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Habían pasado algunos días desde que Guillermo había regresado a Italia, Leo estaba empezando a preocuparse por dos cosas, la primera era en si le había pasado algo malo a Guillermo, y la segunda en si al final se había arrepentido y no se divorciaría, y la segunda idea era la que más le dolía, era el segundo día que no se presentaba a entrenamientos y se la pasaba en cama tratando de marcar al número de Guillermo sin respuesta, solo le mandaba al buzón de voz, quizás era porque tenía partido, era lo más seguro, pero aún así, el siempre le marcaba o le mandaba algún mensaje antes de salir a la cancha, se sentó en la cama y prendió la televisión, ya no importaba si no se divorciaba, al final el fue el que se metió en la relación, solo quería verlo aunque fuera por televisión en sus partidos y sobre todo, saber que estaba bien, pero eso no fue posible, Guillermo no se presentó en el partido y eso le preocupó, tomo su celular y se metió a ver las noticias sobre el equipo, pero todos los reportajes solo hablaban de que el mexicano no se había presentado a jugar aún cuando el equipo lo había convocado para el partido y lo que más le preocupa era que en algunos textos hablaban de su desaparición de hace días y la última vez que lo vieron fue saliendo de un edificio de abogados el día jueves a las 7:30 AM.

Habían pasado algunos días desde que Guillermo había regresado a Italia, Leo estaba empezando a preocuparse por dos cosas, la primera era en si le había pasado algo malo a Guillermo, y la segunda en si al final se había arrepentido y no se divorci...

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El argentino caminaba por el aeropuerto de Italia pensando en lo que iba a hacer, se había precipitado en viajar a buscar al mayor sin ningún plan en mente, pero ya estaba ahí y necesitaba actuar, para su suerte recordaba que alguna vez Guillermo le habia dicho dónde vivía así que pidió un taxi particular que lo llevará hasta la dirección que le había dado Guillermo, cuando llegó tocó el timbre y una vez más, sus pensamientos empezaron a invadirlo, ¿Y si solo estaba siendo paranoico? Quizás Guillermo solo se dió un descanso y por eso no se había presentado al juego, además ¿Que le diría a Saúl si le habría la puerta? Pero era tarde para pensar en algún plan elaborado, Saúl ya le había abierto la puerta y fue cuando sus manos comenzaron a sudar de los nervios.

—¿Messi? ¿Que haces por acá?—hablo el menor al ver al argentino frente a su puerta.

—¡Saúl! Hola, yo... Soy amigo de Guillermo y hace unos días había quedado de... Hacerme un favor, pero me preocupe de que no contestara ¿Se encuentra por aquí?—jugaba con sus manos tratando de inventar una buena excusa.

—No se encuentra en casa, salió de viaje por trabajo, pero pasa si gustas.—sonrio amablemente abriendo aún más la puerta para dejar pasar al mayor.

—Gracias...—entro a la casa la cuál se alguna manera le daba mala espina y la idea de estar con Saúl en un mismo lugar no ayudaba en mucho.

—¿Que favor tenía que hacerte mi marido?—cerro la puerta y se dirigió a la sala donde se sentó a un lado de Leo.

—Bueno...—Se quedó callado un momento empezaba a creer que todo saldría mal, pero ya estaba dentro de la casa, no podía retroceder.—Me ayudaría a escojer alguna joya que comprar para pedir matrimonio.

—¿Tienes pareja? Pensé que después de cristiano no te volviste a juntar con nadie más.

—Eh.. si, esque Cristiano es pasado.—hablo incómodo ante el comentario.
La gente seguía hablando sobre aquella relación del pasado aún cuando llevaban años separados, Saúl se le quedó mirando sin decir nada, fueron unos segundos de silencio los cuales parecieron horas.—¿Me puedes prestar tu baño?

—Claro, al fondo en la última puerta de la derecha.—señalo un pasillo extenso que no quedaba muy lejos de la sala.

—Gracias.—se levantó del sillón y se dirigió a dónde le había indicado el mexicano.

Se quedó parado unos minutos en el baño, era demasiado incómodo estar hablando con la pareja de Guillermo, estuvo unos minutos pensando en como salir de esa casa pero unos golpes fuertes de la parte de arriba lo sacaron de sus pensamientos, eran golpes extraños, algunos eran seguidos, otras eran lentos y después había descansos entre estos, escucho con detalle cada uno de los golpes y el patrón, había un momento en que se repetía el mismo patrón, un golpe rápido, uno lento, pausa, otro golpe lento, uno rápido, dos lentos, pausa, dos rápidos, uno lento, pausa, uno lento, dos rápidos, pausa, uno rápido y dos lentos.
Este patrón se repitió una y otra vez durante cuatro veces seguidas, algo le parecía familiar a esos golpes, le recordaban al código Morse, pero no estaba seguro, quería comprobar que no estaba alucinando cosas debido al estrés, se paró en la tapa de la taza del baño para poder llegar hasta el techo y comenzó a golpear; cuatro golpes rápidos, una pausa y dos golpes rápidos, se quedó ahí unos segundos cuando volvió a escuchar los mismos golpes de antes, ahora estaba seguro, estaban pidiendo ayuda, pero quería un poco más de información para poder hacer algo, volvió a golpear preguntando si estaba bien, a lo cual le respondieron un no, pero también recibió una pregunta "¿Quien eres?" No vio la necesidad de mentir y respondió con su nombre.

—¿Leo? ¿De verdad eres tú?—hablaron del piso de arriba, un tono de voz bajo pero fácil de distinguir, la voz de Guillermo.

—¿Leo? ¿De verdad eres tú?—hablaron del piso de arriba, un tono de voz bajo pero fácil de distinguir, la voz de Guillermo

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𝘔𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘢𝘴 𝘗𝘪𝘢𝘥𝘰𝘴𝘢𝘴 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora