Capítulo 33. Pues vas a tener que aprender.

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Al acabar de comer recogimos todo y subimos a nuestras habitaciones para arreglarnos. Las chicas vinieron todas a la mía, así que nos íbamos turnando para maquillarnos mientras hablábamos. 

-Uy -dijo Gavi al abrir la puerta y ver a todas en mi habitación. 

Nosotras lo miramos confusas y él soltó una risita. 

-Venía a decirte que el domingo vienen Pedri, Ansu y Balde -informó acercándose a mí. 

-Hala, pero el domingo nos vamos nosotras -murmuré mirándolo por el espejo-. Yo quería ver a los chicos -dije girándome hacia él. 

-Bueno, pues entonces quedaros más -solucionó rápido. 

-Qué va, ya llevaremos muchos días y me sabe mal -dije negando con la cabeza, mientras mis amigas nos miraban sin decir nada. 

Gavi rodó los ojos. 

-Te recuerdo que le has dicho a mi madre que irías a su cumpleaños. No tiene sentido que te vayas a tu pueblo y luego vuelvas a bajar -explicó obvio. 

Yo reflexioné un poco y miré en mis amigas en busca de ayuda. 

-A ver, tiene razón -habló Inés. 

-Claro, lo lógico es que te quedes aquí y luego ir a Sevilla los dos -coincidió también María. 

Yo asentí. 

-Y luego a Barcelona -sonrió Gavi. 

-¿A Barcelona a qué? -pregunté confusa. 

-Para el Kopa y la semana siguiente el Golden Boy -recordó. 

Ya ni me acoraba de eso. 

Bufé y me apoyé en el armario sin saber qué hacer. 

-No haberte buscado un novio futbolista -bromeó Andrea. 

-Ni me lo he buscado ni es mi novio -rebatí. 

Ella sonrió y las demás se miraron incrédulas. 

-Bueno, ve procesándolo -dijo Gavi dispuesto a irse. 

Yo rodé los ojos y lo observé. 

-Ah, espera -dijo frenándose de golpe-. ¿Me tocaba a mí, no? -preguntó como en un darse cuenta. 

Yo lo miré confusa, mientras él se acercaba y se posicionaba frente a mí. 

-¿Qué? -fruncí el ceño. 

Rodeó mi cintura con las manos y me estiró hacia él mirándome los labios. Entonces me di cuenta de a qué se refería. 

-Pablo, no -dije seria. 

-¿No? -preguntó alzando las cejas. 

-No -contesté mientras me acercaba todavía más a él. 

-Yo creo que sí -asintió frunciendo el ceño. 

No me dio tiempo a decir nada más, porque pegó de golpe sus labios contra los míos dejándome casi sin respiración. 

Después de unos segundos se separó y me miró con superioridad, mientras yo giraba mi cara hacia un lado para que mis amigas no vieran la sonrisa que intentaba reprimir. 

-Me gustan esos pantalones, te quedan bien -dijo señalando con la cabeza los que llevaba puestos. 

Yo negué con la cabeza. Él sonrió orgulloso y después se dio la vuelta y se marchó sin decir nada más. 

-No quiero oír ni una palabra -advertí sin mirar a mis amigas. 

Ellas empezaron a reírse y levantaron las manos inocentes. 

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