129- Saca a Harry de ahí

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Se había acordado que los Dursley se quedarían bajo protección de Hestia Jones, para evitar que fueran torturados con tal de obtener la ubicación de Harry. Circe no había estado de acuerdo, ellos habían torturado a su hermano por años.

Pero tenía una estrategia infalible en mente que había planteado el día de la reunión. Si todos lucían como Harry, sería mucho más difícil para los mortífagos asesinar o capturar al verdadero. Así que habría al menos siete personas luciendo como él y lograrían un aterrizaje perfecto sanos y salvos en la madriguera.

De todas formas, ella estaba ahí desde temprano. Aterrar a esos malditos muggles había sido sencillo y ahora mismo estaba sentada en la cama de Harry viendo como el chico se asomaba por la ventana y veía el coche marchar.

-¿Listo para irnos?-preguntó con una sonrisa.

-Más que nunca.

Cogió la jaula de Hedwig, la Saeta de Fuego y la mochila, le echó una última ojeada a su dormitorio y salieron al recibidor. Oscurecía rápidamente y el recibidor estaba quedando en penumbra.

—¿No quieres echarle un último vistazo a la casa? —le preguntó el chico a Hedwig, que seguía enfurruñada, con la cabeza bajo el ala—. No volveremos a pisarla, ¿sabes?

-Afortunadamente-Circe miró el reloj de la cocina- Ya no deben tardar.

-¿Quiénes vendrán?

-No lo sé, Moody se quedó organizando la logística- explicó ella recargándose en la puerta bajo la escalera.

-Ahí solía dormir antes-añadió el chico, abriendo la alacena que había debajo de la escalera—, es donde dormía antes. Tú no me conocías cuando... ¡Caray, qué pequeña es! Ya no me acordaba.

-Cierra eso, Potter-Circe sujetó la puerta y la azotó- Yosé que ahí dormías antes, estaba con Minerva cuando escribió tu carta y créeme que me indigné.

-En esa época todavía no conocía mi verdadera identidad, ni me habían explicado cómo habían muerto mis padres ni por qué muchas veces ocurrían cosas extrañas en mi entorno, ni que tenía una hermana. Es como un viejo yo, un viejo amigo al que no puedo olvidar.

-Y yo lo sé, amor, pero por favor lo alargues mi sufrimiento.

De pronto se oyó un rugido ensordecedor fuera de la casa. Harry se incorporó bruscamente y se golpeó la coronilla con el marco de la pequeña puerta. Circe rió a carcajadas y salió para mirar por la ventana que daba al jardín trasero.

Observó unas ondulaciones que recorrían la oscuridad, como si el aire temblara. Entonces empezaron a aparecer figuras, una a una, a medida que se desactivaban sus encantamientos desilusionadores. Hagrid, con casco y gafas de motorista, destacaba en medio de la escena, sentado a horcajadas en una enorme motocicleta con sidecar negro. Alrededor de él, otros desmontaban de sus escobas, y dos de ellos de sendos caballos alados, negros y esqueléticos.

Harry abrió de un tirón la puerta trasera y corrió hacia los recién llegados. En medio de un griterío de calurosos saludos, Hermione lo abrazó y Ron le dio palmadas en la espalda.

—¿Todo bien, Harry? —preguntó Hagrid—. ¿Listo para largarnos?

—Ya lo creo —respondió el chico sonriéndoles a todos—.Circe llegó hace horas, estuvo ayudándome a guardar mis cosas y tiñó el cabello de Tía Petunia de verde pantano.

—Ha habido un cambio de planes —gruñó Ojoloco, que llevaba dos grandes sacos repletos y cuyo ojo mágico enfocaba alternativamente el oscuro cielo, la casa y el jardín con una rapidez asombrosa—. Pongámonos a cubierto y luego te lo explicaremos todo.

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora