamente.

-Bueno, así es la vida- sonrió Circe- yo no sería prefecto, que aburrido tener ese tipo de responsabilidades. Además tengo un montón de detenciones.

-¿Detenciones? Si, claro- Sirius rodó los ojos- Snape no lo permitiría.

-¿Y quién crees que es el que me envía a detención cada dos por tres?- Circe le dio un codazo a Tonks.

-Es estricto, de verdad- confirmó Tonks- Una vez Circe decidió no estudiar una tarde entera y tuvo que escribir como quinientas líneas.

-Si, no puedo negarlo, Sirius- Harry se encogió de hombros- he visto a Circe en detención más veces que a los gemelos.

-Y debieron ver lo que pasó el día que me dejaron en la misma Aula de detención que ellos.

-Eso solo prueba que debías quedarte con tu hermano y no con ese idiota- Sirius insistió- pero en fin...

Circe estaba lista para discutir, cuando afortunadamente Moody intervino:

-Potter, Circe, vengan aquí, tengo una cosa que quizá les interese —dijo, sacando una vieja y destrozada fotografía mágica de un bolsillo interior de su túnica—. La Orden del Fénix original —gruñó Moody—. La encontré anoche mientras buscaba mi capa invisible de recambio, dado que Podmore no ha tenido la decencia de devolverme la que le presté, que por cierto es la buena... Pensé que a alguien le gustaría verla.

Los hermanos miraron la fotografía. En ella había un grupo de gente que les devolvía la mirada; algunos los saludaban con la mano y otros se levantaban las gafas.

—Ése soy yo —dijo Moody, señalándose, aunque no hacía ninguna falta. El Moody de la fotografía era inconfundible, pese a que no tenía el cabello tan gris y su nariz estaba intacta—. Y el que está a mi lado es Dumbledore; al otro lado tengo a Dedalus Diggle... Ésa es Marlene McKinnon; la asesinaron dos días después de que se tomara esta fotografía; de hecho, mataron a toda su familia. Ésos son Frank y Alice Longbottom... pobrecillos —gruñó Moody—. Preferiría morir a que me pasara lo que les pasó a ellos... Y ésa es Emmeline Vance, ya la conoces, y ese otro es Lupin, evidentemente... Benjy Fenwick, que también se fue al otro barrio; sólo encontramos unos cuantos trozos de su cuerpo...

»Ese de ahí es Edgar Bones, el hermano de Amelia Bones... También se los cargaron a él y a su familia; era un gran mago... Sturgis Podmore, vaya, qué joven está... Caradoc Dearborn, que murió seis meses después; nunca encontramos su cadáver... Hagrid, por supuesto, está igual que siempre... Elphias Doge, también lo conoces, no me acordaba de que antes solía llevar ese ridículo sombrero... Gideon Prewett, hicieron falta cinco mortífagos para matarlos a él y a su hermano Fabián, que pelearon como verdaderos héroes...

—Ése es Aberforth, el hermano de Dumbledore; sólo lo vi ese día, era un tipo extraño... Y Dorcas Meadowes, a quien Voldemort mató personalmente... Sirius, cuando todavía llevaba el pelo corto... Y... Ah, sí. Aquí están sus padres.

Su padre y su madre los miraban sonrientes, sentados uno a cada lado de un individuo menudo y de ojos llorosos a quien reconocieron de inmediato: era Colagusano.

—¿Qué me dicen? —le preguntó Moody.

-Es una gran fotografía, lástima lo que sucedió con todos. Como siempre digo...-Circe se aclaró la garganta- en una guerra todos pierden.

-Sabia idea, Circe- Moody sonrió- pero digo lo mismo, no hay ganadores, solo alguien que pierde menos...o que gana más.

—Vaya —dijo Harry, y una vez más intentó sonreír—. Esto..., mire, acabo de recordar que he olvidado meter en el baúl...

Y se marchó nervioso. 

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora