Capítulo 15. Vale, está bien.

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El miércoles llegó pronto y antes de darme cuenta ya estaba en la estación de tren de Barcelona. Habíamos cogido un AVE bien pronto por la mañana y llegamos más que de sobras antes de que empezara el entrenamiento. 

Hicimos una cola extremadamente larga, aunque iba bastante rápido, y entramos hacia el estadio en busca de nuestros asientos. 

-Dios, esto es enorme -murmuró Marina. 

-Pues sí, no había estado nunca -coincidí. 

-¿Creéis que nos van a ver? -preguntó la pelirroja. 

-Espero que no -murmuré sin pensar.

Ella me miró con el ceño fruncido. 

-Pues yo espero que sí me vean, a ver si me firman la camiseta -intervino Javi. 

Sonreí hacia él y me encogí de hombros. 

Nuestros asientos estaban en el lado de los banquillos, unas cuantas filas más arriba de los asientos vip. No se nos veía mucho pero yo estaba atacada de los nervios. 

Aunque Gavi no me viera a mí, yo sí iba a verlo a él, y no podía estar más emocionada. En realidad me hacía mucha ilusión. 

Nos sentamos después de hacernos unas cuantas fotos, y nos dispusimos a esperar a que salieran los jugadores. 

Una vez lo hicieron, yo levanté un poco mis gafas de sol para diferenciar mejor a Gavi, y una vez lo localicé me las volví a bajar. 

Se acababa de cortar el pelo, y la verdad es que estaba bastante guapo. 

Posaron todos juntos para que les hicieran una foto y después se dispusieron a entrenar. A Gavi le tocó en un círculo cerca de donde estábamos nosotros, así que se le veía perfectamente. 

-Madre mía, está Gavi -dijo Marina dándome palmaditas en el muslo. 

Yo la miré sonriendo levemente. 

-Madre mía, chica, guarda un poco de emoción -ironizó mirándome mal 

Entonces reí y me encogí de hombros. 

Javi empezó a gritar el nombre de Pedri, y yo me tapé avergonzada. 

-Tío, cállate ya, que no te va hacer caso -habló Marina tapándose los oídos. 

-Déjame en paz -se quejó el otro. 

Mi amigo siguió gritando, junto a más gente. Entonces el canario miró hacia las gradas y saludó levemente, lo que provocó todavía más gritos. 

-Ay, que me da algo, ha mirado hacia aquí -avisó Marina. 

Yo sonreí de nuevo y negué con la cabeza. Si supieran que tan solo hace unos días estaba hablando con él fliparían en colores. 

Después los jugadores cambiaron de lado, y hacia el nuestro vinieron los que acababan de estar en el otro. Aún así, yo seguía sin apartar la vista del sevillano. 

-Tú estás muy calladita, pero no dejas de mirara Gavi, eh -advirtió mi amiga. 

-¿Qué dices? -fruncí el ceño como si no fuera verdad. 

-Sí, sí -entrecerró los ojos. 

Empujé su cabeza suavemente y bufé sin darle importancia, aunque obviamente tenía razón. 

Al cabo de un rato, los futbolistas hicieron como un minipartido de nuevo en nuestro lado del campo, y al finalizar se acercaron para lanzar balones. 

Todo el mundo se levantó para intentar cogerlos, pero yo traté de que no se me viera mucho. 

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