89- Minnie al cuadrado

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-¿Y bien?- Circe se acomodó el sombrero de Minerva- ¿Aceptable?

-Admito que es raro verme a mi misma hablándome- Minerva la observó con detenimiento.

-Eres demasiado alta- Circe admitió- pero de acuerdo, Minnie. Hagamos esto.

-Después de usted, profesora-Minerva le dirigió una sonrisa antes de transformarse en un gato.

Circe abrió la puerta, esto definitivamente era extraño. No tenía el equilibrio para andar en los tacones de la profesora y menos de soportar el sombrero sin tirarlo. Esos lentes iban a matarla. Estaba nerviosa.

Las cosas quedaban a una altura distinta a la que normalmente hacían. La túnica verde no. 15 de Minnie era una combinación extraña y Circe no recordaba haberse visto así de colorida jamás.

Salió del despacho imitando la postura que llevaba siempre la profesora, elevó la nariz y mantuvo la mirada altiva. A profesora solía imponer, pero Circe no estaba segura de estarlo haciendo.

-¡Profesora McGonagall!- dijo una voz tras ella y dio la vuelta. Era Harry.

-¿Si, señor Potter?- dijo manteniendo el tono de voz.

-¿Cree que podría pedir a la profesora Umbridge que nos deje practicar? Ha suspendido las prácticas de Quidditch.

"Gracias a Merlín"

-Bueno, Potter- Circe sintió que se ahogaba al decir eso- por mucho que nos desagrada a todos la idea de que detengan el Quidditch, no hay mucho que yo pueda hacer al respecto.

-¿Es cierto eso de que el Ministerio cree que, ya sabe, el profesor Dumbledore quiere adueñarse del Ministerio?

-Lo que es cierto es que me da gusto que escuche a la señorita Granger de vez en cuando. Le recomiendo hacerlo más seguido. Ahora si me disculpa...

-Si, lo siento, profesora.

"¿Pero qué mierda contigo, Harry?"

Realmente se preguntaba que era lo que Minnie hacía luego de las clases. Nunca haía pasado un día entero con ella, nisiquiera estaba segura de qué era lo que comía. En fin, decidió a pasarse por la sala de profesores para ver quienes estaban ahí.

-¡Buenas tardes a todos!- saludó igual que la profesora, eso sí lo había oído alguna vez.

-Ah, Minerva- Pomona la saludó- creímos que eras Dolores, se ha estado pasando por aquí todas las tardes.

-Esa mujer quiere asustarnos, es lo que digo- Filius añadió- sembrar miedo para que nadie se levante en su contra.

-A veces toca soportar- añadió Circe- pero a mí no me aterra.

-Hemos sabido que te enfrentaste a sus comentarios ayer- Pomona sonrió- ha sido una gran respuesta.

-No exageren- Circe no tenía idea de lo que hablaban- ¿Cómo siguen las apuestas de la semana?

-Bueno, algo mal. Longbottom y Greengrass siguen en las mismas, parece que todos estamos perdiendo en eso.

-Hay algo más que quisiera comentar, antes de que sigan con las apuestas- las interrumpió Filius- ¿No les parece que C...?

La puerta se abrió de nuevo y Snape entró soltando un bostezo.

-Es todo, renuncio- dijo antes de sentarse- esos chicos jamás aprenderán.

-¿Qué ha pasado, Severus?- Circe se aclaró la garganta-¿Longbottom otra vez?

-¡Si, el chico derritió otro caldero!

-¿Está en detención?- preguntó Pomona.

-Claro que sí, con Greengrass.

-¡Eso es trampa!- dijo Circe- Tratas de ganar la apuesta.

-Falso- se defendió Snape.

-Te convendría, Minerva- se quejó Filius- tú tienes el martes.

-Bueno, tampoco pienso obligarlos- Circe hizo nota mental. Si esos dos iban a andar, sería en martes.

-Es que de verdad quedan tan bien...

-Severus opina lo contrario.

-¿Qué esperan que opine? ¡Greengrass es una Slytherin brillante y Longbottom es...bueno, es Longbottom, un lento!

-Ojalá hubiera sido un Hufflepuff- insistió Pomona.-Así como Circe hubiera sido una gran Ravenclaw.

-Yo creo que está en el lugar correcto- insistió Snape.

Entonces, Circe sintió como la ropa parecía empezar a ser más grande. Estaba regresando. Su vista mejoró de pronto.

-Los veré luego- dijo y salió lo más rápido que pudo, considerando los tacones.

-¡Profesora McGonagall!- le llamó Colin Creevey.

-¿Si?

-Fred y George han vuelto a hacer vomitar a los de primero.

-Hablaré con ellos más tarde, gracias, señor Creevey.

-¡Profesora McGonagall!- Esa era Hermione.

-Señorita Granger.

-¿Se ha hecho algo en el cabello?- preguntó la chica. Seguro algo estaba pasando.

-¿Eso es lo que venía a decirme, señorita Granger?

-Oh, no yo...lo siento, profesora. Fred y George han vuelto a hacer lo de las pastillas vomitivas, les he llamado la atención pero insisten en pagar a los alumnos por probarlas...

-De acuerdo, yo hablaré con ellos. Gracias y buen trabajo, Granger.

-¿Podría ser ahora, profesora?

-No, tengo que terminar algunos asuntos, pero de verdad lo haré más tarde.

Circe siguió a toda prisa, el tiempo sobre ella sentía que pasaba corriendo. Cuando atravesó la puerta del despacho se miró en un espejo de bolsillo: las pecas habían vuelto, el cabello se le estaba soltando y lo de adelante volvía al largo de siempre. Incluso los ojos eran verde opaco de nuevo.

Se sentó a esperar que todo pasara, se vería como ella misma en pocos minutos. Sin duda, la vida de Minnie era una locura, y encima daba clases. Sobretodo a estudiantes tan malos en transformación como Circe, no había nadie peor que ella, no era capaz de convertir ratones en copas siquiera.

Volvió a ella misma y se volvió a poner los shorts y el uniforme. Que cansado era ser Minerva McGonagall. La puerta se abrió y llegó la verdadera Minerva.

-¡Fudge quiere despedir a Albus!- exclamó sin más.

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora