94- Navidad

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No volvió a levantarse de debajo del cuadro en todo el día, a la mañana siguiente todavía estaba ahí. Hasta que oyó a Sirius, que pasaba en ese momento por delante de su puerta hacia la habitación de Buckbeak, cantando Hacia Belén va un hipogrifo a pleno pulmón. Circe rodó los ojos, ojalá pudiera irse a Hogwarts en ese mismo momento.

La alegría que sentía Sirius por volver a tener la casa llena y, sobre todo, por volver a tener a Harry a su lado, era contagiosa. Había dejado de ser el huraño anfitrión del verano y en esos momentos parecía decidido a que se divirtieran tanto como se habrían divertido en Hogwarts. Ambos seguían sin hablarse, Circe aún le tenía algo de terror a sus reacciones. La casa estaba irreconocible. De las lámparas de cristal, anteriormente carentes de brillo, ya no colgaban telarañas, sino guirnaldas de acebo y serpentinas plateadas y doradas; había montoncitos de reluciente nieve mágica sobre las raídas alfombras; un gran árbol de Navidad, que había conseguido Mundungus y que estaba decorado con hadas de verdad, tapaba el árbol genealógico de la familia de Sirius; y hasta las cabezas reducidas de elfos domésticos de la pared del vestíbulo llevaban gorros y barbas de Papá Noel.

-Es Navidad, Circe- Harry se sentó junto a ella bajo el retrato- No puedes quedarte ahí.

-No quiero ir con Sirius- dijo Circe sin más- ¿Snape en algún momento se ha puesto así contigo? ¿Alguna vez ha enloquecido y no te he defendido?

-Lo siento si yo...si ayer...

-No es por eso, solo quiero saber si has sentido lo mismo o no.

-Pues no en realidad, a veces se molesta en clases y grita pero no...no así. No lo sé, es enojón y le gusta ponerme ceros pero es así en general.

-En la Casa de los Gritos... esa vez si...

-Siempre que me ha gritado me has defendido- Harry bajó la mirada- Lo siento, no supe como reaccionar ayer.

-Está bien- Circe le sonrió- no fue tu culpa. }

-¿Entonces vienes?

Fueron a la estancia. Ron ya había empezado a abrir los paquetes de su montón.

—¡Mira cuántos regalos nos han hecho este año! —exclamó a través de una nube de papel—. ¡Gracias por la brújula para escobas, es fabulosa! Supera el regalo de Hermione: un planificador de deberes...

Entonces Harry buscó entre sus regalos y encontró uno con la letra de Hermione. A él también le había regalado un libro que parecía una agenda, sólo que cada vez que lo abría por cualquier página gritaba cosas como: «¡No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy!»

Sirius y Lupin, por su parte, le habían regalado una estupenda colección de libros titulada Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras, con soberbias ilustraciones móviles en color de todos los maleficios y contraembrujos que describía. Harry hojeó el primer volumen con avidez; le encantó porque iba a resultarle muy útil para lo que tenía planeado en las reuniones del ED. Hagrid le había enviado una cartera marrón y peluda con unos colmillos que supuestamente eran un sistema antirrobo, aunque en realidad lo que hacían era que Harry se arriesgara a que le arrancaran un dedo cada vez que ponía dinero dentro. El regalo de Tonks era una pequeña maqueta de una Saeta de Fuego, el señor y la señora Weasley, el jersey tejido a mano de rigor y unos cuantos pastelillos de frutos secos, y Dobby, un cuadro francamente espantoso que Harry sospechó que había pintado el propio elfo.

Circe se sentó junto a él, le encantaba verlo como mostraba sus obsequios con felicidad. Era como si nada malo fuera a suceder en ese momento y mientras el chico explicaba sobre sus planes con los libros, ella se olvidó de los problemas.

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora