127- El funeral

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La profesora McGonagall quedó a cargo de la escuela en ese momento. A la mañana siguiente toda la comunidad mágica estaba reunida fuera creó fuera del castillo, cerca del Lago Negro. Cientos de sillas doradas se habían establecido en filas. Un pasillo corría por el centro de las mismas: Había una mesa de mármol de pie en la parte delantera, todas las sillas frente a ella.

Un extraordinario surtido de personas se habían sentado en las sillas: en harapos y elegantes, viejos y jóvenes. Las personas estaban susurrando entre sí. Todavía se podía oír cantar a Fawkes en voz alta desde lejos y muchos de los estudiantes habían partido esa misma mañana con sus padres a casa. Minerva McGonagall llegó llevando a cada lado de ella, a un Potter.

-Señor Ministro- saludó a Rufus Scrimgeour con educación y siguió hacia adelante con los dos niños a rastras. Parecían cansados, apagados y somnolientos. Circe tenía muchas ganas de vomitar, pero se aferraba a su profesora como si fuera lo único que le quedara.

Cornelius Fudge también estaba ahí, siendo brevemente saludado por Percy. Las sillas estaban ocupadas por Madame Maxime, algunos residentes de Hogsmeade, Tom, Donaghan Tremlett, Ernie Prang, Madame Malkin, Aberforth Dumbledore, Arabella Figg, Hagrid, Rita Skeeter, los miembros de la Orden en pleno, todos los fantasmas de Hogwarts, los estudiantes y el personal.

Circe se sentó al lado de Minerva, era como si todo le diera vueltas. No quería estar ahí, solo quería dormir. Dejó la cabeza caer a un lado sobre el hombro de la profesora y comenzó a llorar. No lloraba por la muerte de Dumbledore, lloraba porque había perdido muhco a causa de él, porque estaban involucrados peligrosamente todos y porque por primera vez en su vida, se sentía completamente sola.

-Lo siento- dijo limpiando las lágrimas violetas.

-No importa- la profesora sonrió- Todo estará bien.

Al final de la ceremonia, llamas blancas brillantes habían entrado en erupción alrededor del cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que estaba: más y más alto se levantaron, oscureciendo el cuerpo. Un humo blanco en espiral se elevó en el aire e hizo extrañas formas.

Cuando el fuego desapareció, en su lugar había una tumba de mármol blanco, que encerraba el cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que había descansado. Hubo unos pocos gritos de shock cuando los centauros enviaron una lluvia de flechas al aire en señal de respeto, pero ellas cayeron muy lejos de la multitud.

Con las clases suspendidas, Circe y Harry fueron acomodados en el despacho de la profesora McGonagall. Sus baúles ya estaban ahí, guardados gracias a Dobby y Prince dormía bajo el escritorio. Llevaban horas ahí sentados, en lo que había parecido una eternidad.

-No quiero que te vayas con los Dursley- admitió ella.

-Solo será por un mes y estaré bien- Harry sonrió- Además tendré a Hedwig.

-Igual no me gusta. Ellos son idiotas.

-¿A dónde te enviarán a ti?

-No lo sé, parece que aún lo están decidiendo. Tienen que tratar Snape como un traidor, así que encontrar un lugar en el que pueda quedarme les parece complicado.

En ese momento, la puerta se abrió y McGonagall entró pausadamente:

-Harry, el tren partirá pronto. Será mejor que vayas hacia allá, Tonks y Alastor irán contigo.

Harry asintió y se levantó, tomando su baúl y la jaula de Hedgwig con cuidado.

-Iré por ti- Circe le dijo antes de que saliera.

-Te veré en mi cumpleaños-Harry volvió a sonreír y cerró la puerta.

La profesora McGonagall se quedó en el despacho como eligiendo las palabras que iba a decir a continuación a la chica de cabello negro que la miraba con esos ojos verde opaco llenos de expectativa, esperando una resolución.

Harry Potter y la Princesa de Slytherin 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora