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Sus brazos rodeaban la cadera del argentino en un abrazo que era correspondido en su cuello. Lo único que cubria sus cuerpos era la cobija de la cama y la luz oscura de la luna que entraba por la ventana. Su relación no podía estar mejor, después de estar bastante tiempo conviviendo se habían acostumbrado a vivir juntos.

Eso les encantaba a ambos.

Al principio Leo tenía una habitación separada en el departamento del mexicano, aunque no tardaron ni el mes para que Leo se mudará por completo al cuarto de su pareja.

Guillermo había logrado hacer una renovación con su equipo mientras que Lionel, después de unos meses ausentado en el fútbol logro conseguir un contrato con un equipo de estados unidos. A pesar de la distancia que tenían entre ambos seguían en contacto llegando al punto que su relación ya estaba dentro del ojo público y era normal ver a alguno de ellos en las gradas apoyando al equipo de su pareja.

Sus días pasaban, Guillermo seguia participando en varios partidos en Italia, su idea era terminar el contrato y retirarse para vivir con su pareja en algún otro lado. Quizás en Miami, dónde jugaba su pareja para así poder estar más tiempo juntos. Los planes iban bastante bien, hasta que la condición física del mayor empeoró con el tiempo.

Comenzaba a enfermarse de forma seguida, aunque no era grave, solo algunos episodios de fiebre leve pero bastante irritantes porque tardaban en terminar y regresaban con frecuencia, pero también comenzó a bajar de peso drásticamente. Comenzó a darse cuenta de estos cambios cuando Lionel se lo comento en una cita que tuvieron en Miami.

«Te ves más delgado, ¿Seguro que comes bien?»

Fue lo que hizo que Memo prestará mayor atención a su cuerpo y peso, su uniforme le quedaba bastante grande y por más que trataba de comer un poco más de lo habitual no funcionaba.

Después de que el equipo de Lionel perdiera en la liga ya no jugarían por unos meses a lo que decidió ir a Italia para pasar sus vacaciones con su pareja, aparte de que le preocupaba las condiciones con las que estaba, a pesar de que el mayor decía que no era nada importante.

—Guille levántate, hay que desayunar.— habló el argentino quitando las cobijas que cubrían el cuerpo de su novio que se encontraba despierto, pero aún así no se había movido de la cama.— ¿Estás bien? ¿Otra vez tenés fiebre?— coloco su mano sobre la frente del otro levantando sus rizos que caian por su rostro.

—No, nada de eso, me duele horrible el cuerpo y no tengo ganas de levantarme.— se movió evitando ver a Lionel mientras tapaba su nariz rápidamente con la mano.

—Boludo déjate de tapar la nariz, estás viendo que desde hace días traes dificultad para respirar.— tomo la mano de Guillermo quitándole de su rostro solo para ver cómo la mano contraria tenía líquido rojo al igual que parte de su nariz.— Guille…

—¡Estoy bien! De verdad, solo es un poco de sangre, no es mucha, seguro es por el sol.— que malo era para mentir cuando se trataba de estar frente a Leo, no le había pegado el sol desde hace unos días que se había mantenido en casa por culpa de la fiebre que tenía, era obvio que no estaba bien, pero prefería seguir negandolo.— Ya te dije que seguramente me dió dengue o una de esas madres que traen los mosquitos.

—¡No! ¡Vos no estás bien! Y me vale lo que digas, te llevaré al médico ahora mismo.

—Lio… ni siquiera puedo levantarme de aquí, ya lo intente, mis piernas tiemblan horrible apenas lo intento.— como pudo jalo la cobija que tenía por arriba de sus rodillas y se tapo hasta la cabeza.— Después se me pasará, solo déjame solo.

Se sentía avergonzado de que Leo tuviera que verlo así, apenas hace unos meses se sentía completamente bien, jugaba bien, mantenía una relación activa con Leo, no solo en salidas a lugares con él, también una vida sexual activa que ambos disfrutaban, pero ahora solo podía estar en cama por culpa de una enfermedad que no sabía ni cuál era.

𝘔𝘦𝘯𝘵𝘪𝘳𝘢𝘴 𝘗𝘪𝘢𝘥𝘰𝘴𝘢𝘴 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora