128- Otra reunión de mortífagos

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Mientras tanto, Snape lidiaba con el montón de dementes que estaba reunido ahora mismo en la Mansión Malfoy. Afortunadamente, habían liberado a Lucius y se alegraba por su amigo, desafortunadamente, aún no habían ganado la guerra.

Circe se comunicaba cada que podía, últimamente lo único de lo que hablaba era de películas extrañas. Ahora que lo pensaba, ella no había visto una jamás y ni tenía dudas de lo mucho que le había gustado ver un montón de personas dentro de una pantalla. Al menos estaba bien en esa casa. Sirius había logrado dejar traumas en ambos con sus tratos fuera de lo normal. De igual forma, cualquier cosa era mejor que lidiar con mortífagos.

De momento, se había librado de las dudas diciendo que la niña se quedaba con Dumbledore pero claro, con él muerto se había quedado sin discurso, así que debía darles alguna otra información. Rodolphus Lestrange había resultado ser el culpable de la Maldición del Rompecorazones y no dejó de alardear de ello hasta que Voldemort descubrió que lo había usado contra una Magnificus.

La creencia popular, era que los Magnificus podían ser pausados o detenidos con una de esas maldiciones, que los lastimarían tanto que atarían su magia dentro de ellos. Claro que eso no había sucedido con Circe, es más, había empeorado, había sido más como un catalizador. Pero eso ellos no lo sabían, por lo que a idea que se le había ocurrido si preguntaban era decir que ahora ella mostraba problemas para realizar magia. Así estaría más segura.

—Mi señor, la Orden del Fénix planea sacar a Harry Potter de su actual refugio el próximo sábado al anochecer- dijo en cuanto se sentó a la mesa junto a Narcissa.

El interés de los reunidos se incrementó notoriamente: unos se pusieron en tensión, otros se rebulleron inquietos en el asiento, y todos miraron alternativamente a Snape y Voldemort.

—Conque el sábado... al anochecer —repitió Voldemort. Sus ojos rojos se clavaron en sus ojos, con tal vehemencia que algunos de los presentes desviaron la vista, tal vez temiendo que también a ellos los abrasara su ferocidad.

No obstante, Snape le sostuvo la mirada sin perder la calma y, pasados unos instantes, la boca sin labios de Voldemort esbozó algo parecido a una sonrisa. No le tenía miedo, había prometido cuidar del Mundo Mágico e iba a hacerlo hasta que no tuviera nada para dar.

—Bien. Muy bien. Y esa información procede...

—De esa fuente de la que ya hemos hablado —respondió Snape.

—Mi señor... —Yaxley, sentado al otro extremo de la mesa, se inclinó un poco para mirar a Voldemort y Snape. Todas las caras se volvieron hacia él—. Mi señor, yo he oído otra cosa —dijo, y calló, pero en vista de que Voldemort no respondía, añadió —: A Dawlish, el auror, se le escapó que Potter no será trasladado hasta el día treinta, es decir, la noche antes de que el chico cumpla diecisiete años.

Snape sonrió y comentó:

—Mi fuente ya me advirtió que planeaban dar una pista falsa; debe de ser ésa. No cabe duda de que a Dawlish le han hecho un encantamiento confundus. No sería la primera vez; todos sabemos que es muy vulnerable.

—Le aseguro, mi señor, que Dawlish parecía muy convencido —insistió Yaxley.

—Si le han hecho un encantamiento confundus, es lógico que así sea —razonó Snape—. Te aseguro, Yaxley, que la Oficina de Aurores no volverá a participar en la protección de Harry Potter. La Orden cree que nos hemos infiltrado en el ministerio.

—En eso la Orden no se equivoca, ¿no? —intervino un individuo rechoncho sentado a escasa distancia de Yaxley; soltó una risita espasmódica y algunos lo imitaron.

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora