Capítulo 66. Ya está, amor.

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-Llámala -ordené a Pedri mientras iba corriendo a mi habitación a por el cargador.

No sabía qué estaba pasando, pero la rabia comenzaba a arder en mi interior. No entendía por qué Dani se había ido, recogiendo todas sus cosas y sin decir nada. 

-No me lo coge -dijo Pedri entrando a mi habitación también. 

Yo no podía parar que mover las piernas nervioso entre que esperaba sentado en la cama a que se encendiera el móvil. 

El canario se sentó a mi lado mientras ponía las contraseñas, y el corazón se me paró al ver un montón de llamadas perdidas de Dani y mensajes suyos, en los cuales decía que la llamara cuanto antes. 

-Mierda -murmuré cabreado. 

La llamé varias veces, pero tampoco me contestaba. 

-¿Habéis discutido o algo? -se interesó Pedri. 

Yo negué rápido con la cabeza, a la vez que me levantaba para dar vueltas por la habitación. 

-No entiendo, estábamos genial, ya lo has visto cuando nos hemos ido -expliqué desesperándome. 

Traté de pensar con claridad, pero todo empezaba a abrumarme. Cada vez pensaba algo peor. 

-¿Y si se la ha llevado alguien? -me estremecí mirando a mi amigo. 

-Sí, y le han hecho las maletas, no te jode -ironizó mirándome también. 

Suspiré y negué con la cabeza. 

-Intenta tranquilizarte, sino no vamos a sacar nada en claro -habló de nuevo. 

Era lo que intentaba, pero no podía. Si le había pasado algo no me lo perdonaría jamás. 

-¿Tiene alguna amiga a cuya casa ha podido ir? -trató de pensar Pedri. 

-No, no tiene a nadie aquí -contesté seguro.

Intenté llamarla otra vez, pero seguía sin cogerlo. 

-Joder, Dani... -balbuceé. 

No sabía qué pensar. De lo único que tenía ganas era de reventar algo a hostias y de llorar. 

-¿Está su coche? -preguntó de repente Pedri. 

Yo lo miré sin tener respuesta. 

Me di la vuelta para salir de la habitación con él detrás, mientras bajábamos rápido hacia el garaje.

-No está -acerté a decir al abrir la puerta, aunque obviamente lo estaba viendo a mi lado. 

Tomé aire y me posicioné de cuclillas, apoyando la cabeza sobre mis manos tratando de contener las lágrimas. 

Pedri se agachó también, pasando la mano por mis hombros, intentando tranquilizarme. 

-No lo entiendo -susurré negando con la cabeza. 

-Tiene que haber una explicación, no se iría así como así -habló nervioso. 

Mi cabeza había colapsado. No funcionaba ni para delante ni para detrás. No podía pensar en nada. 

Entonces escuchamos cómo el fijo de casa comenzaba a sonar. 

Me levanté de golpe, y seguido por Pedri subí las escaleras corriendo hacia el comedor. 

Lo cogí de un manotazo sin ni siquiera mirar quién llamaba. 

-¿Dani? -pregunté sin aire. 

Al otro lado se escuchó un bufido. 

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