Capítulo 29. Puedes arreglarlo esta noche.

23.6K 1K 35
                                    

Desperté al día siguiente abrazada a Gavi y con la cabeza apoyada en su pecho. Agradecía muchísimo que fuera tan cuidadoso y sobre todo que no sobrepasara los límites ni insistiera con nada. 

No lo desperté y entré al baño con cuidado para lavarme los dientes y la cara. Una vez lo hice, bajé hacia el comedor para desayunar. 

Mis amigas ya estaban despiertas en la terraza, así que me hice un café y salí con ellas. Gavi no tardó mucho en bajar, y cuando lo hizo conecté mi móvil a los altavoces que había y puse música a todo volumen. 

-Ya empezamos -murmuró Sonia. 

Yo sonreí y empecé a bailar acercándome a ella. 

-Báilale a Gavi, anda, que yo tengo resaca -se quejó como dolorida. 

Negué con la cabeza, y vi que el sevillano salía por la puerta, así que me acerqué a bailarle. 

-Parecía un ángel en cuerpo de mujer -seguí cantando la canción que sonaba. 

-Dani, quita esta basura -bromeó él. 

-¿Perdona? Basura tú -se la devolví. 

-¿Ah sí? -preguntó alzando las cejas. 

-Pues sí -aseguré. 

Entonces me cogió en brazos y sin darme tiempo a reaccionar nos tiró a ambos a la piscina. 

-¡Pablo! -grité una vez dentro-. Idiota, que no llevo nada debajo -dije mirándome la camiseta a través de la cual se me marcaba todo. 

-¿Hace frío? -rió mirándome las tetas, de las cuales despuntaban mis pezones. 

-Te vas a cagar -advertí y me dirigí hacia él para intentar hacerle una aguadilla, sin mucho éxito. 

-Estate quieta -ordenó inmovilizándome los brazos detrás de la espalda. 

-Tengo frío, y la camiseta mojada -murmuré-. Espero que tus amigos no salgan porque me la pienso quitar -advertí. 

Él reprimió una sonrisa y apretó la mandíbula. 

-Voy a traerte una toalla, quejica -dijo soltándome. 

Yo salí tras él de la piscina, y en cuanto entró a la casa me quité la camiseta, que pesaba como un quintal, y me metí de nuevo a la piscina solo en tanga. 

-Qué mala eres -rió Inés. 

Yo me encogí de hombros y sonreí irónica. 

Gavi salió de nuevo a los pocos minutos y por poco se queda sin aire al verme así. Chasqueó la lengua y negó con la cabeza mientras se acercaba a las escaleras de la piscina con la toalla abierta. 

-Sal -ordenó. 

-¿Estás seguro? -pregunté alzando las cejas. 

-Daniela, tápate y sal -repitió. 

Yo sonreí orgullosa ante mi éxito, tapé mis pechos con los brazos y salí de la piscina, dejando que me envolviera con la toalla. 

Después me dio la vuelta hacia él y me miró serio. 

-No vuelvas a hacer eso -susurró. 

-¿Qué te piensas, que mis amigas no me han visto las tetas o qué? -pregunté irónica. 

-Me da igual, ¿Y si hubiera salido alguno de mis amigos qué? -habló de nuevo. 

Yo me encogí de hombros sin solución y justo Alejandro salió por la puerta. 

-¿Qué hacéis? -frunció el ceño. 

-No preguntes -rió Inés. 

Yo sonreí también y fui a salir de la piscina, con Gavi detrás. Sin embargo, en un descuido la toalla cayó a lo largo de mi cuerpo, dejando ver mi piel desnuda. 

Te necesito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora